viernes, 9 de diciembre de 2011

252: Señal de vida



Los amantes del cine catástrofe tendrán su picnic con esta producción japonesa de Nobuo Mizuta, un realizador nipón oriundo de Hiroshima, que comenzó su carrera en el cine componiendo dramas televisivos allá por 1980, e hizo su debut en el cine en el 2006 con Yo y el fantasma.

La historia puede no ser novedosa, aunque siempre es efectiva. Un terremoto de grado 7 sacudió las islas Ogasawara, unos 1000 kilómetros al sur de Japón. Cuando el susto parece pasar, los meteorólogos vuelven al ataque: cambios en composición química y la temperatura del agua configuran un escenario en el cual un tifón de proporciones bíblicas podría azotar la ciudad de Tokio. Como (casi) siempre, las autoridades especulan con las opciones menos probables, y deciden no alertar a una población ya sensible por el reciente temblor. El resto, es de imaginarse: se viene el agua y a correr quien pueda.



Esta es una película de catástrofe que, como tantas otras de su género, tiene su centro en la acción de los bomberos rescatistas y las historias de sus triunfos y sus derrotas. El personaje central es el de Yuji (Hideaki Ito), un ex rescatista que actualmente trabaja de vendedor de autos, pero que no puede evitar desviaciones profesionales de su anterior ocupación, al recomendarle a sus posibles clientes de autos deportivos que manejen con calma, algo así como darle torta de chocolate a un niño y pedirle que no se ensucie. Su jefe le recrimina sus modos y pone en duda su aptitud para el puesto. Por otra parte, en casa, su bella esposa Yumi (Sachiko Sakurai) hace de sufrida madre de la pequeña Shiori (Ayane Omori), que es muda debido a problemas auditivos. Completa el plantel Shizuma (Masaaki Uchino) quien es actualmente rescatista y le debe la vida a su hermano Yuji de la época en que trabajaban juntos como bomberos.

No es un filme de efectos especiales, es más bien una de esas de gente atrapada que pugna por salir, con algunas reminiscencias de aquella Pánico en el túnel del 96, en la que Silvester Stallone se cargaba al grupo que había quedado en el túnel Holland de Nueva York. La diferencia es que en esta producción el dramatismo es por igual en ambos lados de la superficie, y aquí hay en juego relaciones familiares que atender.



Cerca de la primera media hora de proyección ya se podrán apreciar las escenas en las que se desata el desastre, y que son de un caudal dramático de alto impacto. Poco parece haber de efectos especiales en las escenas en la que cientos de personas son barridas por una ola gigantesca que ingresa al subterráneo; más bien uno puede apreciar a personas de carne y hueso que se apelotonan sin prurito al intentar salir. El realismo de estas tomas es espectacular y la producción se luce de lo lindo. El número del título alude a un código del ámbito profesional. Anote: si queda atrapado bajo tierra (en Tokyo) por algún evento y decide esperar por ayuda, no grite, mejor golpee alguna pared 2, luego 5, y finalmente 2 veces, que es el código que indica que hay sobrevivientes esperando por ayuda. Los detectores sonoros de superficie harán que vengan en su auxilio. De hecho esta película se inspira en un suceso real de 2004, cuando tras un derrumbe por un deslizamiento de tierras, un grupo de personas que permanecieron atrapadas 90 horas, pudo ser rescatado gracias a este mecanismo.

Las actuaciones que se ven en el cine japonés de este género pueden parecer impactantes para el espectador poco habituado a la cultura oriental. Y para quienes consumen estas producciones por primera vez, puede que algunos roles lleguen a un extremo de histrionismo tal que seguramente soltarán alguna mueca de burla o, como menos, incredulidad. Habría que hacer tal vez el ejercicio de pensar a la inversa: como sería la reacción de un espectador de una comunidad que (imaginemos) nunca tuvo contacto con el cine de Hollywood. ¿Cómo reaccionaría al ver a un conscripto del Ejército de Los Estados Unidos de Norteamérica responder a pié enjuto y tieso hasta los dientes: “¡Sí Señor!” ante la orden de su superior? ¿Recuerda la burla del personaje de Will Smith en la película Hombres de Negro, cuando hace el test para entrar al grupo de elite, frente a los otros aspirantes que sentenciaban sus premisas de honor y fidelidad a la patria a los gritos? ¿No debería sucedernos lo mismo que al Ajente J cuando estamos ante un personaje similar, pero en un género que no es la comedia? Observe en cualquier film norteamericano cual es la reacción brava y desafiante de un soldado que debe rendirse ante un escuadrón de árabes armados, y compárela con la actitud cobarde y suplicante de un iraquí cuando es atrapado por un grupo de marines.



El cine globalizado nos ha hecho naturalizar algunas reacciones de los actores, al punto tal que muchas de ellas ya han sido incorporadas al acervo cultural propio. No sólo me refiero a aquellas personas que hace tiempo comenzaron a decir “oops” en vez de “epa”, sinó de todas aquellas veces que hemos visto escenas estereotipadas hasta el hartazgo, pero de habituales ya no nos despiertan ningún gesto de asombro. Párrafo aparte merecen las introducciones lingüisticas provenientes de las traducciones latinas, como por ejemplo las que lograron que las señoras paquetas se sientan mucho más relajadas en pedirle al quiosquero un "sorbete" en vez de la incómoda "pajita", sin reparar que aquél tiene un sonido mucho más cercano a lo escatológico que éste a la cochinada sexual.

Si puede vea esta película, y preste atención al dramatismo de cada situación, haciendo la prueba de verse en ese entuerto. Observe los personajes circundantes, las personas que se cruzan, los desconocidos. Deténgase a ver los cuerpos sin vida en posiciones poco elegantes. Permítase ver a un bombero o a un policía llorando ante la tragedia y pregúntese después cúal es el mejor cuadro, sin importar de que marca es la pintura.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1260932/

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