miércoles, 25 de marzo de 2009
Caminando
Cada año, la familia se reúne para conmemorar ceremoniosamente un nuevo aniversario de la muerte de Jumpei, uno de los tres hijos del matrimonio, quien se ahogó al salvar a un niño que había caído al agua. Este año en particular, se cumplen quince años de la tragedia, y la familia se apresta a pasar un fin de semana en comunión, como una manera de mitigar el dolor, y también como una forma de encuentro, ya que los ya ancianos padres viven en una localidad un tanto alejada de los centros urbanos en donde se encuentran los hijos con sus respectivas familias.
Kyohei (el padre) y Toshiko (la madre) viven con entereza a pesar del duro golpe de perder un hijo, y sobrellevan con dignidad los achaques de la edad. Kyohei es un médico, y supo tener una clínica de cierto nombre en su ciudad, pero dos motivos importantes impiden la continuidad de su trabajo: su deteriorado estado de salud, y la no continuidad en sus hijos de la profesión. Sin embargo, en el frente de su casa aún se conserva el cartel con el nombre de la clínica, y siempre llama algún vecino enfermo al que el anciano acude a atender, a pie y con la ayuda de su bastón.
Toshiko constituye la típica madre japonesa que vive para su marido y sus hijos. Sabe que este fin de semana llegan a su casa, y está sumamente atareada preparando más y más comida. Le reclama a sus hijos que la llaman poco, que cuándo le darán más nietos, que se cuiden la salud... todas esas manifestaciones de cariño que trascienden la geografía y las culturas.
Los dos hijos del matrimonio tienen formas de vida diferentes. Chinami está casada con un vendedor de autos, tiene niños, según su madre todavía no aprendió a cocinar a pesar de haberla visto hacer el mismo plato durante años, y tiene como proyecto mudarse a la casa de sus padres, especulando con utilizar el espacio que los años van dejando libre. Su marido aparece como un adulto poco incorporado a la cultura familiar, manejándose al borde de las situaciones que se presentan.
Ryoto es el otro hijo varón, es restaurador de obras de arte y vive con Yukari, una mujer viuda, madre de un pequeño niño. Los tres viajan a la casa de los padres, y en el trayecto de ida vacilan de quedarse todo el fin de semana o pasar sólo un día con ellos. Es que Ryoto duda de la recepción que sus padres harán a Yukari y su pequeño Atsushi, como también de la comodidad que puedan sentir durante el tiempo que les toque pasar juntos.
El film mostrará el fin de semana de reunión familiar. En el transcurrir del mismo, veremos el profundo entrecruzamiento de sentimientos de cada uno de ellos, en medio de encontrados momentos de reclamo y dolor. Y es que los padres no parecen perdonar a Ryoto que no haya seguido la carrera médica, y de ese modo sentencie el fin de la profesión familiar; mucho peor aún, él siente que nunca podrá competir con el fantasma de su hermano muerto, que sobrevuela el ambiente familiar con el vuelo errática pero insistente de una mariposa.
Koreeda entiende de estos temas sensibles, y ya demostró repetidamente su enorme capacidad para infiltrarse en las fibras humanas más íntimas, dejando ver aquello en lo que nos resulta casi ineludible no sentirnos identificados, más allá de lo remoto que puedan parecer las distancias y las costumbres. Nos golpeó con la más dura realidad en Nadie sabe (Dare mo shiranai), nos dejó perplejos con Distance, y logró emocionar al más incrédulo e indiferente con la bellísima poesía de Después de la vida (Wandâfuru raifu), una verdadera obra de arte. También deja ver la particular relación que tienen los japoneses con la muerte, sus ritos, sus costumbres, las formas de comprender y asimilar el dolor, y también de entenderla como parte inseparable de la vida.
Un director que no parece regirse por patrones de mercado, sino de paleta, un artista sumamente joven, heredero de lo mejor del cine japonés de Kurosawa y Kawashima, y promesa vigente del cine oriental. A verla como sea.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1087578/
miércoles, 11 de marzo de 2009
Nieve de abril
Recuerdo que, cuando se estrenó esta película, eludí verla básicamente por su casi inocultable pinta de dramón romántico al que son particularmente afectos los realizadores coreanos, máxime teniendo en cuenta que a mi no me gustan los dramones. Finalmente me decidí darle una oportunidad y debo reconocer que mi prejuicio de aquel entonces me jugó una mala pasada. Nieve de abril es una buena película, poblada de gestos y silencios que junto con la cuidada fotografía redondea una obra interesante.
La mayor parte del film transcurre en un centro hospitalario. In-su (Bae Yong-jun) es ingeniero de iluminación y trabaja para una empresa que monta shows musicales. Seo-young (Son Ye-jin) es una simple ama de casa. Ambos son llamados de urgencia del hospital en el cual ingresaron sus respectivas parejas gravemente heridas tras haber sufrido un accidente automovilístico. Allí se conocerán, sumidos por la angustia en medio del drama que los acoge.
El conflicto que gobierna la obra se presenta rápidamente sin mayores misterios, y justamente ahí descansa su mayor logro: en el transcurrir. El clima general acompaña las encontradas sensaciones de In-su y Ye-jin al descubrir las circunstancias que enmarcaron el accidente de sus esposos. La historia es, por decirlo de alguna manera, chica, sin demasiados derivados ni complicadas ramificaciones: ya demasiado tienen ambos con lo que les toca vivir, y seguramente fue el deseo del director Hur Jin-ho mostrar ese drama sin ningún otro ingrediente que pudiera distraer la atención del espectador.
La película tiene el valor de instalar en quien la disfruta el concepto de fragilidad. Lo frágil de las relaciones, de las posesiones, y, por supuesto, de la vida misma. Genera preguntas a fuerza de provocar incómodos momentos en los protagonistas, pero que a la vez, no dejan de ser reales para la vida real de cualquiera del resto de los mortales. Maneja con sutileza los tiempos, dosifica la música sin predecir momento alguno, y hasta se permite algún que otro chiste de humor oscuro.
Sin embargo, y desde mi punto de vista, el logro mayor del film es no sentirse obligado a dar una respuesta acorde con la moral dominante de buena parte del stablishment cinematográfico. Cualquiera que consuma cine norteamericano y europeo de masas, seguramente descubrirá en Nieve de abril muchas referencias otras películas con alguna que otra similaridad en la trama, pero su inconsciente le llevará a pensar que el desenlace marchará hacia un sitio que no es el elegido por Hur Jin-ho.
No es de nevar en abril en Corea, más bien es primavera, aunque cada tanto, muy cada tanto, sucede que el clima da esas sorpresas, y las personas se deleitan con la pureza de la nieve fuera de tiempo. Así se nos plantea esta Nieve de abril, tan fuera de lo común, siendo simplemente un fenómeno con el que convivimos todos los años.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0448663/
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