jueves, 29 de marzo de 2012

Infierno blanco




Hay mucho de clásico y mucho de contemporáneo en esta obra que está basada en una novela corta llamada Caminantes fantasmas, de Ian Mackenzie Jefferes. Narra la historia de dos tragedias, las sufridas por un grupo de personas que si bien sobreviven a un accidente aéreo, deberán posteriormente sufrir otro tanto antes de completar su salvación final.

John Ottway (Liam Neeson) trabaja para una compañía petrolera que realiza exploraciones en Alaska. Su trabajo es muy específico: es un francotirador que debe proteger a los trabajadores del acecho de las manadas de lobos que ven en los hombres una vital fuente de alimento en un terreno escaso de carne fresca. Su puntería es implacable: él merodea el área con su rifle, y en cuanto detecta un canino cerca, le mete bala a la distancia, quebrando el silencio del paisaje nevado. No lo hace por deporte, ni se percibe en su desempeño una excitación particular. Más por el contrario, se lo ve rendir tributo a su presa agonizante, como remediando lo inevitable de su quehacer. Por lo demás, su vida en ese ámbito deja ver una profunda soledad y tristeza, con recuerdos de momentos frente a una mujer que le habla y le da fuerzas para seguir.

Se describe la vida de los trabajadores como se supone aquella alejada del lugar de origen, en su mayoría personas trasladadas desde sus hábitats, sometidas a la rutina de trabajo diario y diversión nocturna en el único lugar de esparcimiento que brinda la compañía, esto es, un bar en el que la bebida y las riñas son paisajes cotidianos. Ottway los describe como ex convictos, fugitivos, vagabundos e inadaptados; hombres no aptos para la humanidad, pero aparentemente los únicos dispuestos a hacer semejante sacrificio por dinero, especies particulares de marines que en vez de pelear contra árabes deben enfrentarse a la naturaleza. No queda mucho más para hacer, son demasiados hombres solos que extrañan su lugar, y por las noches no tienen opciones más que las previstas.



Ottway carga con un drama, se trasunta por sus reflexiones que a modo de voz en off exhibe la escritura de una especie de diario o carta de desahogo. La visión única de esa mujer se repite; él le habla, le dice que ya no podrá volver a sentir el calor de su cuerpo ni estar a su lado. Él repite en su monólogo una frase que aparecerá varias veces más: “vivir y morir en este día”, a la vez que recuerdos de su infancia se le presentan en modo sepia, vulnerando la monotonía del blanco horizonte. Los peligrosos lobos no parecen ser el único destino de su rifle, hay otro uso que Ottway tiene pensado, al menos eso intenta. Su historia, su trabajo y él ámbito mismo lo han hecho rudo, hosco, y poco afecto al trato con sus pares.


Llega el momento de las licencias, y un grupo de trabajadores embarca en un avión con destino a sus hogares. Una fuerte tormenta terminará con la nave estrellada, y un reducido grupo de pasajeros logra salvarse milagrosamente. Pero el cuadro dista de ser el de la salvación: están perdidos en medio de la nieve, y pronto el asedio de los lobos salvajes se hará sentir en carne propia, literalmente hablando. Ottway ya no carga con su rifle, y el grupo de sobrevivientes se comporta con los mismos parámetros de civilidad que despliegan en su poco amable ambiente cotidiano.

Para evitar la comparación con la tragedia del avión uruguayo que en 1972 se estrelló en la Cordillera de los Andes, y dio lugar al menos a un libro y a una película, al poco de sucedido el accidente, uno de los sobrevivientes hace mención a que “no comerá carne humana”, inevitable primera referencia que habla de lo rudimentario que se vuelve el entendimiento humano en situaciones extremas. Gente poco afecta a obedecer órdenes o a sumirse tras un líder, la tragedia los juntará en un último intento por sobrevivir, a la vez de diezmarlos lentamente. En este punto aparece el formato clásico de este tipo de trabajos, donde la catástrofe inicial da pié a un largo devenir en tono de calvario, hacia la supuesta puesta a salvo definitiva. Lo destacable y remarcable de la obra de Joe Carnahan, es el trato de los personajes, y su relación con un entorno tan hostil como naturalmente bello.

El trabajo de Neeson es fundamental para entender el concepto del filme. Su mirada, ausente y gélida, tan a tono con el clima, cimienta casi sin palabras el sentir de una persona que ha perdido todo menos la vida, siendo eso justamente lo único que tiene para defender en semejante ámbito. Cuando ya no queda otra compañía que la naturaleza misma, y la agonía no parece tener fin, aparece el único elemento que es capaz de mediar entre ambos: la fe. Pero Ottway no es presa fácil de los sentimientos, y no va a rendirse fácilmente a las plegarias, él quiere pruebas, y si no es allí, dónde mejor sino para recibirlas. “¿Quieres mi fe? ¡Pues gánatela, muestra algo real!”, es su grito a las alturas, a esas nubes grises, a las que junto con el color más uniforme del pelaje de los lobos seguramente haga referencia el título original en inglés, The Grey (El Gris)



Viene de angustia la cosa, ya se imagina sin necesidad de leer esta reseña. Pero hay calidad en el relato, poco golpe bajo, y bastante crudeza. Sólo falta alguna mención a los verdaderos responsables de la tragedia. Dan por televisión de cable una muy interesante serie de documentales que narran accidentes aéreos y la posterior investigación por parte de los peritos, a fin de determinar la causa del siniestro. Y en general, el responsable es un trabajador, o un grupo de ellos, que o bien no siguió el protocolo, o salteó alguno de los pasos, desencadenando de esta manera un accidente fatal. Nunca se menciona la presión de las empresas por cumplir los trámites de mantenimiento en tiempo menor, o la falta de personal capacitado y debidamente descansado, todo tras el objetivo de mejorar las ganancias y reducir los costos. En este sentido, muchas veces el culpable no es un trabajador, por más que haya incurrido en alguna falta, sino la ausencia de una red de contención capaz de atajarla. Aquí en Infierno Blanco casi no se menciona a la empresa, al empleador, o a la forma en que recluta a sus trabajadores. Se muestra como un avión cargados de pasajeros comunes se estrella y a partir de allí surge el relato. Sería bueno nombrar con todas las letras al verdadero responsable tras los cortinados: el capitalismo en su afán desmedido de optimizar utilidades sin medir consecuencias. Piel de lobo, dientes de lobo y garras de lobo. Seguro que muerde.


Imdb: http://www.imdb.es/title/tt1601913/

jueves, 1 de marzo de 2012

Milagro



El tren bala cruza el territorio japonés a una velocidad de 260 kilómetros por hora. A ese nivel de aceleración, los centros poblados se suceden muy rápidamente, a la vez que resultaría imposible atravesarlos de esa forma por cuestiones de seguridad. La única manera que tienen de circular, es construir rieles elevados, parecidos a las autopistas, o bien canales por debajo del nivel del suelo. De este modo se mantiene el ritmo del viaje y no se pone en riesgo a los bienes y a las personas. Es así que a pocos pasos de una ciudad japonesa, uno puede ver surcar el horizonte a un bólido endemoniado cuya sola presencia consigue acaparar toda la atención disponible.

En Kagoshima, en el sur del Japón, hay un volcán, el Sakurajima, que insiste en mantenerse activo. Los habitantes del lugar, al levantarse, tienen por rutina mirar a la distancia al volcán, y así prepararse para un día con nada, algo o mucho de ceniza por limpiar. Es una molestia cotidiana, pero que ya está incorporada al día a día de las personas, del mismo modo que en otros lugares lo es el viajar apiñado en trenes o lidiar con la posibilidad de tener el camino cerrado por la nieve. En el particular de Kagoshima, la ceniza es utilizada en el estadio de béisbol. Los habitantes de la ciudad, tienen la costumbre al entrar a un lugar de sacudirse la ropa, de manera similar a cuando uno se limpia los pies en un felpudo antes de entrar a una casa los días de lluvia. Pero para los más jóvenes, la caída de ceniza es un incordio, pues los obliga a repasar los muebles, o a barrer los pisos de las casas y las escuelas. Para los más viejos, es una expresión de vida del volcán.



En toda la zona sur del país es muy popular el pastel de Karukan, una preparación hecha con azúcar, harina de arroz y una especie de batata regional, todo cocido al vapor. El resultado es una masa uniforme y elástica, sumamente blanca. Como todo preparado típico, sus consumidores son conocedores y por lo tanto exigentes a la hora de evaluar el estándar de calidad resultante. Otro tanto sucede con el sashimi de carne de caballo. El sashimi es un preparado a base de mariscos o pescados crudos finamente cortados, algo así como el carpaccio occidental. Se sirve con salsas típicas, como la de soja o el picante wasabi. Algunas carnes rojas utilizadas, a veces son algo cocidas, como en el caso de la del pulpo; en el caso puntual de la carne de caballo, la de mejor calidad proviene justamente de la prefectura de Kagoshima.

Hirokazu Kore-eda es uno de los más sutiles directores de cine. Sus películas retratan básicamente sentires de personas, a veces individuales, otras colectivos. También se relatan momentos, pero el peso del conflicto en general descansa en lo que les sucede a los hombres y mujeres que protagonizas sus películas. Son personas que sufren hasta el punto de quitarse la vida, como en Maboroshi, puede ser un niño de doce años que debe hacerse cargo de sus tres hermanos cuando su madre los abandona, como en la excelente Nadie Sabe, o pueden mostrarse como apacibles seres que una vez fallecidos deben elegir que recuerdo llevar a la eternidad, como vimos en la emotiva Después de la vida; nos detalla el encuentro de una familia al cumplirse el aniversario de la muerte de uno de sus miembros, el paso del tiempo y la tremenda humanidad de sus protagonistas en Caminando, y hasta logró hacernos poner en la ¿piel? de una muñeca inflable concebida sólo para el placer, pero que de pronto cobra vida y sale a descubrir el mundo exterior, como en la fascinante Muñeca inflable, una adaptación de un manga de Yoshiie Gōda. Su filmografía se completa con numerosos documentales para la televisión.



En el caso de Milagro, los encargados de ponernos en cuestión son niños. Dos hermanitos de edad escolar viven en ciudades separadas a causa del divorcio de sus padres. El mayor de ellos, Koichi, vive en Kagoshima con su madre y su abuela, conviviendo con la ceniza, los pasteles y el sashimi. El menor vive en Fukuoka, más al norte que su hermano, y está a la guarda de su padre, un rocker tardío que lleva una vida algo hippie. El diálogo entre ambos padres está cortado, no así entre los hermanos que entablan conversaciones telefónicas a menudo. La línea de trenes que unirá ambas ciudades está ya terminada, y hay expectativa en los habitantes. Koichi sabe de una teoría muy difundida, que cuenta que el primer cruce de ambos trenes bala en sentido contrario y a máxima velocidad, liberará una enorme energía, algo así como una estrella fugaz, que por su poder, será capaz hacer cumplir el deseo de quien presencie ese momento. Los dos hermanos deciden iniciar un viaje y encontrarse en el punto aquel en el que ambos trenes van a cruzarse. Junto a un grupo de amigos, cada uno lleva consigo un deseo para pedir en el momento indicado. Comprenderán que los milagros pueden existir o no, pero el hecho más importante es el trayecto que uno hace hacia ellos. Ese es tal vez el mensaje más acabado del filme.



Las películas de Kore-eda son en principio amables con todos los públicos, pero pueden ser profundamente aleccionadoras para muchos otros. Se podría decir que el cine de este director nacido en Tokio en 1962 mejora a las personas. Les da una hermosa borrachera de optimismo y espiritualidad, sin caer en ningún discurso que pueda entenderse como de lágrima fácil o golpe bajo. Nos muestra que podemos ser mejores seres humanos sólo con tener deseos e ilusiones, sin utilizar consignas religiosas ni diegotorristas. Nos señala como es que allí, en la cuna del consumismo y la tecnología voraz, también existen niños llenos de ilusiones y ancianos agradecidos por los bellos últimos momentos que están viviendo.

Siga a este director; si ya lo conoce, repase su filmografía, si sólo vio alguna de sus obras que pudieron exhibirse dentro del circuito comercial, busque aquellas que son más difíciles de seducir a un empresario de cadenas de cine + pochoclo: en todas ellas hay mucho de linda magia para descubrir y buenas caricias para el desasosiego cotidiano.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1650453/