jueves, 28 de abril de 2011

Gente guapa



Irónica desde el título, esta producción danesa aporta un interesante nuevo capítulo al fino humo negro escandinavo. Gente sutil, poco afecta al clamor y a la contorsión, en general transitan más por el sendero del bajo perfil, y si no fuera por sus cabelleras rubias casi fluo, pasarían perfectamente desapercibidos en casi cualquier ambiente. Sea tal vez por ello que cada tanto emergen con algún producto como este Gente guapa, rebosante de exceso y abuso, pero relatado alla nórdica, es decir, sin levantar mucho polvillo.

A Anna (Mille Lehfeldt) le han amputado un pecho, y esto le provoca un trauma que no sobrelleva muy bien. Más allá de la escabrosa secuela psicológica, no se la ve muy predispuesta a colaborar con su recuperación, sino todo lo contrario. Aparece como una mujer deprimida, introvertida, y para colmo el entorno, lleno de gente guapa, no ayuda.

Ingeborg (Bodil Jørgensen) es la madre de Anna, una mujer en sus cincuenta, que a fin de lidiar con una soledad inesperada, se fuerza por rehacer su mundo de relaciones. Ingeborg no logra que su hija Anna tenga con ella el contacto deseado. Le deja constantemente mensajes en el contestador, y trata cada vez que puede de sacarla de su aislamiento. Actriz de vasta carrera en su país, Jørgensen saltó a la fama por su papel de Karen en Los idiotas, de Lars von Trier, y tanto por aquella como por esta película, ganó el premio Robert que entrega la academia danesa de cine.



Por el otro rincón aparece Anders (Henrik Prip), un cincuentón que porta con una parafilia sexual de diván, que lo lleva a exhibirse compulsivamente en público, y como tal, a tener un sinfín de problemas, tanto con la ley como con su familia. Su analista hace lo posible por mantenerlo en cauce, pero a veces tambalea en su propósito.

La cuarta pata de la mesa es Jonas (Sebastian Jessen), hijo de Anders, un joven apuesto y de buen porte que utiliza sus deidades de adonis para ganarse la vida en baños de bares y antros de cualquier calaña, sin distingo alguno de género y color.



Este cuarteto interactúa involuntaria e inconscientemente, al margen de sus lazos y parentescos, para dar pie a una ensalada de situaciones que tiene la gran habilidad de llevarnos de un extremo de la congoja al otro que puede generar en el rostro una sonrisa culpable. Un repertorio propiamente de gente hermosa, más cercano a aquel en el que Marilyn Manson nos mostraba su visión de gente linda que al que nos propone cualquier publicidad de Coca Cola en la que aparecen niños cantando.

Gente guapa es la ópera prima, con todo el peso que eso acarrea, del jóven director Mikkel Munch-Fals, quien anteriormente sólo había realizado un par de cortos y es conocido en Dinamarca por conducir programas de televisión. Y sale muy airoso en el debut: la proyección es sumamente entretenida y llevadera, a pesar de lo denso de las situaciones que se relatan.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1503116

viernes, 22 de abril de 2011

Revolución, el cruce de Los Andes



Revolución, el cruce de Los Andes, es una película que no está centrada en la figura de un hombre, sino en un hecho concreto, que fue el mítico paso a través de la Cordillera de Los Andes en 1817. Como recurso narrativo se utiliza el recuerdo de un protagonista de primera línea, Manuel de Corvalán, a quien de joven, y "aprovechando que sabe leer y escribir", el General San Martín tenía de secretario. Ya en el ocaso de su vida, Corvalán relata los hechos a un periodista interesado en conocerlo, por ser uno de los pocos sobrevivientes de aquella gesta.

Es interesante reparar en el hecho que la película no se detiene expresamente en la figura de El Libertador; no hay grandes reflexiones o comentarios por parte del protagonista de aquellos que se pueden esperar en una obra en la que aparece un prócer en tiempo real. No se encuentra esas escenas en las que el protagonista lanza aquellas frases que hemos leído por años en los libros escolares, o esos pensamientos que posteriormente lo harán cita obligada de los documentales. El foco del trabajo está puesto en la épica del suceso más que sus protagonistas. Imposible separarlos a esta altura del análisis: un hecho de la magnitud del cruce de Los Andes con 5200 hombres a principios de 1800 sólo puede caber en la cabeza de aquellas personas que por su capacidad diferente para entender su presente ocupan hoy el lugar que tienen en la historia. Pero el relato técnico del filme esta básicamente apuntado a entender todos los aspectos que implica la empresa en cuestión.

Como en cualquier película de época, hay que hacer un esfuerzo de situación para poder comprender la dimensión de algunos sucesos. Quien alguna vez haya estado a distancia de la vista de la Cordillera de Los Andes seguramente comprenderá su majestuosidad; los que hayan tenido la oportunidad de cruzarla en avión, habrán tenido una visión más cercana su inmensidad. Llevado esto a 1817, con los elementos de entonces y el detalle no menor de contar con un ejército conformado en su mayoría por soldados mulatos, negros y esclavos libertos, da a la gesta dimensiones que sólo pueden ser comparadas con las de Aníbal o Napoleón. Y eso es bien retratado en la película cuando se habla mucho de técnica, se ve a un general preocupado por los detalles, un estratega obsesivo y genial que no repara en detalles, exige fuertemente a sus hombres y no tiene nada de aquello que más se emparenta con el mármol que con las personas.

En un momento particular de Argentina, es de buen tino recrear la historia sin exacerbar las figuras construídas por las clásicas poblaciones para niños en edad escolar, y sin tampoco servir a intereses sectoriales. Un procer del tamaño de San Martín se explica como perteneciente a “todo el pueblo” de la nación, y no como sólo a una parte. Pero cuando se recuerda a quienes desde el poder central le retacearon recursos o ningunearon sus conquistas, las respuestas circundan que "eran turbulencias propias de tiempos en los cuales se estaba delineando la patria". Las personas diferentes de aquellos años, con San Martín entre otros, tenían capacidades para elevar su mirada más allá de sus propios intereses, y tal vez ese aspecto de la historia moleste a quienes ven como inapropiado mostrarlos en conflicto con el poder establecido. Siempre que hay confictos en con el poder establecido, surge la idea de la incomodidad.




Se supone que los conflictos deben ser patrimonio de ciertos grupos, que para eso están, para tener conflictos, como los maestros, o los trabajadores en general, por ejemplo. La mención a un conflicto gremial, o una huelga, ingresa dentro del marco de lo que el imaginario entiende como una disputa lógica entre poderes, y allí están en la arena en la cual deben dirimirse sus diferencias. Pero si el conflicto es con los grupos de poder acumulado, los empresarios, o los industriales, entonces se escucha hablar de inquietud, inestabilidad, o como se utiliza últimamente, de crispación. Es crispado peticionar a un poderoso; en cambio si un trabajador peticiona, en todo caso será molesto.

José de San Martín fue un gran molesto, un inadecuado que jamás sobrepuso interés personal alguno por sobre sus ideales de libertar su patria grande, que era Suramérica. En la película Revolución, poco se ve justamente de esto, del clima propio de una revolución. Se habla más bien de guerra, de batallas. No existe un discurso ideológico machacante, más allá de algunas arengas propias del momento. Se puede ver que San Martín era un militar de carrera, un estratega genial, una persona que no intentó más que poner sus saberes al servicio de sus ideales. No precisaba mencionar la revolución a cada rato, o andar estimulando a sus hombres con frases o discursos; él sabía que había que cumplir con el deber, y que ese lugar de la historia le había tocado a Él, por eso se atribuía el derecho al fracaso eventual de la empresa. La dimensión de su figura sólo es comparable al volumen de su gesta, por eso fue el mejor de los nuestros. Y eso también puede apreciarse en la película, como cuando se lo ve esperar a estar sólo para retorcerse de sus dolores de estómago, o cuando le pide perdón a quién dio la vida por él, pero sin dramatismo o desmesura, sabiendo en la intimidad que esa persona estaba cumpliendo con su deber, que era el de salvaguardar al líder.

José de San Martín fue un militar genial, desde lo táctico y estratégico en el campo de batalla, hasta su disciplina aplicable a sus propios principios. La práctica recurente de demonización de la política intentó instalar que la grandeza de su figura se circunscribía exclusivamente al ámbito castrense, y utilizan su deseo de no participación en cargos públicos de alguna manera como un ejemplo de pulcritud y asepsia. Nada más lejano de la realidad: San Martín era un animal político que en cada uno de sus acciones dejaba regueros de compromiso con sus ideales, plenos de vigencia a doscientos años de distancia.

miércoles, 6 de abril de 2011

Nokas



El escenario de este filme es la ciudad noruega de Stavanger. Allí, en abril de 2004, un grupo de 11 hombres vestidos con trajes de comandos tipo SWAT arribaron a la sede la empresa Nokas con el objeto de robar dinero en efectivo. Nokas es la forma corta de Norsk Kontantservice AS, la empresa que en Noruega distribuye dinero efectivo a los bancos.

El robo, se dice, es el más grande de la historia ocurrido en el país nórdico. El botín fué de 57 millones de coronas, algo así como 10 millones de dólares, de los cuales 51 millones todavía se encuentran desaparecidos. Existió una investigación posterior que incluyó varios arrestos. Esto aparece mencionado en los intertítulos explicativos al final de la proyección. Y el dato no menor (para los noruegos) es que la investigación y el juicio que implicó este siniestro costó a la sociedad cerca de 160 millones de coronas.

Siendo visperas de pascuas, hay mucha demanda de dinero, y en la sede de Nokas se encuentran atareadas las empleadas preparando los pedidos para afrontar las compras y las extracciones de los cajeros automáticos. Entónces irrumpe un grupo de personas ataviadas de comandos y perpetra el asalto. Acceden a un patio interno, y desde allí pretenden ingresar rompiendo un vidrio que da directamente al lugar en el cual la gente está trabajando, es decir, contando billetes. No tienen necesidad alguna de sortear ni custodia ni control policial: entran por la puerta de la empresa y se dirigen directamente al patio trasero. Los empleados los ven venir hacia el vidrio, pero no terminan de entender que sucede. Una vez que empiezan a golpear el vidrio con la intención de romperlo, comprenden la gravedad de la situación.

A la policía se la ve disciplinada y en cierto modo, relajada. No tiene la apariencia del oficial guapo o prepotente del cine más instalado. Tampoco aparece el agente obeso y tonto, algo así como la contracara del anterior, también habitué de las pantallas. Son hombres (hay varias mujeres, pero los que entran en acción son los varones) todos de edad que supera los 35 años, de físico apto pero no demasiado fuera de lo normal, y con aspecto sereno y profesional. Y como las pascuas también corren para ellos, hay muchos agentes de franco, con lo cual la seccional está algo desierta. En cualquier lugar del mundo, se podría decir que es el mejor momento para organizar un robo.



Los ladrones hacen casi todo bien. No se explica en detalle en la película, pero en la crónica periodística se puede averiguar que se trató de ex-militares albaneses bien entrenados. Uno de los aspectos sorprendentes de la película es el entorno alrededor del cual se desarrolla el robo. Hay una plaza, es de mañana, y hay mucha gente circulando, entre ellas, madres con sus niños y personas paseando mascotas. Tambien aparece un grupo de jóvenes en una esquina, conversando. A pocos metros de allí, integrandes de la banda están parados custodiando el trabajo de sus compañeros, portando armas pesadas y pasamontañas con casco incluído. Nada parece enturbiar la calma de los ciudadanos. En algún momento llega un patrullero avisado del asalto. Antes de salir a la calle a patrullar, los policías piden a sus superiores que le confirmen si deben salir armados. Claro que las armas de los agentes son pistolas pequeñas, que poco pueden hacer frente al armamento de los delicuentes. Sin embargo desenfundan y se preparan para intimidar a los agresores.

Policías y ladrones se encuentran a distintos lados de la plaza, mirándose unos a otros, pero tardan en abrir fuego. Cuando me refiero a que tardan, lo digo en términos cinematográficos. Uno, habituado a las proyecciones hechas en Hollywood, imagina que va a tener por lo menos 15 a 20 minutos a sangre y fuego, como para justificar el pochoclo al menos. Aquí empiezan por apuntarse, escondidos tras cada esquina, sin más que eso. Antes de los disparos una transeúnte le habla al delicuente:

- ¿Disculpa? ¿Puedo pasar?





El asaltante le hace un gesto con la mano, y la chica pasa. Al otro lado de la plaza el oficial de policía le grita a la gente que se aparte, que está sucediendo un asalto.

En algún momento todo parece tan bizarro que se transforma en realidad. Afortunadamente no me ha tocado estar en ninguna situación de esas, pero da claras que esos momentos deben ser de esa forma, al menos en este tipo de países. Muchos de los hechos de violencia que nos relatan a diario los medios de comunicación carecen de la tremenda dosis de sorpresa que siempre es una carta a favor de los delincuentes. Y allí cuando uno toma verdadera conciencia de que está en medio de un asalto, si es que se trata de un atraco de película, el asalto ya terminó. Así se contó hasta el hartazgo el manual del perfecto ladrón: rápido, sigiloso, calculador. Al punto que en numerosas historias, el protagonista carga con tintes heroicos y hasta de leyenda, por lo bien que roba. Pero en el idioma del cine industrial, ¿cómo se cuenta en una película de dos horas una historia de un robo que llevó 10 minutos? Y ahí empiezan a aparecer los tiros, los técnicos en comunicaciones, el héroe que se desliza por los ascensores, el muchacho de explosivos, el rehen, y todo el set de utilerías. El robo en el cine es como el western: se inventó para la pantalla, pero en la realidad no existió nunca.

El robo verdadero y bien contado es como el que cuenta Nokas, con agentes que vacilan y sin tener miedo muestran sus cuidados. Con transeuntes curiosos pero no idiotas que solo buscan sacar fotos con sus teléfonos. Con trabajadores que buscan evitar el robo pero a la vez no comen vidrio, y priorizan su vida antes que cualquier otra cosa. Y con una comunidad que esta más acostumbrada a que baje un oso del bosque y se estrelle contra un auto a que haya un asalto a plena luz del día.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1337366