jueves, 14 de julio de 2011

Con lo que se llenan los globos.




Hicieron escuchar a un grupo de hombres y mujeres de entre 30 y 50 años el ruido que hacen las armas automáticas al cargarse y sin mostrarles ninguna imágen, les preguntaron si reconocían el sonido.
Todos lo identificaron inmediatamente, algunos de ellos con cierta inquietud.
Posteriormente, les preguntaron si alguna vez habían tenido algún contacto cercano con un arma.
A pesar de haber reconocido el sonido, todos contestaron que no.

Eso es la televisión.



Así de fácil entendemos de ármas, calentamiento global, planes de ajuste y retenciones móviles. Las definiciones van de boca en boca casi sin ningún proceso digestivo, y como parece que todos debemos concluir con algo para no quedar fuera la media opinadora, si la opinión ya viene incorporada, mejor, así nos ahorra la neurona.

Así de fácil se habla de facismo. "¿Vos subiste el aire?" "Y si, hacía frío" "¡Qué facista!" O sino los que entienden "eso, no es ni más ni menos que facismo, viejo". Se sabe poco pero la palabra se usa mucho, tal vez a algunos le parezca divertido.

Los artistas hablan y opinan, con o sin guitarra. Cuando Gieco dijo por primera vez que la guerra pisaba toda la inocencia de la gente, muchos nos inclinamos ante la potencia de la frase y la repetimos como consigna cada vez que se pudo. Cuando Paez dice que alguna porción de esta ciudad le da asco, ah no, ahí te estás metiendo conmigo, no con la guerra, ¿qué te pasa flaco?

Los artistas dicen lo que los pueblos no saben o no se animan a decir, para eso están. Tienen la sensibilidad para ver entre los pliegues de la realidad, y no son analistas políticos, porque carecen de corrección política. Fito canta a los gritos en el escenario, a veces desafina o se queda sin voz, pero no miente. No trabaja para nadie, él está al servicio de sus creaciones, y así como nos da arte en forma de canciones que para muchos de nosotros posiblemente sean el rostro de alguna novia o la banda de sonido de un momento de nuestra vida, también interpreta la realidad, y la interpela. Siempre tuve la duda de esto: cuando un artista recibe tanto cariño de su gente, se debe preguntar si todos los que se emocionan con sus canciones que hablan desde la sinceridad son buenos tipos. Quiero decir, ¿cómo se siente un músico tal que es muy popular pero que además tiene sus propias ideas y pensamientos, cuando se entera que el dictador tal o el asesino x es fanático de su obra? ¿No tendrá ganas de decirle: "¡No has entendido nada de mi mensaje!"?

En un sistema democrático, y a diferencia de otras épocas de proscripciones, es perfectamente válido que la población vote a quien quiera. Hasta también es comprensible y válido la opción del “voto bronca”, o sea votar a un candidato más por desagrado de la competencia que por cualidades propias. Lo que surge complejo de entender es cuando esta última alternativa lleva al gobierno a la opción más vacía en términos políticos, más torpe en cuestión de gestión, y más indiferente a la hora de atender las necesidades de los más vulnerables.

Fito debe haberse cansado de tener multitudes coreando con él versos como "dar es dar". Es lógico que le repugne encontrarse rodeado de tanto egoismo.

Gracias Flaco, en esta semana aciaga vos le diste alegría a mi corazón.

Sin limites



Del director de El ilusionista, Neil Burger, llega esta producción que pudo juntar al jóven actor Bradley Cooper, que reparte su currícula entre el cine y la TV, con el veterano Robert de Niro, quien desde hace tiempo alterna buenas y malas películas.

Eddie Morra (Cooper) es un escritor (o al menos intenta serlo) que debe entregar un trabajo prometido a su editor. Se le viene la fecha encima y aún no pudo completar una línea. Para colmo de males su novia lo deja de a pie y su economía comienza a tambalear. A dos calles del abismo aparece en escena un ex-cuñado de dudoso pasado que le ofrece una droga maravillosa capaz de activar el 80% del cerebro que no usamos. Morra la prueba y ahí comienza la película.

El personaje experimenta una enorme capacidad de razonamiento y deducción a alta velocidad, sumado al hecho que recuerda cada cosa que leyó o vió a lo largo de su vida, lo cual lo coloca en una posición netamente ventajosa con respecto al resto de sus pares. Es capaz de manejar situaciones complejas, sale airoso en discusiones ásperas, mejora su calidad de vida personal, tiene éxito con las mujeres y entre otras cosas, aprende muy rápido a tocar el piano, algo así como un plagio de mi vida misma. Sólo que Morra se vuelve adicto a esta medicación mágica, cuyo efecto tiene un tiempo tras el cual aparecen no sólo efectos secundarios sino un personaje que apenas puede mirarse al espejo.



Es de imaginar el resto de la película, no hay demasiada necesidad de agregar más. Si gusta del pochoclo va a pasarla bien algún rato, aunque si es de los que cada tanto se detiene a ver que color del maíz inflado, puede encontrar algunas fisuras.

La molestia técnica más grande es la lógica de video-clip que tiene la filmación. Es recibir constantemente jueguitos de cámara que saturan la visión del espectador, aunque en realidad no hace más que mantenernos despiertos ante un guión que tiene poco para dar. La voz en off del protagonista aparece casi constantemente a lo largo del relato, como explicándonos algo que de por sí se cae de maduro; pero es así, como los malos relatores de fútbol, no pueden evitar el silencio, les incomoda. La música intencionada, los efectos de sonido y el movimiento contínuo del foco hacen como si la película quisiera funcionar en nosotros como la misma droga de la que habla.

Los clichés del cine estadounidense están al orden del día: el malo habla con acento ruso, las empresas más corruptas hacen acuerdos con el gobierno de Libia, la chica de vida ligera que aparece muerta hace trabajo social. En un tramo de la película, Cooper le dice a sus guardaespaldas: “No se vistan iguales, esto no es Matix”. El que avisa no es traidor; menos mal la aclaración, casi uno puede confundirse. A modo del juego de concursos, bretel pregunta:

¿Para que cree que el protagonista aprovecha su medicina milagrosa?
  1. Para promover la paz en medio oriente
  2. Para buscar una salida a la crisis de económica europea
  3. Para encontrar la cura contra el cáncer



Exacto, se mete en el mercado de valores, y en poco tiempo se llena de plata. Su vida se convierte en lo más parecido a los videos de regetón: mujeres, yates, piscinas y lujo. Toda una paradoja de lo efímero, el efecto de las pastillitas dura cada vez menos, con lo cual la euforia debe ser mayor.

La labor de los actores esta al nivel del producto. De Niro hace lo que puede, pero a su edad las pastillas duran menos, aunque le da un poco de brillo al tramo final del filme.

La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿vale entretenerse con cualquier cosa? El “sentido común”, que es el que se lleva mejor con la cultura conservadora dominante, digiere esta película como un entretenimiento válido para disfrutar un sábado con amigos y muuuucha gaseosa. Si es por pasarla bien, bien vale un caño, o en este caso una pildorita. Pero, ¿y los mensajes por debajo que aún en las más inocentes producciones seguimos recibiendo no significan un grano de arena en al construcción de sentido? ¿No se la podrá pasar bien comiendo pochoclo viendo la película de un norteamericano malo que invade Irak y mata ciudadanos inocentes, o un empresario que elimina a la competencia mediante métodos sucios? ¿Vamos a encontrar a un protagonista central que no tenga ojos claros, o alguna señorita algo excedida de peso que no haga de buena? ¿Cualquier gesto prejuicioso es capaz de arrancarnos una sonrisa? Y mientras tanto seguimos recibiendo los estándares de siempre que buscan predisponernos ante cada cosa como si fuera normal.

La respuesta tal vez sea que si, todo vale para divertirse. Sólo hay que saber de que se trata, y que busca el que está atrás de la más edulcorada historia, nada más. No sea cosa que un día querramos dejar la pastillita, y ya no sea posible.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1219289/