viernes, 24 de diciembre de 2010
La red social
La película La red social narra los entretelones de cómo Mark Zuckerberg tomó la idea para la creación y lanzamiento del sitio Facebook, en pleno ambiente universitario estadounidense, allá por 2003. El relato ronda la audiencia de negociación que se entabla para evitar distintos juicios contra Zuckerberg, tanto de quienes lo acusan de robar la idea (los gemelos Winklevoss), como de su camarada y amigo Eduardo Saverin, por literalmente dejarlo fuera de la sociedad mediante la traición en la firma de documentos.
Quienes gusten del estilo de filmes sobre juicios, con los diversos alegatos justificados por ambas partes (aquí en forma de flash-backs que sirven de soporte al relato), disfrutarán de la proyección. Cuesta seguir ese estilo de diálogo rapidísimo de contestaciones y contra-respuestas canchero que satura gran parte de las escenas, y que como habré dicho en otra ocasión, cuestiona fuertemente el subtitulado a favor del doblaje, más cuando el 70% del diálogo es intrascendente y no hace más que dejar exhausto al espectador para cuando llegue el momento de la charla relevante. Hay numerosas referencias al mundo informático, ya sea técnico o comercial, que seguramente dejarán afuera a muchos, pero la mísma película se encarga de hacernos saber que cosas son importantes de recordar y cuales son simples menciones de referencia.
Lo digno de mencionar bajo la óptica de nuestro queridísimo bretel, no es puntualmente los aspectos constitutivos o dialécticos de la película, que, es justo decir, se disfruta a pesar de abrumar en algunas partes. Una vez más lo que llama la atención es el significante oculto, o tal vez no tanto, que tiene que ver con los motores que impulsan al jóven Zuckerberg a moverse de la forma en que lo hace, y al fenomenal éxito de Hollywood en lograr la aceptación masiva del público (y en algunos casos hasta envidiosa) de la canallada.
Provengo del ámbito de la informática, así que puedo dar cuenta de algunos aspectos que muy bien se retratan en La red social. La personalidad del personaje es bien clásica de ese ambiente, y está muy bien lograda por el actor Jesse Eisenberg. Se trata de un sujeto hosco, introvertido, y bastante intratable. La película comienza cuando su novia de la universidad lo deja. Perplejo e incrédulo por cómo se desencadenaron los hechos, Zuckerberg se mueve rápidamente y canaliza su despecho en un sitio de la red interna del claustro en la cual denosta a la chica y al resto de las mujeres del lugar. A partir de allí comienza a darse la génesis de lo que más tarde será Facebook. Siendo simplista podría resumirse que el origen del multimillonario sitio es la soledad y la venganza.
Pero hay mucho más. La soledad puede dar, en su lugar de recogimiento, a inmumerables obras que bien pueden retratar el momento para la eternidad o tal vez mitigar o revertir el padecer circunstancial. En este caso no es así, sino que da origen al monumental fenómeno de los 2000, que es el de la gente-sola-junta. Algo así como el paradigma de la soledad en colectivo, apenas entibiada por el hecho de pertenecer sólo por la simple posesión de objetos de tecnología o la membresía a listas de individuos sin fines de agrupación.
Dónde aparece excelentemente retratado el perfil del nerd que es Zuckerberg es en sus iniciales principios de vencer el desafío por el desafío mismo, algo muy propio del hacker. El hacker no busca fama, simplemente siente placer al desnudar la vulnerabilidad de un sitio en particular, y plantar allí una bandera diciendo: “mira donde he llegado”. En general no es un delicuente común, no lo hace para robar un banco o estafar a ninguna empresa; sueña con entrar a un sitio del nivel de el FBI o el Mosad y dejar algún recuerdo de su paso por allí. Del mismo modo que el contrabandista de obras de arte famosas, casi en forma onanista disfruta él sólo con su delito, ya que no puede exhibirlo a los demás ni contárselo a nadie. Esos ideales de realización más allá de lo material que se muestran originalmente en el protagonista de la historia, posteriormente mutan en una despiadada carnicería por llegar a sus objetivos sin ningún tipo de miramientos ni distinciones de ninguna clase.
El Mark Zuckerberg de La red social es tan frío como los algoritmos matemáticos que dominan su sitio. Apenas gesticula (mérito del actor), reserva toda su adrenalida para el parlamento y el teclado, pero se muestra como un sujeto desalmado e impertérrito a la hora de traicionar a quien sea con tal de llegar a destino. Y sin decirlo tácitamente, sin cometer el políticamente incorrecto acto de ponerlo en ningún pedestal, el filme logra en muchos espectadores una sonrisa casi cómplice, piola, tan canchera como los díalogos. Y es dónde allí aparece el mérito de Hollywood que se mencionaba antes: de contar el peor de las tragedias o la mayor de las traiciones con algo de crema batida y unas cerezas marasquino para que queden bonito y no caigan mal a nadie.
El fime muestra que el protagonista acaba la historia del mismo modo que como empezó. Aquellos a quienes por su ideología la película los excitó hasta la erección, contestarán: “sí, pero con algunos millones en el banco”. Seguramente, con unos cuantos millones en el banco, pero dando una magnífica lección de cuál es el atajo utilizado y desenmascarando hasta al hueso a quienes lo admiran.
Interesante replanteo para quienes no pueden estar un instante en la soledad acompañada por sí mismos, les cuesta permanecer solos en una confitería sin consultar su teléfono móvil en vez de mirar a la gente, o se sienten poco queridos si andan cortos contactos. Y también para leer detalladamente las condiciones antes de aceptar cualquier acuerdo que le proponga su red social amiga. No sea cosa que un día se le aparezca un señor con maletín reclamándole a su hermana.
Imdb: http://www.imdb.es/title/tt1285016/
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