martes, 17 de julio de 2012
Tenemos que hablar de Kevin
Tenemos que hablar de Kevin es una clara apuesta a la teoría de que la bondad innata no es patrimonio de todos.
La directora escocesa Lynne Ramsay gusta del cine independiente, y sus trabajos anteriores nos hablan del particular sentido de sus intenciones tras el lente. Ratcatcher (1999) su primer largo, es la historia de un niño de doce años que trabaja de recolector de basura en Glasgow en 1973, y que de manera accidental ahoga a otro niño en un canal. El viaje de Morven (2002) cuenta la historia de Morven, una jóven que al regresar a su casa descubre que su novio se ha suicidado, dejándole una breve carta.
Con este plafón de fondo, en esta su tercer película del 2011, Ramsay compone la historia de un matrimonio que se embarca en la tarea de criar a su primogénito, el Kevin del título. Relatada con un montaje que mixtura pasajes del pasado y el presente, el filme va presentando la historia, haciendo saber de antemano que las cosas no terminaron bien. Eva (Tilda Swinton) es la madre de Kevin. A través de los distintos saltos en el tiempo que presenta la proyección, se puede apreciar que el niño ya en sus primeros años es de todo menos dócil, al punto que su comportamiento roza un término que cualquiera quisiera evitar a toda costa, más tratándose de un niño: pura maldad.
Franklin (John C. Reilly) es el marido de Eva y padre de Kevin. Su manejo con el niño no es tan crítico; por su trabajo esta menos en contacto con la criatura, y de vuelta al hogar debe ocuparse más de contener a la madre que de lidiar con él, y porque además, explícitamente el niño con su padre es un primor, lo cual angustia profundamente a Eva, que detecta el accionar perverso.
El pequeño Kevin está caracterizado por el niño Jasper Newell, el cual hace un trabajo magnífico, tensando al máximo la capacidad del espectador de permanecer indiferente. El Kevin adolescente es Ezra Miller, un jóven actor que ya pudimos saborear en la excelente Afterschool, ahora algo más maduro, y cuya mirada penetrante y fisonomía andrógina resulta sumamente perturbadora.
La pregunta que flota tras la proyección es: ¿puede un niño ser malo per se? Quienes ahondan en las profundades del alma humana suelen encontrar alteraciones del comportamiento producto de situaciones de entorno durante la formación del individuo, o bien por desórdenes de índoles constitutivas. Pero cuando estas opciones son descartadas, y se desecha la posibilidad espiritual de una intervención del patrón del Averno, ¿qué explicación puede hallarse para entender a una persona que ha crecido y se ha formado en un hogar y un derredor en el que no parecen estar dadas las condiciones para semejante desvío?
La familia de Kevin dista de ser lo que comunmente se presenta en el cine como una familia disfuncional. El padre muestra cierta indulgencia con el niño, y la madre quiere convencerse día a día que se trata de una etapa de berrinches y travesuras que pronto llegará a su fin. Por otra parte, no debe ser fácil de reconocer para una madre que su hijo es malo. La consulta médica como primer paso, y el buen desempeño en la escuela más tarde, revelarán que el objetivo de Kevin no es indiscriminado, sino que por el contrario, es bien selectivo. Sus flechas se apuntarán directamente a su madre, y el misterio a develar es el motivo que las mueve: tal vez hacerla sentir responsable de haberlo traído a este mundo. La misma sociedad (y no Kevin) será quien posteriormente se encargue de hacerle tronar a Eva el escarmiento merecido.
Otra película más en la que Tilda Swinton saca brillo a su enorme capacidad para transmitir los más oscuros pesares con una economía gestual apabullante. Tal vez otra actriz hubiera podido llevar adelante el reto de encarnar a Eva, pero la inglesa tiene el talento natural de expresar con unos pocos gestos lo que a otra le llevaría varias líneas de parlamento. Capacidades innatas, que le dicen. Como las de Kevin.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1242460/
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