martes, 15 de septiembre de 2009

World Trade Center




Para mucha gente, la realidad no sucede hasta que no la refleja el cine. Quienes ya no saben diferenciar lo verdadero de lo ficcional, se sorprenden ante la verificación de que un film está "basado en hechos reales", o por el contrario, se preguntan si una historia particular es una recreación de un hecho auténtico, o es sólo el fruto de la imaginación de alguien.

Como ya se habrá dicho hasta el hartazgo, lo sucedido con las torres gemelas en 2001 superó cualquier ficción. Mi afición al cine me condicionó de una manera tal que empecé a observar la realidad de una forma diferente, y (como muchos otros seguramente), no puedo evitar, ante una noticia de cierto nivel de impacto, preguntarme cuánto tardará en ser llevada al cine, y de que forma. En el caso de las torres, y una vez superado el estupor inicial, recuerdo haber imaginado decenas de fotos de lo que suponía que iba a ser la película de ficción de esta realidad; conociendo la interpretación y utilización que se suele darle al cine en los Estados Unidos, imaginé desde las pelis más panfletarias, hasta las de mayor nivel de golpe bajo, a la vez que no terminaba de cerrar cómo debería ser la forma más equilibrada de hacer esta película, si es que existe alguna.

Saber que Oliver Stone sería el encargado de realizar la película sobre el 11 de septiembre (casi al mismo tiempo apareció United 93, pero con otro enfoque del suceso) fue de alguna forma una noticia auspiciosa, ya que el director garantizaba un importante porcentaje de carga crítica en el film. Por su historial, por lo que hemos visto anteriormente de su obra, se sabe que Stone no usa la bandera norteamericana en sus películas solamente para deducir impuestos; de una forma u otra, siempre aparece una crítica al funcionamiento interno del imperio e importantes observaciones acerca de cómo se hicieron las cosas que son por demás interesantes. Es un director que no teme manchar el bronce de los próceres de su pueblo, y tampoco se encolumna en la línea de los críticos gratuitos en busca de fama efímera: su trabajo es meticuloso, documentado, casi detectivesco.

En la película World Trade Center decidió encarar el film por el lado más obvio (si se quiere), pero a la vez mas novedoso que pudo dar Hollywood: el de los bomberos. Y es que los verdaderos héroes de la jornada esta vez no son ni los generales, ni el presidente de los EEUU (se muestra la noticia de Bush huyendo a ponerse a salvo mientras en su pueblo reina el desconcierto) ni la CIA, ni las organizaciones secretas, ni ningún otro individuo que se precie de su calidad de único. Acá el protagonista es una vez más quienes tuvieron que poner el cuerpo allí cuándo hacía falta: el bombero, el agente de tránsito, el paramédico; por decirlo de alguna manera, los peldaños más bajos de un escalafón que se supone ascendente y evolutivo por mérito de sus propios integrantes.




La película muestra el estupor y la confusión que debió haber reinado en ese momento en el cual todavía se suponía que el avión estrellado contra el edificio se trataba de un accidente; recién aprestados los primeros socorristas a la escena, sucede lo del segundo avión, y vemos como los mismos protagonistas no terminan de entender que es lo que está sucediendo. Yo recuerdo ese día como si fuera hoy: estaba en mi trabajo en Buenos Aires, y las noticias llegaban de a pedazos, uno que estaba escuchando una radio, otro que podía acceder a internet, y no era claro lo que estaba pasando, con lo cual, pude ver a los protagonistas de la película haciéndose casi las mismas preguntas que nosotros en la otra punta del mundo. El mostrar esta confusión tan naturalmente, alejada de la certeza de los investigadores de ficción del cine norteamericano, es un acierto del film: no suelo identificarme mucho con los personajes de este tipo de cine, y que lo haya hecho en parte para mi es una buena prueba de ello.

Nicolas Cage interpreta al jefe de un escuadrón de bomberos de la guarda portuaria, simplemente eso. Se lo ve un hombre común, no es un superhéroe, y su patrulla está conformada por personas como él, ninguna tropa de elite. Se lo ve sobrio, cercano a su gente, muy identificado con un trabajo que no lidia con la resolución de casos complejos o especiales: es un bombero de guardia, simplemente eso. Y tan simplemente eso como lo son los pares con los que trata a lo largo de su tarea ese día: oficiales de tránsito, guardias de seguridad, paramédicos, enfermeros. Stone se encargó de dejar de lado cualquier signo de superioridad militar o policial en el centro de la acción, y ello constituye el objetivo de su película, que es el de homenajear a esa gente que no suele salir habitualmente en las películas y sin embargo está todos los días allí haciendo su trabajo. Y este aislamiento llega a un nivel tal, que la presencia de un marine que sólo puede pronunciar frases sentenciosas resalta con el resto del elenco de forma notable.

Si piensas ver el film, deberías saltearte hasta el final del texto, porque voy a contar algunas partes del final (eso que ahora dicen spoiler, arruinar en español). Un resumen de todo lo anteriormente dicho lo constituye la escena final de la película. Cuando finalmente el personaje de Nicolas Cage es rescatado de los escombros con el último hilo de vida, se ve como es llevado en una camilla por sus mismos pares, aquellos que visten sus mismos uniformes, y que por las circunstancias en que se encontraba atrapado, debieron batallar durante horas para sacarlo. Y mientras es transportado por la larga cadena de brazos por sobre los escombros, vemos cómo él agradece uno a uno a cada uno que porta su camilla, con las pocas fuerzas que le quedan, pero en un gesto que representa un concepto claro de adónde quiere llegar la película y a quienes pretende rendir tributo.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0469641/

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