lunes, 28 de diciembre de 2009
Sed
Con Sed (Bakjwi) vuelve el mejor Park Chang-Wook. Los que los seguimos desde siempre, disfrutamos su cine. En su anterior trabajo, Soy un cyborg (2006), experimenté por primera vez cierta desilución; tal vez el hilo conductor no fue lo sólido que esperaba, o la sensación de sorpresa constante que acompañaba cada estreno no fue tal. En Sed, el director coreano vuelca un vertiginoso despliegue de sensaciones en cada escena.
Vuelve a aparecer el fino humor negro; no se trata de una película más de vampiros, ahora tan de moda y fomentados por el mercadeo para adolescentes. El personaje en cuestión no calza colmillos, sino sotana, broma irónica que nos arranca una mueca algo incómoda ya desde el inicio del film. Para darle más lujo al celuloide, el papel corrió a cargo del gran Song Kang-Ho, quien ya trabajó para Park en Lady Vengeance (2005), Sympathy por Mr. Vengeance (2002) (ambas de la trilogía de la venganza junto a OldBoy, del 2003) y Zona de riesgo (2000) El actor coreano es una de las estrellas de su país, ganador tres veces del premio a mejor actor de la industria del cine asiático (The Host, Secret Sunshine y The Good, the Bad, the Weird) Su rostro y su carga gestual lo asume como un hombre que siempre parece bueno, desafortunado o como menos muy sufrido. Aquí otra vez la angustia vuelve a acompañarlo, y deberá sortear uno a uno los obstáculos que le impone su doble rol de sanador y chupsangre.
Todos aquellos clichés propios del cine de vampiros en Sed son recreados y tratados con una nueva mirada: el cura se debate entre su misión sacerdotal y su incontenible deseo pecaminoso. Quiere buscarle la vuelta, sabe que necesita de sangre, pero no quiere incurrir en todo lo que ya conocemos que hacen estas criaturas. Para colmo de males, su condición muerto viviente le proviene accidentalmente, como una especie de contagio mientras atiende enfermos con la mayor abnegación. Como todos los anteriores del cine, este vampiro sufre y se castiga, pero de forma diferente; lo mismo sucede con el amor y el sexo, que tras años de castidad religiosa, le brota de forma irresistible, a la vez que la culpa. Conserva sus condiciones y ritos, pero los dota de un nuevo ingrediente: esta vez la sangre con la que comulga no es la de Cristo.
La belleza y la bizarría se combinan armónica y maravillosamente. Allí cuando estamos terminando de digerir una imagen que en otro contexto podría desagradar o resultar impresionable, pero en este cuadro se compone de manera llevadera, irrumpe el gag, el humor imprevisto, o la tragedia más mundana. Los diálogos, el guión, la música, todo articula de un modo fantástico, al punto de no percibir las dos horas y cuarto de duración. Párrafo aparte para Kim Ok-Bin, la bella actriz que interpreta a Tae-ju, quien experimenta un cambio de fisonómico magistral con el correr del film.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0762073/
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