lunes, 28 de mayo de 2012
El puerto
Quizás Kaurismäki entendió que los hechos trascendentales de la manifestación vital se suceden sin ampulosos decorados ni música de fondo, como el nacimiento de un niño o la apertura de una flor. En su cine, difícil será ver personas rodeadas de opulencia o excesivo bienestar; por lo general se trata de clase trabajadora, gente que vive con lo justo, o algo menos quizás. Y el director se encarga, trabajo tras trabajo, de realzar lo más valioso que poseen: sus códigos de valor y el respeto por sus pares. Tienen diferencias entre ellos, marcan a veces claramente que no piensan del mismo modo, pero saben definitivamente de que lado de la de la torta está la porción que va a tocarles. Y saben también que sus lamentos no valen un pase de vereda para inclinar la balanza, pues conocen de sobra lo que el destino les tienen reservado: el permiso de creer que por un rato pertenecen a la clase que los margina y el posterior descarte al lugar de origen.
¿Cuántas palabras son necesarias para contar una historia? Con unos pocos trazos, el cine de Kaurismäki puede estremecer hasta el infinito, haciéndonos poner en duda cuanto es lo redundante de la vida diaria, y por añadidura, del cine comercial más promocionado. Estando ausente el decorado excesivo, la música ambiente omnipresente y fundamentalmente, la gestualidad muchas veces innecesaria, la atención sólo puede estar puesta en lo escencial que resumen las breves líneas de diálogo y lo acotado de las escenas.
Inevitablemente, sus obras acaban por poner en duda lo saturado que nuestras vidas están de palabras y de objetos que tal vez no necesitamos para aquello que fueron diseñados, sino más bien para darnos resguardo de la soledad o la insatisfacción. Sin la solemnidad aleccionadora de la que es tan adicto el cine asiático, sin estamentos sentenciosos ni frases complicadas, es inevitable que en cada una de sus películas nos encontremos frente a momentos de extrema ternura, allí donde parecería no caber ni una gota de ella.
Kaurismäki es el medicamento escencial, la monodroga única sin saborizantes ni colorantes, el estribillo sin estrofa, el plato sin adornos. Es el respeto por la capacidad del espectador a su confianza de que las palabras y los gestos son vehículos para llegar a un destino que es el objetivo previsto. Es un modo de ver la vida que nos rodea con nuestros propios ojos. Él viene a ser el tamiz que se ofrece abnegado para recibir el todo y retener sólo lo importante, allí dónde nuestro ojo ha sido entrenado para recibir cada dosis de escencia rodeada de material de relleno.
El puerto es una lección más del director finlandés. También puede ser vista como un filme. La narración cuenta la historia de un grupo de inmigrantes ilegales africanos que es descubierto dentro de un contenedor en un puerto de la Normandía francesa. Entre ellos se encuentra un niño que escapa del control policial, y es acogido por Marcel, un hombre que se gana la vida lustrando zapatos. Su abnegada esposa Arletty vive su vida dedicada casi exclusivamente a las tareas de la casa y a su esposo. Sus vecinos y amigos, personajes típicos del lugar, constituyen una marca de fábrica del director. La solidaridad entre ellos está basada en férreos códigos que se mantendrán inalterables más allá de las viscisitudes que atravesarán. Completa el elenco el particular representante de la ley y el infaltable perro. Comentar más de esta película sería borrar con el codo todo lo expresado anteriormente.
Marcel es André Wilms, quien ya trabajó con Kaurismäki en La vida de bohemia y en Vaqueros de Leningrado. Arletty es Kati Outinen, actriz estrella del director, que merece un bretel aparte por el tamaño de su figura. Elina Salo interpreta a Claire, y es otra actriz casi infaltable en sus filmes. Evelyne Didi es Yvette, y Bondin Miguel es el pequeño Idrissa.
Cuando la oferta se maneja por la cantidad de adicionales más que por el valor del productor principal, como en el llame yá televisivo, suele ser buena estrategia ir a por sitios seguros que nos pueden brindar sabores primarios de primera clase, como cuando probamos esos tomates de quinta que se promocionan no como "los más ricos" o "los más grandes", sino "sin agroquímicos ni conservantes". Esa necesidad que a veces tenemos de recordar el olor original de las cosas, o la sensación primera de contacto con alguien. Allí está Aki Kaurismäki con su cine, producto siempre nuevo y recordado a la vez.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1508675/
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