lunes, 4 de mayo de 2009
Un café en cualquier esquina
No puedo evitar preguntarme, hoy, a principios de mayo de 2009: ¿tardará mucho en llegar al cine la crisis del global del capitalismo que estalló hace unos meses? Teniendo en cuenta el proceso de selección de escenarios, casting de actores, conformación del presupuesto, contratación de guionistas, escenógrafos, iluminadores, músicos, más el interminable etcétera que implica la realización de un film (más si se tiene en cuenta el despliegue de Hollywood), y considerando mediados de septiembre del 2008, como para poner una fecha al estallido, son casi 8 meses. Inevitable analogía con un parto humano, se nos presenta inminente el nacimiento del nuevo hijo de algún estudio de cine en el que se retrate el desastre.
De mucho antes, del 2005, es esta Un café en cualquier esquina, del norteamericano de ascendencia iraní Ramin Bahrani. Esta es su primer película, y obtuvo numerosos premios, fundamentalmente en los circuitos de cine independiente.
Ahmad (Ahmad Razvi) tiene un puesto callejero en Manhattan. Vende café y rosquillas a los transeúntes que de camino a su trabajo hacen un alto para aprovisionarse, sobre todo en las frías mañanas del invierno. Su trato es cálido y bien retribuido, aún cuando las diferencias sociales entre él y sus clientes, en su mayoría elegantes oficinistas y ejecutivos, es notoria. Ahmad recuerda el gusto de sus compradores más frecuentes, y el breve diálogo que puede entablarse mientras prepara el pedido con premura, aplana por un instante las asimetrías.
Ahmad es paquistaní, y se lo ve integrado con su comunidad, partisanos de su tierra que ofician de taxistas, vendedores de diarios y otras tareas reservadas para los inmigrantes. Todos intercambian sus pesares y padecimientos en torno a la dificultad de progresar y mejorar en su condiciones laborares, mensajes que presagian la crisis que ya se está gestando, y que años más tarde estallaría sin piedad en la nación más poderosa de la tierra.
Aparentemente ser paquistaní no es ser árabe en Manhattan. Aún con el recuerdo fresco del 2001, en ningún momento de la película se deja ver comentario o gesto alguno que indique la incomodidad tantas veces vista de algunos norteamericanos ante la proximidad de un turbante o una barba. Por el contrario, se lo ve como un personaje que establece un punto de encuentro y reparo en la ajetreada rutina de la metrópolis.
Ahmad repite diariamente el ritual de recoger el carrito de dónde se encuentra guardado, muy temprano a la mañana, cuando aún el sol no se ha mostrado, y arrastrarlo por la calle entre los autos y los medios de transporte. Son varias las calles que debe atravesar hasta su destino, y a lo largo de ellas se lo ve tirar como una bestia tira de su arado, el animal delante de la máquina que es tratada como el bien más preciado. Porque es ese carro la fuente de ingresos más importante, aunque no la única, ya que a la tarde, cuando termina su labor gastronómica, se dedica a vender de modo callejero películas pornográficas entre los pares que encuentra por el camino: otros vendedores, changarines, choferes, mozos, etc.
Después sabremos que Ahmad tiene un hijo que apenas conoce, que todo su esfuerzo esta puesto en poder tener un lugar decente dónde llevarlo a vivir con él. La lucha diaria no es fácil para él, pero en ningún momento se lo ve perder la dignidad ni sumido en el fracaso.
Un encuentro con una mujer española dará pié a una relación difusa y a la vez extraña. Noemi, (protagonizada por la catalana Leticia Dolera), se entrecruza en el circuito diario de Ahmad al reemplazar a un vendedor de diarios y tabaco que él mismo frecuentaba. La relación crece con tibios encuentros diarios, brevísimos instantes en los que apenas pueden entrecruzarse palabras. La irrupción en escena de un coterráneo de Ahmad, más exitoso según los parámetros dominantes, transformará en todo el panorama. En poco tiempo, Ahmad y Noemí se encontrarán en medio de fiestas y actividades, y allí aparecerán las características propias de cada raza.
Sucederán algunas cosas más a lo largo del film, que no quiero contarlas, no para evitar revelar secretos que modifiquen sustancialmente la dirección de la obra, sino para no estropear el particular deleite que al menos yo sentí al verla. Ý es que la mayor parte de la película se parece mucho a la vida de todos los días, en los cuales no hay grandes sorpresas o se desencadenan hechos que nos cambian para siempre. Pero indefectiblemente, todos los días nos suceden cosas que, aún de forma imperceptible, nos van torneando, a veces suave y otras fuertemente.
Recién pasado el día del trabajo, me encantó recordar esta jornada viendo esta película.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0464105/
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