sábado, 22 de agosto de 2009

Una historia de amor sueca




Primer largometraje del director sueco Roy Andersson, realizado en 1970, que cuenta el mundo contemporáneo de su país visto desde los ojos de los jóvenes de aquel entonces. Más que jóvenes, en realidad, casi púberes muchos de ellos, que comienzan a transitar el camino de los primeros impulsos hormonales, en una sociedad que parece debatirse entre el desprejuicio y la insatisfacción conservadora.

Pär es un joven de 15 años, y con sus amigos salen en sus motocicletas a presumir frente a las chicas de su edad, entre las que se encuentra Annika, que tiene 14. Se conocen del barrio, se cruzan seguido en las actividades de sus padres, se miran, dialogan en secreto con sus respectivos amigos... en fin, hacen todo aquello que es patrimonio del mundo de los adolescentes. Todos jóvenes bellísimos, muy rubios, muy pulcros y sin ningún rastro de carencias económicas.

Las familias de ambos chicos muestran en cambio serias grietas en su constitución, representan un modelo de adulto burgués que todo lo tiene pero a la vez todo le falta. Hay severas carencias afectivas entre sus padres. La tía de Annika, muy cercana a ella y con quien comparten largas charlas, es una mujer que no puede rehacer su vida tras una separación conflictiva. Los padres de Annika muestran una relación distante: el hombre de la casa es la quintaesencia de la frustración, y se queja de casi todo lo que sucede en este mundo; su esposa soporta como puede con vergüenza el marido que ha elegido. La situación en la casa de Pär no es mucho más diferente.





Juntos comienzan una relación contada desde su óptica, sus conflictos y sus angustias. La película es un clásico melodrama de jovencitos, pero con el detalle que los adultos parecen ser esta vez los incomprendidos, y quienes cargan con los gestos y las acciones más incomprensibles y contradictoriamente, menos maduras. En este contexto, las situaciones que les toca vivir a los más jóvenes, parecen ser las más espontáneas e inocentes.

La delicada belleza con que Andersson registra los gestos de los chicos, la música justa y precisa que no invade la escena, y los diálogos hechos a medida de quienes deben llevarlos a cabo, hacen de esta película una bellísima muestra de sutileza y un claro ejemplo de que cuando las imágenes tienen una fuerza tan poderosa, no es necesario utilizar más maquillaje encima.

La escena final, con el desenlace de lo que fue una cena para celebrar el encuentro entre ambas familias, muestra lo que más tarde sería una marca de fábrica del cine de Roy Andersson: su especial talento para la utilización del ridículo, como hemos visto en Canciones del segundo piso y Du Levande.

Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0065955/

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