miércoles, 6 de abril de 2011
Nokas
El escenario de este filme es la ciudad noruega de Stavanger. Allí, en abril de 2004, un grupo de 11 hombres vestidos con trajes de comandos tipo SWAT arribaron a la sede la empresa Nokas con el objeto de robar dinero en efectivo. Nokas es la forma corta de Norsk Kontantservice AS, la empresa que en Noruega distribuye dinero efectivo a los bancos.
El robo, se dice, es el más grande de la historia ocurrido en el país nórdico. El botín fué de 57 millones de coronas, algo así como 10 millones de dólares, de los cuales 51 millones todavía se encuentran desaparecidos. Existió una investigación posterior que incluyó varios arrestos. Esto aparece mencionado en los intertítulos explicativos al final de la proyección. Y el dato no menor (para los noruegos) es que la investigación y el juicio que implicó este siniestro costó a la sociedad cerca de 160 millones de coronas.
Siendo visperas de pascuas, hay mucha demanda de dinero, y en la sede de Nokas se encuentran atareadas las empleadas preparando los pedidos para afrontar las compras y las extracciones de los cajeros automáticos. Entónces irrumpe un grupo de personas ataviadas de comandos y perpetra el asalto. Acceden a un patio interno, y desde allí pretenden ingresar rompiendo un vidrio que da directamente al lugar en el cual la gente está trabajando, es decir, contando billetes. No tienen necesidad alguna de sortear ni custodia ni control policial: entran por la puerta de la empresa y se dirigen directamente al patio trasero. Los empleados los ven venir hacia el vidrio, pero no terminan de entender que sucede. Una vez que empiezan a golpear el vidrio con la intención de romperlo, comprenden la gravedad de la situación.
A la policía se la ve disciplinada y en cierto modo, relajada. No tiene la apariencia del oficial guapo o prepotente del cine más instalado. Tampoco aparece el agente obeso y tonto, algo así como la contracara del anterior, también habitué de las pantallas. Son hombres (hay varias mujeres, pero los que entran en acción son los varones) todos de edad que supera los 35 años, de físico apto pero no demasiado fuera de lo normal, y con aspecto sereno y profesional. Y como las pascuas también corren para ellos, hay muchos agentes de franco, con lo cual la seccional está algo desierta. En cualquier lugar del mundo, se podría decir que es el mejor momento para organizar un robo.
Los ladrones hacen casi todo bien. No se explica en detalle en la película, pero en la crónica periodística se puede averiguar que se trató de ex-militares albaneses bien entrenados. Uno de los aspectos sorprendentes de la película es el entorno alrededor del cual se desarrolla el robo. Hay una plaza, es de mañana, y hay mucha gente circulando, entre ellas, madres con sus niños y personas paseando mascotas. Tambien aparece un grupo de jóvenes en una esquina, conversando. A pocos metros de allí, integrandes de la banda están parados custodiando el trabajo de sus compañeros, portando armas pesadas y pasamontañas con casco incluído. Nada parece enturbiar la calma de los ciudadanos. En algún momento llega un patrullero avisado del asalto. Antes de salir a la calle a patrullar, los policías piden a sus superiores que le confirmen si deben salir armados. Claro que las armas de los agentes son pistolas pequeñas, que poco pueden hacer frente al armamento de los delicuentes. Sin embargo desenfundan y se preparan para intimidar a los agresores.
Policías y ladrones se encuentran a distintos lados de la plaza, mirándose unos a otros, pero tardan en abrir fuego. Cuando me refiero a que tardan, lo digo en términos cinematográficos. Uno, habituado a las proyecciones hechas en Hollywood, imagina que va a tener por lo menos 15 a 20 minutos a sangre y fuego, como para justificar el pochoclo al menos. Aquí empiezan por apuntarse, escondidos tras cada esquina, sin más que eso. Antes de los disparos una transeúnte le habla al delicuente:
- ¿Disculpa? ¿Puedo pasar?
El asaltante le hace un gesto con la mano, y la chica pasa. Al otro lado de la plaza el oficial de policía le grita a la gente que se aparte, que está sucediendo un asalto.
En algún momento todo parece tan bizarro que se transforma en realidad. Afortunadamente no me ha tocado estar en ninguna situación de esas, pero da claras que esos momentos deben ser de esa forma, al menos en este tipo de países. Muchos de los hechos de violencia que nos relatan a diario los medios de comunicación carecen de la tremenda dosis de sorpresa que siempre es una carta a favor de los delincuentes. Y allí cuando uno toma verdadera conciencia de que está en medio de un asalto, si es que se trata de un atraco de película, el asalto ya terminó. Así se contó hasta el hartazgo el manual del perfecto ladrón: rápido, sigiloso, calculador. Al punto que en numerosas historias, el protagonista carga con tintes heroicos y hasta de leyenda, por lo bien que roba. Pero en el idioma del cine industrial, ¿cómo se cuenta en una película de dos horas una historia de un robo que llevó 10 minutos? Y ahí empiezan a aparecer los tiros, los técnicos en comunicaciones, el héroe que se desliza por los ascensores, el muchacho de explosivos, el rehen, y todo el set de utilerías. El robo en el cine es como el western: se inventó para la pantalla, pero en la realidad no existió nunca.
El robo verdadero y bien contado es como el que cuenta Nokas, con agentes que vacilan y sin tener miedo muestran sus cuidados. Con transeuntes curiosos pero no idiotas que solo buscan sacar fotos con sus teléfonos. Con trabajadores que buscan evitar el robo pero a la vez no comen vidrio, y priorizan su vida antes que cualquier otra cosa. Y con una comunidad que esta más acostumbrada a que baje un oso del bosque y se estrelle contra un auto a que haya un asalto a plena luz del día.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1337366
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