domingo, 28 de marzo de 2010
Preciosa
Se puede hablar de miserabilismo en Preciosa. Pero bien manejado, pues una obra que se hace difícil de digerir termina atentando contra la llegada del mensaje. La protagonista Claireece vive y sueña, los dos movimientos esenciales de su corazón maltrecho que la hacen seguir adelante. Condimenta su dura realidad con imágenes de fantasía que como un escudo invisible la protege de sucumbir y la alienta a continuar en un sendero que parece predestinado a la tragedia casi antes de empezar. Pero uno puede seguir mirando la película, no siente la necesidad de alejar la vista; parece que esas defensas de Claireece también alcanzan a cubrirnos, un evolucionado sistema de protección que abarca a protagonista y espectador. Nada que ver con los blindajes de fantasía que Lars Von Trier construyó en Bailarina en la oscuridad (2000), a sabiendas que su alcance era de la pantalla para adentro; ni hablar de las cómplices miradas a cámara del violento Arno Frisch en Funny Games (1997), de Michael Haneke.
En algún momento, el cúmulo de calamidades y desdichas que caen sobre la protagonista es tan grande, que parecen dispararse en el espectador ciertos bloqueadores emocionales que buscan proteger su integridad psíquica, mostrando la ficción pero más cercana al grotesco que al drama. Quizás este límite esté técnicamente mesurado, con el objeto de que conocer los delicados límites que hagan soportable la proyección, y así los guionistas puedan administrar con precisión lo valores adecuados de tragedia sin que el film sea imposible de sobrellevar. Otro elemento presente son las escenas de fantasía creadas por la imaginación de la protagonista en su intento por crear un mundo dónde vivir mejor que el que le ha tocado; y esto es expresado con total literalidad por el relato, cuando la misma Claireece admite caminar por las calles mirando hacia el cielo esperando que un piano caiga sobre ella, esto es, la representación de la desventura predilecta de los dibujos animados.
La clase en la escuela especial constituye un cuadro ya clásico en la sala de exposiciones de la marginalidad en el cine. El grupo de alumnos, verdadero show de talentos del subdesarollo, transita el ya conocido camino “primero nos llevamos todos mal, al final terminamos amigos”. Su maestra, que sufre en carne propia el desprecio de su madre por sus elecciones sexuales, tratará de estrechar con Claireece el lazo de clases que la sociedad le debe, y en gran parte será la responsable de su progreso, como lo vienen siendo las maestras con todos nosotros desde hace siglos.
Lo más cruento de la película no pasa por el relato explícito, sino por un andarivel lateral: el actual sistema de salud estadounidense que está intentando modificar el presidente Obama por estos días. Un sistema que se jacta de ser el más caro e ineficiente del mundo, con un 16% de inversión por parte del estado en comparación con el 9% del resto del primer mundo, pero que aún así no cubre las necesidades de los contribuyentes más humildes. Quienes acusaron a Moore de que su Sicko (2007) era tendenciosa e imprecisa, omiten señalar una faceta del drama que no siempre aparece en las pantallas: que el 62% de las quiebras personales en los Estados Unidos son por gastos de salud, algo que está presente en Preciosa desde el comienzo mismo de la proyección.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0929632/
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