martes, 26 de agosto de 2008
No quiero dormir solo
Tsai Ming-liang es un director malayo de los llamados "de culto". Del mismo modo que "la actitud", ser "de culto" es un código que engloba distintas características, que difieren en función del género o el estilo al que se hace referencia, pero que invariablemente tiene asociado un halo de exclusividad que lo hace distintivo de la gran masa, aún de la gran masa de los que ya son "buenos". Si además de ser "bueno", se es "de culto", estamos hablando de así como Gardel con guitarra eléctrica.
Este señor nació en Malasia, pero realizó gran parte de su cine en Taiwan. Hay mucha información en internet sobre él, que más allá de no ser justo reproducir aquí, escapa al alcance de este artículo. Sus películas están llenas de planos largos, imágenes muy cuidadas, son protagonizadas por personas normales haciendo de tales y los paisajes que se nos muestran son de todo menos cartón pintado.
No quiero dormir solo (I Don't Want to Sleep Alone - 2006) es su último largo, en el cual se ve una Kuala Lumpur que muestra los resultados de la crisis asiática de los 90, que en realidad no es tan asiática, sino más bien, el resultado de los experimentos neo-liberales realizados en el tercer mundo, Latinoamérica incluida. Enormes edificios sin terminar son testigos de la gula capitalista que abandonó a esta ciudad y su gente a la buena de los dioses. Allí transcurre esta historia, seca, casi sin diálogos, y no porque sobren las palabras, sino porque sencillamente no hay mucho que pueda decirse.
El esqueleto de un edificio abandonado a la mitad de su construcción hace de refugio eventual de los excluidos del sistema. En el centro del mismo, el agua se ha acumulado, y ofrece el escenario en el que todos comulgan noche tras noche. Son distintas historias, separadas pero unidas por el hilo que tiende la crisis, personas que cuidan a sus pares que están en una cama por algún motivo, algunos casi en coma, otros apenas inconscientes, algunos volverán a reaccionar, otros, no podemos saberlo. Los bañan, los alimentan, y se alimentan de la esperanza de algún día volver a ver la luz con sus propios ojos, no luces ajenas de brillo temporario vendidas como un sol eterno. En medio de todos ellos, la única satisfacción que puede contenerlos, hacerlos sentir vivos de vez en cuando: el sexo, omnipresente tanto como el agua en las películas de Tsai Ming-liang. Pero tampoco es gratuito, este placer viene a veces con muchas culpas y complejos, y es que ya ni siquiera parece ser posible gozar libremente para estas personas.
Allí dónde la película puede parecer inconexa, o más bien desconectada en cuanto a las historias que la componen, es el momento que se integra magistralmente, casi como intentando todas las respuestas juntas en una sola escena.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt0855824/
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