viernes, 10 de octubre de 2008
Batman, el caballero de la noche
Batman es el caballero de la noche porque ella es su dueña. Transita por ella y allí es más fácil cobijarse, va mejor con su figura enigmática, y puede aparecer y desaparecer sin que nadie casi lo note. También la noche es ideal para ocuparse de cosas que si se hicieran de día se verían terriblemente atroces. Son muchas los buenos maridajes que se pueden encontrar entre el hombre murciélago y la noche, y están todos bien, cuadran bien con el personaje, y con esta segunda parte de la nueva saga.
Dar por sentado, eso es lo que logra el mercado, y el cine en este caso es parte de él. Claro, todos conocemos de antemano la historia, cualquiera que vaya al cine a ver esta película indefectiblemente sabe mínimamente de que se trata. Si no fuera así, si un marciano cayera en la tierra y fuera al cine, no entendería porqué la película da por sentado que el enfermo mental es el hombre vestido de payaso, y no el vestido de murciélago. Como tampoco se explicaría porque los ladrones entran a robar un banco con armas largas, y el dueño del banco se defiende de los ladrones con el mismo elemento.
El cine que nos muestra Batman (dicen las revistas especializadas "el Batman más político de los últimos tiempos") también nos muestra como son algunas cosas en la realidad. Resulta que el contador de la mafia china (la rusa se acabó) se va a Honk Kong porque "China no extradita a ninguno de los suyos, haga lo que haga" No problem, Batman va de noche a China y lo secuestra express, dejándolo envuelto para regalo en la puerta de la comisaría del barrio. La película intenta que asienta en silencio y apoye la medida, pero me resisto, pienso que en otro film la misma escena pero del bando contrario sería suficiente como para declarar una guerra en defensa de la libertad.
También presenciamos una conversación en la que una bailarina rusa le dice a los ciudadanos de Gótica que Batman no le parece democrático porque no fue elegido por la gente. Estos responden que los romanos, cuando el enemigo se hizo presente, suspendieron la democracia y la reemplazaron por un hombre fuerte para que proteja la ciudad. Nada tan real como que el traje del caballero de la noche se puede reemplazar por un cuerpo de elite perfectamente entrenado, o directamente, un ejército de ocupación.
Si hay algo que sobresale y mucho por sobre la media de la película y es El Guasón. Y así lo llamaré, mal que les pese a los neo-fans que jamás han leído el comic pero se apresuran a corregirme como The Joker. No es mi culpa si he crecido viendo aquellos capítulos de un Batman que poco menos me arropaba antes de ir a dormir, y con un Guasón como el que hacía César Romero. Claro, en aquellos tiempos era necesaria la consolidación de un imaginario en el cual el enemigo estaba fuera de casa, y jamás se hubiera aceptado un superhéroe que no tuviera el más mínimo prurito en achurar a cualquier villano que se lo mereciera.
El Guasón, decía, es ante todo, una brillante interpretación de Heath Ledger. Pero mucho más poderoso es su guión, magistralmente llevado por el actor. El Guasón mete miedo, por su estampa, pero fundamentalmente por su locura, y por lo tanto, por lo impredecible de su accionar. Entendió hace tiempo que el poder no pasa exclusivamente por el dinero: él es capaz hasta de prenderle fuego. El Guasón sabe que el poder es crear caos, confusión de una manera indiscriminada y sin contemplaciones. En el diálogo que mantiene con el fiscal ya convertido en Dos Caras lo deja claro: él es un agente del caos, y le es devoto porque lo parece lo más justo. Y va por más. Cargándose con toda nuestra dosis de tolerancia progresista, nos desafía: "Llevá a la gente a la anarquía, y en unos pocos días se volarán la cabeza". Dicho en otras palabras, terminaríamos rogando por una mano dura que restablezca el orden.
Antes atravesamos otro brillante pasaje en el que conocemos al Batman más íntimo: el interrogatorio en la dependencia policial termina con el encapuchado torturando al villano para que confiese. Antes de las trompadas tuvo la delicadeza de trabar la puerta de la oficina, dejando a las autoridades observando desde la cámara Gesell, y deslindando las responsabilidades por el apremio. Me vuelven a tentar para que asienta, pero me resisto nuevamente; me recuerdo a los capítulos de Lost que nos mostraban a Sayid cuando era malo y torturaba en Irak, y estaba mal.
De todos modos, el film avasalla, nos pasa por encima todo el tiempo. Cuesta seguirle el ritmo, debe de existir alguna nueva definición que predica que cada 30 o 40 segundos debe suceder algo, y que más de 1 segundo de espacio entre un diálogo y otro es considerado un abismo mortal. ¿En serio creen que necesitamos tanto estímulo? Como sea, no es fácil distraerse ante tanta seguidilla de momentos bien producidos, se queda uno muy pegado al asiento, y allí es dónde la película triunfa. Vamos, que es un filme de entretenimiento, y si lo logra es que es exitoso, como lo son conmigo las revistas esas de chismes de famosos que cuando las veo en el quiosco las defenestro, pero cuando voy al dentista me las devoro.
Quedan dos perlas para el final. Una: hacer escuchas ilegales de todos los celulares de la ciudad para buscar al villano es por lo menos guarro. Encima el personaje de Morgan Freeman acepta a regañadientes y después amenaza con… ¡renunciar! ¿Hasta dónde tensará la cuerda el guión? Sigo sin asentir, me parece que si lo dejamos pasar en una película, terminaremos aceptándolo en la realidad como algo natural, si es que ya no sucede.
Perla dos: el experimento social de juntar a los ciudadanos buenos en un barco y a la escoria carcelaria en el otro es fantástico (cierra con el diálogo acerca del caos que comentaba antes) Pero la forma en que se resuelve da por tierra con cualquier especulación. ¿Alguien se pondrá los pantalones y mostrará como Haneke dónde es que está lo verdaderamente pútrido del alma humana?
Una advertencia final para las almas más sensibles: es algunas partes del film se maltratan perros.
Imdb:http://www.imdb.com/title/tt0468569/
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