lunes, 27 de octubre de 2008

Transiberiano



La película Transsiberian (que en el sitio Imdb aparece como adjudicada a Inglaterra, Alemania, España y Lituania), es otra más que narra las desventuras y atrocidades que sufren los ciudadanos norteamericanos cuando salen de su país natal. Esta vez es (encima) en el famoso tren transiberiano. Este tren hace el recorrido más largo del mundo, con 9200 kilómetros a lo largo de 8 husos horarios, y conecta Moscú con China. Símbolo del poderío comunista soviético a lo largo de medio siglo, en el film aparece como otra muestra más de la decadencia rusa: el servicio es mediocre, los baños están tapados, las camareras no son físicamente agraciadas y además están gran parte del tiempo malhumoradas y con un trato muy poco cortés para con los pasajeros, más allá de la poca delicadeza de hablar solamente en ruso.

Bien, detrás de toda esta propaganda parece haber una historia, siempre que quede algún hueco disponible. Roy (Woody Harrelson, salva las papas del film) y Jessie (Emily Mortimer) son una pareja que a través de su iglesia, viene de hacer ayuda social en China (¡) Ella saca fotos: tiene una cámara con poderosos lentes, y se deleita capturando primeros planos de personas, la más de las veces, sin que estas lo noten. El es fanático de los trenes, y de allí que deciden hacer un viaje en el famoso transsiberiano.

En el viaje comparten camarote con otra pareja, Abby (Kate Mara) y Carlos (Eduardo Noriega), de espíritu mucho más lúdico, casi hipie. Carlos no oculta su interés por Jessie, y trata de seducirla aún delante del despistado de Roy, que sólo parece motivado por los rieles, y la enigmática Abby, que tiene todo el aspecto de una joven en pleno proceso de desintoxicación.

Al cabo de poco más de la mitad del film, el final aparece bastante claro, y no tardará en hacerse presente. Las continuas referencias al ex imperio abundan en cada detalle. Hay una escena muy parecida a aquella en la que Quint, Hooper y Brody se muestran las cicatrices en medio de la mar en Tiburón (1975), sólo que aquí es en el vagón comedor, al finalizar la cena, y en medio de un ambiente muy distendido, divertido casi. Un pasajero muestra la marca de una garra que le dejó un tigre siberiano, Roy bromea con una cicatriz que se llevó de una pelea, todos ríen, el vodka fluye… Un anciano se remanga y le muestra a Jessie un tatuaje en el antebrazo, parece un número. Todos se ponen serios, las risas se acallan, ella pregunta que fue lo que sucedió. Los que hablan inglés le explican: estuvo en un gulag (los antiguos campos de concentración rusos) por escribir poesía. La escena la remata un pasajero de manera sentenciosa: “Si quieres saber la verdad sobre EE. UU., toma un libro. Si quieres saber la verdad sobre Rusia, toma una pala. Aquí están enterrados todos: Científicos, sacerdotes, poetas...”





Ben Kingsley encarna a un detective soviético que busca narcotraficantes, porque (por si faltaba algo) el tren transiberiano también se ha convertido en la ruta predilecta de los narcotraficantes. Contactará con la pareja cuando la parte crítica ya haya sucedido, y ahí comenzará otra película, más oscura que la anterior.

De todos modos, nada parece salvarse en la siberia: cuando en las películas de Hollywood se ve a la policía reprimiendo quien parece ser un representante del submundo (negro, latino, homeless, etc), no existen alarmas que se enciendan alrededor, todo parece estar en su sitio. Sin embargo, Jessie no puede evitar arrugar la mirada ante la imagen de un policía ruso pegándole a un hombre mientras revisa su cuarto en el hotel; la situación le desagrada, el gesto parece indicar indignación, angustia. La misma angustia que siente cuando pierde a su marido y el conserje por más que intenta, no logra que telefónicamente lo ubiquen en la otra estación; ella le suplica que haga todo lo posible, pero el señor tiene la mejor respuesta: esto es rusia.

El final funciona como la aquellas campañas en las que se difunde una mentira que logra la tapa de los diarios y el comentario de todos los medios durante el día, y la desmentida oficial sucede pasada la medianoche, cuando todos duermen.

Floja, como los candados que Roy es capaz de abrir con una simple piedra (“Son chinos, los vendemos en la tienda”), y como la puerta de emergencia que Jessie logra abrir en medio de una carrera (muy buena el deschave en Imdb: ver goofs). No vaya en tren, vaya en avión.

Imdb:http://www.imdb.com/title/tt0800241/

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