domingo, 4 de julio de 2010
Departures (El que envía)
No me gusta abusar de los paréntesis, dificultan la lectura y se los utiliza con cierto tono sobre-explicativo, a veces soslayadamente pretencioso. Pero el título de esta película japonesa que ha sido traducido de las más variadas formas en función de hacer la distribución más eficiente, en verdad requiere cierta aclaración. Un poco de idioma japonés, a ver.
El título original en japonés es Okuribito. Okuru significa enviar, Hito es persona, gente. En la lengua nipona, la conjunción de estas dos palabras describe a la persona que envía, o bien despide.
Se cuenta la historia de Daigo (Masahiro Motoki), un joven chelista que tras algún esfuerzo puede comprarse un instrumento acorde como para ingresar a una orquesta y por fin hacer realidad su sueño de trabajar de músico. El sueño dura poco, ya que la orquesta se deshace al poco tiempo, y no sólo queda sin trabajo, sino también con la deuda pendiente del caro instrumento. Junto con su mujer Mika (la bella Ryoko Hirosue), intentan rehacer su vida yéndose de Tokio a Yamagata, su pequeña ciudad natal en el norte de Japón, dónde Daigo cuenta con la casa que heredó de su madre.
En Yamagata, Daigo encuentra trabajo en una empresa funeraria que practica el nôkan, una ceremonia que consiste en preparar el cuerpo del difunto para emprender su último viaje. Sin haber tenido jamás el más mínimo trato con cadáveres, Daigo aprenderá a acicalar fallecidos detallada y ciudadosamente: limpiará el cuerpo, afeitará a los hombres y maquillará a las mujeres, peinará sus cabellos, les pondrá la mejor ropa y decorará el cuerpo dentro del féretro con flores o recuerdos de su vida material, todo esto delante de los deudos, que observan compungidos un ritual que exige el mayor de los respetos y el más compenetrado de los pudores.
Tal vez lo más cuidado del film sean las relaciones que se establecen entre los protagonistas, compuestos por la pareja antes mencionada, el dueño de la empresa funeraria y la secretaria. Hay una mesurada dosis de humor, ineludiblemente de color negro, que ayuda a sobrellevar algunos párrafos del film, que si bien cae en identificables golpes de efecto, jamás pierde la compostura ni el aspecto artístico. La fotografía y la música son partenaires de lujo en un relato que contiene numerosas escenas en las que interviene Daigo embelleciendo personas fallecidas.
Esta película también puede servir de muestra para quienes sientan una marcada curiosidad por la sociedad japonesa, ya que enseña en un mismo relato un aspecto muy difundido del arquetipo japonés, el ceremonioso, circunspecto, respetuoso de sus mayores y sus ritos, como así también las realidades afectivas más comunes que pueden encontrarse en las sociedades actuales: personas solas, maridos que dejan a sus esposas, madres que abandonan a sus hijos, etcétera. De algo de eso también se habla acá
Alguno estará tentado de comparar esta película con After Life, el trabajo de Hirokazu Koreeda de 1998. Quizás no sea justo: el film de Koreeda es una completa metáfora acerca del intersticio entre la vida y la muerte, y quienes lo administran; en Okuribito hay poco de eso, es una película más terrenal, sucede en ciudades y muestra las vidas circundantes. El contenido artístico y poético de After Life es tal vez inigualable en ese sentido, pero para hablar de Koreeda mejor pensar en un tópico dedicado.
No se ponga mal si se emociona con esta película; por otra parte, no está hecha sólamente que para eso. Tiene muchos otros elementos que quizás le den una mano como para sobrellevar algún que otro momento inevitable del futuro.
Imdb: http://www.imdb.com/title/tt1069238/
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