Conclusión
Catedral de Helsinki, Finlandia.
A la vuelta de mi primer viaje a Europa recuerdo haber hablado con un amigo que por cuestiones de trabajo viajaba mucho, y conocía casi todo el viejo contienente. Le expresé en aquel momento mi primera impresión de maravilla tras haber estado unas semanas en Berlin y Colonia, Alemania. “Y si, viven mejor”, fue su respuesta; justa, sin sorna ni melancolía, y hoy tras un par de viajes, yo puedo confirmar esto que no es ninguna novedad: en Europa se vive mejor. La pregunta es a costa de que o quien.
Nunca se trató aquí de comparar un país con otro: los estándares y niveles de vida son fácilmente contrastables con indicadores que estan al alcance de cualquiera; si, por caso, cotejar la idea que gran parte de los que viven entre nosotros tienen de estos lugares.
Quienes se empeñan en sostener que es la mediocridad la culpable de todos nuestros males, la pobre capacidad que tenemos como sociedad para la realización conjunta, o la falta de solidaridad para con el prójimo, un logro pendiente, encontrarían interesantes respuestas ahí cerca del cieloraso del planeta.
Como que las grandes limitaciones están impuestas más por arriba que por debajo de la escala social. Que los niveles de corrupción y delito están en una proporción no llamativa a la densidad de población de nuestras grandes ciudades. Que el alto nivel de civilidad de estos lugares ha relegado a segundo plano logros que en nuestro hemisferio serían atribuibles más a un superador esfuerzo colectivo. Que los derechos y atribuciones no vienen dadas por el solo hecho de cumplir con las obligaciones ciudadanas, sino por una profunda definición que hace foco en el ser humano como elemento fundamental e indispensable de la sociedad.
Quienes sostienen que en nuestros paises hay estándares que son imposibles de materializar por una cuestión genética o “de educación”, descubrirán, por la misma lógica de pensamiento que los hizo arribar a esa conclusión, que su vida cotidiana encontraría fuertes limitaciones en aquellas sociedades. Allí donde se marca la queja constante y la presunción de que todo marcha en sentido contrario, se esconde muchas veces el pretexto de buscar el arreglo fácil o la salida ventajosa como única forma de seguir adelante. Algo que entre los nórdicos, está muy mal visto.
Presentación
Parte 1: Espacio público
Parte 2: Horarios
Parte 3: Bicicletas
Parte 4: Pueblos originarios
Parte 5: Salud y educación
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