jueves, 24 de octubre de 2024

Laura Ros

 Nunca tuve problemas con las jefaturas.


El último trabajo discográfico de Laura Ros salió en 2016, con ella embarazada de siete meses; el disco se llamó Atar, su hija Violeta. Para los músicos, sacar un disco tiene algo de parto, así que para ella, el momento se recuerda como algo único, más bien preciso.

- A mi me sirve bastante trabajar bajo presión. Soy de esas personas que necesitan la fecha tope. Cuando supe que estaba embarazada dije: "Bueno, tengo tres meses para terminar el disco." Todavía no habíamos empezado a grabar, estábamos en la pre-producción. Estaba trabajando con la gente de Guauchos, con los que nos tuvimos que poner a laburar ya. En tres meses se preprodujo, se grabó, se mezcló y se masterizó.

- ¿Cómo se elige un colaborador para un disco?

- Tiene que ver con las búsquedas estéticas de ciertos momentos. Para mi primer disco lo llamé a Lolo Micucci, un talentosísimo compositor, además de pianista y productor de gran trayectoria. Él tiene una veta más pop, y trabaja muy bien todo lo relacionado a la electrónica muy fina, lo que acá en su momento se conoció de ese estilo lo hacía Jorge Drexler, eso de la electrónica de los detalles. Mi segundo disco tenía una impronta más pop-rock, así que lo armé directamente con la banda; el tercero es súper acústico, así que lo produje yo. Y el último, Atar, lo produje con los chicos de Guauchos, una banda formoseña de primera. Yo los había escuchado hacía algunos años, y me volaron la cabeza. Ellos manejan muy bien la combinación del rock con el folklore, además de laburar muy bien lo electrónico. Ese era el sonido que buscaba, y a ellos también les gustaba lo que yo venía haciendo, así que fue un encuentro muy lindo. Encima, en la mitad del camino, con uno de los productores nos pusimos a componer. Había algunos temas que yo tenía que no entraban mucho en la onda que estaba tomando el disco. Con algunas ideas que yo había compuesto, juntos logramos terminar tres de los temas del disco, que además son mis tres temas favoritos.

A Laura Ros el folklore que viene dado naturalmente, por su familia y por su entorno, y es algo que en el ritmo de sus canciones aparece de manera ineludible. Pero su voz es netamente rockera, potente y expresiva, apta tanto para el blues como para el canto popular más identificado con el folklore, pero del más moderno y alternativo. Y ya son algunas las decenas de años que presencio el debate acerca de si el verdadero canto argentino se encuentra en el rock, el tango o el folklore. Vaya a saber el cielo si, como en alguna otra vez, es en Hurlingham que está la llave del tesoro.

- Hay varios antecedentes de ese maridaje entre el rock y el folklore, empezando tal vez por Santaolalla con Arco Iris. Ahora se está dando mucho; yo formo parte de una generación en la que por ahí no sucedía tanto, aunque yo tuve mucho acceso al folklore, no sólo por mi padre, sino también por mi madre, que es productora. El tema del rock es generacional, yo de adolescente escuchaba a Nirvana. Los chicos que hoy tienen veinticinco años tienen esos mundos completamente ensamblados, no es una cosa forzada, como pasaba al principio. La primera banda que escuché en la que la combinación del rock y el folklore no sonaba forzado fue Semilla, de mi amiga Bárbara Palacios. Allí también estaba Camilo Carabajal y en su momento los produjo Gustavo Santaolalla, que conoce mucho de ese género. Esto fue hace algo más de quince años, y ya en aquel entonces funcionaba como algo orgánico, no pasaba esa situación típica de alguien del folklore quería tocar una guitarra eléctrica, y aunque sabía hacerlo no sabía hacerla sonar, porque no elegía bien los pedales o le faltaba ese lenguaje; o al revés, gente del rock que descubría el folklore, pero no tenía el groove como para poder tocarlo. Ahora por suerte los chicos ya tienen incorporados ambos géneros de manera más natural.

La triada perfecta para aprender folklore es saber tocar la guitarra, el bombo y bailar. Yo tengo alumnos de canto que quieren aprender a cantar folklore, entonces los hago bailar. Es la manera correcta deentender el latido del género.



- Llegás muy rápido de las vidalas al blues.

- Se me juntan… Siempre habrá bandas que intenten cosas nuevas. Yo no tengo ninguna búsqueda, yo hago lo que me sale. Tengo una formación musical que se me viene dada por mi lugar de crianza, tal vez menos académica, pero formación al fin. Esa gente que dice: "Yo aprendí sólo a tocar la guitarra". No, pará: si ves a tu viejo todo el día tocar la guitarra, no aprendiste solo, aprendiste de tu viejo.

- Que interesante tu devenir con Federico (Gil Solá, su pareja y padre de su hija), ambos cruzaron caminos, del rock al folklore y viceversa.

- Él supo ver el lugar en dónde el rock hecho en Argentina se puede poner interesante y personal. Un tema como "¿Qué ves?" sólo puede haberse hecho en Argentina. Tal vez en algún lugar de África, ponele. No es como llevar cualquier otra banda de rock al extranjero para que la escuchen y opinen. Aún no sabiendo nada de ese país, eso te suena como distinto, a nada que haya escuchado antes.

No es casualidad que a Federico Gil Solá se le hayan ocurrido tales cosas. Él escribió: "¿Qué ves cuando me ves?  Cuando la mentira es la verdad." en 1993; de la posverdad se empieza a hablar recién en 2010.

- Lo que hoy se ve como folklore tradicional en los '70 fue revolución, como cuando aparecieron las cuatro voces. Hoy eso es lo tradicional. Es como el lenguaje, las lenguas que permanecen vivas son aquellas que cambian todo el tiempo, todo lo que se habla se transforma. Por eso durante mucho tiempo se sostuvo que el tango estaba muerto, y sucedía que era tal la resistencia que había a las nuevas generaciones que eso dejó afuera a la nuevas transformaciones que venían a darse.

Nos paseamos por aquel momento en el que a Piazzolla se lo ataca diciendo que lo que él hacía no era tango, que era alguna variante de jazz, y que eso de alguna forma edificó una grieta que hizo a mucha gente ponerse de un lado y del otro. Y no sólo eso: que los que bancaban a Piazzolla, hacían música muy similar a la suya, más por reacción que por empatía.

Laura no duda.

- Esa grieta la van a zanjar las nuevas generaciones, no tengas ninguna duda. Hay tangos tradicionales que son fantásticos, el nivel de los compositores es tan alto… Además había un músico y un letrista, no era un tipo que hacía todo, eran dos de excelencia. Se han hecho cosas que son muy difíciles de alcanzar. Pues no intenten alcanzarlas, hagan otra cosa. En el folklore hay mucha más apertura, y el espectro es mucho más amplio, con más provincias, más ritmos. El tango es un solo género, el folklore son varios.

Hace bien Laura en aclarar, su voz tiene autoridad no sólo sobre el escenario. La pasión no es parte del maquillaje para subir a escena, es parte de su genética, y se nota cuando se habla con ella.

En su último disco Atar hay un tema que se llama Antitelesita, una respuesta al machismo que naturalmente se desprende de la historia de una mujer que aparece muerta carbonizada por quedarse bailando toda la noche en una fiesta en el monte. La Antitelesita de Laura Ros, "brilla y no se quema, no se apaga su fuego. Baila y no se queda, no se queda en silencio." En épocas en las que las mujeres ocupan lugares de vanguardia y marcan el camino, mencionar que este trabajo tiene más de tres años, le da un valor extra, no sólo desde lo simbólico.

- En casa somos feministas desde siempre. Mi madre es una matriarca, Federico se crió en San Francisco, una ciudad en dónde en los años '80 se discutían algunas cosas que estamos comenzando a hablar hoy aquí. En nuestra relación es un tema fundamental. Yo siempre tuve una mirada muy crítica con respecto al lugar que tiene que la mujer en la sociedad. Mi madre ha sido una de las primeras productoras de músicos en Argentina, y recuerdo las que ha pasado, como que cada vez que tenía que ir a una compañía a defender un contrato tenía que conseguirse una pilcha nueva, para que vean que le iba bien. O ir con hombreras enormes y el pelito cortado bien corto, todo muy masculino, por decirlo de algún modo, como para generar respeto. Yo siempre fui líder de bandas, nunca tuve problemas con las jefaturas. Soy bastante mandona, y no tengo problemas para ejercer la autoridad. En 2010 estuvimos con Federico en el Salamanca Rock, y en una de las notas que me hicieron en Santiago del Estero, mencioné que estaba muy contenta de estar acá, pero que me daba pena ser la única mujer cabeza de banda de todo el festival que dura tres días. Año 2010.

Laura no es Laurita.

- Un año estuve nominada en la entrega de los premios Gardel; la presentaban Petinatto y Sandra Mihanovich. En un momento suben tres tipos a tocar algo al escenario y lo invitan a Pettinato a improvisar… y la dejan a Sandra parada al costado haciendo palmas, cuando ahí el músico es ella. Me agarró tal nivel de indignación, ver a todos disfrutando con tanta naturalidad esa escena… estaba también el negro Rada tocando. Me acuerdo que nos miramos con Fede y sin palabras nos dimos cuenta que estábamos sintiendo lo mismo.

- ¿Cuánto faltará para que esas miradas sean más naturales?

- Hay que laburarlo. Es lo que empieza a pasar ahora, aunque también tengo mis peros con el movimiento, calculo que tendrá que ver con la propia maduración que está atravesando.



Laura tiene a su hija que se llama Violeta, un nombre cuya croma atraviesa un sinfín de significados. Imaginarla a su edad.

- Más que imaginar, uno como madre desea para sus hijos, y yo le deseo la fuerza que creo que tiene; que tenga un contexto mejor que el que yo tuve, que creo que tiene. Ella juega con los autitos, con la pelota y con las muñecas. Juega a barrer, porque me ve barrer a mí y lo ve barrer al padre. Con el carácter que tenemos todos en esta familia, nunca imaginamos tener a Ghandi como hija.

Laura se divierte imitando a su hija, que si no quiere darte un beso no te lo da, porque cuando Violeta dice no, es no, simple y natural. Esa naturaleza que rebalsa la música de Laura y, en particular, su último trabajo Atar. Allí convive un sonido urbano moderno con ritmos de clara procedencia folklórica. Y en sus letras aparecen muchas referencias a elementos que se pueden entender como parte del paisaje rural. Pero fundamentalmente lo que dejan claras sus letras es esta cuestión del carácter, eso que Violeta no heredó del Espíritu Santo. Los personajes de las letras de Laura van hacia el fuego, tienen un hacha en su voz, recuerdan que no olvidan.

- Por mi forma de ser he tenido que pagar costos, básicamente por el contexto social en el que me tocó crecer, y los pagué, y los sigo pagando gustosa. En mi disco Tres, hay un tema que se llama "Con los lobos", inspirado en el libro "Mujeres que corren con los lobos". El libro sostiene que los cuentos puede sanar y reparar. El que más me impactó fue el de Barba Azul: allí están todos los arquetipos de la psique humana, y básicamente las mujeres como víctimas, ya sea de un hombre o de la sociedad.

Laura Ros es fanática de Charly García. Hay bellísimas versiones de temas suyos para deleitarse. Y también tiene grabado Madreselva, de Luis Alberto Spinetta.

- Me llamaron para un proyecto que se llamaba Raíz Spinetta, que hicieron unos chicos que tenían un programa en Radio Nacional. Pude elegir, de los que quedaban que pudieran pasarse al folklore, Madreselva, y quedó una versión que a mí me gustó mucho, bien arreglada y natural. La pasé muy bien haciéndolo, y nunca se me hubiera ocurrido grabar un tema del flaco, fue muy divertido y muy inesperado para mí.

Atar es un disco de canciones cortas, de alto impacto. No da tiempo a acomodarse, la sorpresa arriba a los pocos compases, hay sonidos de instrumentos acústicos, cálidos, y cálidos sonidos electrónicos; cuando la melodía empieza a dejar huella, (cosa que uno busca reconfirmar en la próxima vuelta), la canción termina, y la sensación vuelve a empezar con la próxima. El disco concluye y el registro corporal es el de haber estado en un recital saltando y cantando durante dos horas, por más que uno no se haya movido de la silla. Y es que todo fue emoción, testimonio y registro. En Atar no hay pasajes superfluos, no hay  relleno; no se conoce allí la relajación o el precalentamiento, es la orden de salir a jugar ya, y quedan dos minutos. Es un disco que se consume junto con quien lo escucha, que deja raya, que permanece.

 - En un momento en el cual tejer puentes parece ser la única manera de salir de esta coyuntura tan terrible, ¿qué valor tiene esto de atar?

- La canción Atar está bien vinculada a la política, y viene de un momento en que yo estaba muy rayada con los cuestionamientos que se le hicieron a las madres y las abuelas. Yo estaba con un veneno terrible, pues las considero estandartes de lo que es ser mujer. De allí el estribillo:

En algún recodo quedará
lo que estás tratando de tapar
cuando emerja fuerte el grito de la verdad. 

- El sentido de Atar es una contraposición a esa cosa tan new age del soltar. ¿Qué es soltar? ¿Soltar qué? Si soltás no sos nada, agarrá, agarrate, atate. Eso es atar.

- Hay un mensaje individualista propio de estas sociedades líquidas, de andar con mochilas ligeras para poder cambiarse rápido de lugar sin sufrir demasiado…

- Si, y algo de la nueva ola gobernante también. Si bien el tema está compuesto en 2014, después vino el 2015, 2016… y de alguna manera la canción se resignifica.

- El 25 de mayo de 2014 vos cantaste el himno en plaza de mayo frente a 300 mil personas, en una de las últimas fiestas patrias populares que se recuerdan en este país, antes de enterarnos que nuestros patriotas sintieron angustia de declararse independientes. ¿Cómo fue estar ahí, frente a tanta gente?

- Hubo dos factores, y la multitud no fue uno de ellos. Uno era que estaba en cadena nacional, y el otro, que estaba Cristina y todos los ministros al lado mío, con la fanfarria Alto Perú y todos los bombos de Metabombo, de Camilo Carabajal. Ellos estaban en plataformas a 20 metros, yo escuchaba únicamente por monitoreo. La semana anterior padecí el estrés correspondiente, aunque sabía que iba a poder cantar. Encima, el día del evento, el momento del himno se adelantó a lo previsto, así que ese tiempo que se supone que iba a tener para peinarme, aclimatarme… y asustarme, no lo pude tener. Vino uno corriendo y dijo: "¡Ya, al escenario!" Subí cuando la fanfarria ya estaba tocando la intro; de seguridad no me querían dejar pasar, por suerte el sonidista me conoció y gritó desde la otra punta: "¡Déjenla pasar, tiene que cantar el himno!" De tanto nivel de estrés pasé a un estado zen como nunca antes, al punto tal que mi corazón casi dejó de latir. Me colocaron los monitoreos, empiezo a cantar, y veo enfrente mío a la multitud que alcanzo a divisar, mirándome, cantando conmigo y llorando. Me dije: "No, no puedo estar viviendo esto…" Fue muy emocionante, muy fuerte. Además yo estaba muy contenta de estar ahí; eso fue algo que me pasó tanto con Néstor como con Cristina, sentía que esa casa rosada era mía, era del pueblo. Esa gente lloraba ahí porque tenía patria, eso significaban esas lágrimas. No fue cantar el himno en cualquier situación, antes de un partido. Fue muy intenso.



Laura Ros cuenta que cuando terminó de cantar le escribió una nota a Cristina y se la dio a Teresa Parodi, quién se la hizo llegar junto con un cd y un dvd que habían hecho con Federico. A las dos semanas le llegó un sobre lacrado de Presidencia, en el que Cristina le contaba que había escuchado el disco y que había visto el DVD en Rio Gallegos.

- Fue la satisfacción individual. Ese día tuvo el goce colectivo de cantar con toda esa gente, y luego vino ese reconocimiento personal con esa carta, que termina diciendo: "…Y con mensajes como el tuyo, uno se da cuenta que el amor siempre vence al odio."

El himno nacional tuvo en las últimas décadas interesantes intervenciones de la realidad. De ser "el himno", a secas, pero con todo el significado que merece un símbolo patrio, a partir de la versión de Charly García adquirió sutiles toques de irreverencia, ya sea porque fue justamente García, el que salta del balcón y se baja los pantalones, y no otro el que hizo, o bien porque estadios repletos de jóvenes cuyo platillo predilecto era abjurar contra las instituciones ahora cantaban la canción patria. Y más adelante, su particular forma musical, con esa extensa introducción instrumental, impactó de lleno en la ansiedad de las masas que esperaban impacientes el inicio del partido de fútbol, reconvirtiendo ese momento en un ritual casi tribal, en el que miles de gargantas producen un estado de situación en el adversario que deja al Haka de los All Blacks a la altura de El Elefante Trompita.

- En tu caso, ¿cómo hacés poesía cuando ves que un jubilado tiene que elegir entre comprar comida, comprar remedios o pagar el gas?

- Desde el año 2015 que no compongo una canción, básicamente. Ahora estoy haciendo otra cosa. Cuando yo era más chica vi sufrir a mis padres por esto mismo. A mí me tocó ser mamá ahora, me cambió el lugar en el mundo, y no puedo dejarme ganar por el abatimiento, pues debo darle a ella otra cosa. De todos modos, es imposible no angustiarse, tengo casos cercanos complicados. Pero veo que esto termina, aunque lamento que no se le pueda devolver la salud a la gente que la perdió. Tengo la madre de un amigo que murió de un acv, y tuvo que ver con el contexto, no es que lo iba a tener igual un acv…

- Nadie se muere de un acv por la cadena nacional…

- Seguramente. Y a la vez, como te decía, fue el momento de tener a mi hija, algo que deseamos mucho tiempo, nos costó mucho lograrlo, y que la tenemos gracias a la ley de fertilización asistida, así que Cristina también tiene que ver con que Violeta esté aquí.

Laura Ros está en un proyecto que es un homenaje a Joni Mitchell, el cual la exige al 100% por el nivel de complejidad que revisten las canciones de la artista canadiense. Muestra las guitarras que utiliza, el público presente para esta charla, las cuales están todas afinadas en tonalidades distintas. Eso la obliga a aprenderse posiciones nuevas para acordes conocidos en cada una de ellas. Y es que el sonido de la afinación cambia la apertura de las notas, y eso hace que acordes idénticos suenen diferentes; cuestiones técnicas que para la mayoría se traducen como magia. Comenta Laura que el cancionero de Mitchell cuenta con más de 50 (cincuenta) afinaciones, en parte por haber contraído polio de niña, lo cual le impedía algunos movimientos con su mano izquierda, y un poco por búsqueda estética. La inquieta Joni, ahora en manos de la inquieta Laura, nunca en mejores manos. Una artista a la que no le han faltado homenajes en vida, los que valen, tendrá seguramente el más hermoso de todos en la Ciudad de Hurlingham.

Tranquila Joni, ve tranquila por la vida. Aquí hay una hada que cuida tu suerte.

Hurlingham, 22 de junio de 2019

viernes, 18 de octubre de 2024

Julieta Sosa

La sonoridad te desnuda.




- Cuándo me operé de la vista, además de los colores de los árboles y la independencia de las hojas, pude volver a verle el rostro a la gente que me venía a ver a mí, compartir en el momento exacto en el que estás cantando lo que le pasa al otro. 

El otro, siempre presente. La vida artística de Julieta Sosa, como la de muchos, está plagada de otros. No tantos, algunos pocos, pero importantes, constitutivos.

- Yo llego a Hurlingham del lado de la música. ¿Sabías que Hurlingham tiene los árboles más bonitos del Oeste?

Además de las bandas, el agite y la cerveza. Empiezo a pensar que esta ciudad tiene dentro una argentinidad al palo propia.

- ¿Cómo es que te dio por dedicarte a la música?

- No hay un gen musical familiar. Mi abuelo tal vez fue guitarrero, pero no hay mucho registro fiel. No sé cuál podría ser el origen de mi relación con la música, sí sé que fue una búsqueda de relacionarme con gente que hiciera música y de la cual yo pudiera aprender. Yo nací en Laferrere, La Matanza, y ya desde niña empecé a cantar. Siendo adolescente le dije a mamá que quería ir a estudiar para aprender bien a cantar, y ella, muy sabiamente, me llevó al conservatorio, pues consideraba que ese era el lugar para aprender. Así que me llevó… ¡al conservatorio Nacional, ni más ni menos! Arranqué, con la formación clásica que se imparte allí, hasta que mi curiosidad me llevó a buscar algo en mi idioma, algo que pudiera entender, sobre todo porque yo no había escuchado esa música en casa, en casa se escuchaba rock nacional, básicamente por mis hermanos mayores. Arranco con el folclore a los quince, porque el papá de una amiga de la secundaria, el santiagueño Ramón Pochi Carrillo, siempre me pedía que cante alguna canción de un cancionero de Los Carabajal que tenía.

Julieta recuerda las canciones, y cómo de alguna se olvida el nombre, la canta un poquito, y ahí uno se encuentra cara a cara con la belleza. Su voz es pura y cristaliza como agua de montaña, y con una enorme variedad de matices.

- Pochi Carrillo le escribe una chacarera llamada Corazón de Quebracho a Roberto Benavidez, un tallador de madera de La Banda, su ciudad natal. Él me invita a cantarla a un festival que había en esa ciudad, y el artesano,  ahí presente, me regala una talla de madera que me dedica. En ese festival escucho que hay una banda de Hurlingham, un lugar al que yo sólo conocía de nombre. Ellos hacían folclore, pero no tan tradicional, estaba bueno.

¿Qué significa que estaba bueno? Tal vez para alguien que no viene naturalmente del folclore esa bondad representa la cualidad necesaria como para hacerle un sitio en el área de los afectos, aquello en lo que se encuentra una valía, no un parámetro calidad únicamente.

- Ellos hacían una fusión de rock y folclore que yo percibí como diferente, y a partir de allí fue que comprendí el transitar de artistas como León Gieco, Pedro Aznar y Mercedes Sosa por esos senderos. En ese momento, en esa ciudad de Santiago del Estero, yo me cruzo por primera vez con Sebastián Pacheco. Hoy con él tenemos un hijo, que se llama Santiago, como el lugar que nos encontró.

Carrillo, Pacheco… Los primeros otros que fueron dando forma a la criatura. La adolescente que por mandato social debió haber cantado rock, pero que por el padre de una amiga cantó folclore en un festival en La Banda en el que conoció a un músico que hacía algo de rock, y con quien años más tarde formaría una banda y tendrían a Santiago. Ahora entiendo algunas canciones de amor.


- Como sea, en aquel momento yo todavía no podía fusionar el folclore con el rock, o con el tango, todos esos géneros eran compartimentos separados

- Por ahí faltaban paradigmas.

- Exactamente. Sabía que había un camino emocional, que era por ahí. Para ese entonces dejo el conservatorio Nacional y empiezo a estudiar música popular en Avellaneda.

La vieja discusión si la enseñanza clásica aporta el saber académico fundamental a base de repetición y fuerza bruta, cómo si al músculo no hubiera otra forma de educarlo que dándole y dándole hasta que aprenda. Un debate más viejo que el agua tibia, al que si gusta de aportar puede darle clic ahí debajo en el grifo izquierdo dónde dice Comentarios.

- En Avellaneda la forma de abordar el canto era distinto. En el Nacional era mucho más rígido físicamente, de afuera hacia adentro de mi cuerpo. Hay que ponerse así, pararse así, todo de una manera que funcione. La búsqueda es el resultado. Cuándo conozco otros métodos de canto, descubro que en realidad el resultado viene de adentro hacia afuera, es mucho más orgánico. El cuerpo debe acompañar la vibración del sonido, de ninguna manera el canto es estático. De todos modos no soy fundamentalista, la curiosidad me permite valorar todo. Pero de ninguna manera pienso al canto como algo estático, al contrario, es movimiento puro, la vibración interna hace que así sea.

- ¿Esto hace que una canción no sea la misma cada vez?

- Nunca. El arreglo y la forma puede ser, pero la versión no. Cada vocalización es distinta, cada vez que tomás aire habilitás diferentes músculos. El nivel de deporte en la música es elevado.

- Para tocar bien un instrumento era fundamental la cuestión de entrenar el músculo; por supuesto que hay otros componentes, pero la base estaba en el deporte, usando tu concepto. Pero con la voz, la naturaleza tiene que hacer lo suyo, sino no hay gimnasio que alcance.

- La sonoridad te desnuda. Vos podés vestirte como quieras, pero a la hora de cantar, la voz te expone; te expone por tu historia, por lo que te pasa, por tus emociones. La forma que pienses determinadas cosas, el vínculo e historias que hayas construido con las personas, tu juego de valores… Todo eso que te va formando como ser humano, todo lo que vos creas de las cosas, se ve cuando cantás. Si vos ya das sentado un tango como arrabalero, le ponés esa etiqueta, tomás aire, apretás la mano y clavás la nota. Eso es un estigma que te aleja de lo que vos estás sintiendo cuando cantás esa frase.

- ¿Cómo es cantar una canción festiva en un día en dónde estás triste?

- La protagonista siempre es la canción. Lo que buscamos es ser el vehículo de la canción y no que la canción lo sea de mi ego. Yo debo hacer que la canción vibre por sus valores propios, su letra, historia, armonía, etc. Mi búsqueda particularmente fue por ahí. Y en ese momento desaparece cualquier incomodidad, esto seguramente le pasa a cualquier artista, todo se eleva sobre el escenario.

Sea cual sea la explicación que me den, nunca llego a convencerme del todo, y siempre acabo en la misma: que esto que sucede con algunas voces es lo que técnicamente se denomina magia. Y arriba, todo el estudio y trabajo profesional que se le pueda poner, pero ahí los dioses metieron mano, a mí no me la cuentan. Volvamos a la historia.

- Había empezado a trabajar como telemárketer, con el aparatito en la oreja un montón de horas por día. Voy a rendir un examen en el que siempre me sacaba buenas notas. Mi profesora me dice: "Estás como agotada, ¿en qué estás trabajando?" Y le cuento. "No, no…", me dice. "A partir de ahora vas a empezar a dar clases de canto". Yo tenía 21 años. Me reí, ¿cómo iba a dar clases de canto? Ella sostenía que tenía todas las herramientas para hacerlo, y lo único que me pidió es que no le mienta a mis alumnos. Mi profesora de canto, una genia. Ella me animó a dar clases.

El universo de los otros de Julieta Sosa se va completando con su profesora de canto de entonces, Marina Rama, hoy además una reconocida cantante de jazz.


- Entre tantas cosas, ella me enseñó y transmitió mucha seguridad, que es lo que yo busco de dar a mis alumnos, a no tener miedo. Y ya llevo casi veinte años dando clases. No terminé la carrera en Avellaneda, la estoy terminando ahora, a otro ritmo, pues Santiago tiene 13 años, y debo repartirme con su padre en las tareas de la familia.

- ¿Y cuándo empezás a cantar en un grupo?

- Cuándo dejo de cantar con Pochi, empiezo con un grupo de folclore bien tradicionalista, dos guitarras y un bombo, de allí de La Matanza. La banda siempre llevó mi nombre, Julieta Sosa, y el repertorio venía de la mano de Pochi, súper santiagueño. Pero a mí me generaba mucha curiosidad la música de otras provincias. A ellos, muy ortodoxos, no los movías de su lugar.

- ¿Es ese momento en el que aparece el folclore más melódico, con los grupos masculinos?

- Sí, y la vuelta de Soledad (Pastorutti), la aparición de Los Nocheros, más o menos para el '97. Por supuesto que me influenció, absolutamente. Era un género que estaba adormecido y resurge, con una niña de mi edad, era muy referencial, La Sole. También estaba Tamara Castro.

El devenir del primer grupo de folclore tradicional de Julieta Sosa siguió los andariveles de lo tradicional.

- Con mi grupo habíamos hecho las nueve noches de Cosquín, las peñas callejeras. No teníamos mucha información, mi papá dijo: "¿Qué hay que hacer? ¿Ir a Cosquín? Se van para Cosquín." Nadie nos había invitado a ningún lado, pero íbamos igual, nos inventamos una gira. Papá llevó a todos los músicos, mi familia me acompañó, siempre. Cuándo mis inquietudes musicales me llevan para otros sitios, mis compañeros empezaron a advertirme: "Ojo, que si te movés de ese círculo, te estás yendo del folclore." Yo escuchaba a Spinetta, y eso para ellos no tenía nada que ver. Yo estaba claramente creciendo, y ellos no se estaban dando cuenta. Allí grabamos un disco, (un casete en realidad), en La Matanza. Hay un par de canciones de esa época de cuando estuvimos en un programa que se llamaba Argentinísima, que conducía Julio Márbiz.

Sírvase el lector ir a la internet y buscar estos videos, pues es un documento ver a una jovencísima Julieta Sosa secundada por su trío folclórico, ya mostrándose dueña del escenario y de una voz que con los años no ha parado de mejorar en calidad e interpretación.

- Seguime contando la historia.

- Al año siguiente, en un pre Ayacucho, nos volvemos a cruzar con Sebastián. A mí me encantaba el estilo de lo que hacían. Además, ¡tenían un piano! Era mucho más armonioso, no me resultaba tan violento como lo que hacíamos nosotros. En verdad, lo que pasaba era que lo yo estaba haciendo no era lo mío. En aquél certamen, ellos concursan como conjunto folclórico, y yo como solista. Ese reencuentro consolidó una conexión importante, pues yo ya me sentía mucho más cercana a lo que estaban haciendo ellos. Sucede que me llama su representante para tocar en una peña, pero no había presupuesto para pagarle a mis músicos, así que dije que iría sola. Me dicen que no me preocupe, que algunos de los chicos de la peña me iban a acompañar. Y esos chicos eran ellos. Así fue que comenzamos a tocar con Sebastián y con Ricardo Streule, que es mi actual pianista y con quienes, en mayo del 2020 cumplimos veinte años de la primera vez que tocamos en vivo.

- ¿Ese es el inicio del actual grupo?

- Sí. Nos juntamos a ensayar y empezamos a tocar juntos. Sebastián y Ricardo medio como que dejaron su antiguo grupo. En verdad, ellos también estaban en una búsqueda de algo nuevo, y encontraron en mí algo de eso. Posteriormente, Ricardo convoca a un par de amigos de su conservatorio, el Esnaola. Son Leandro Brignone en vientos y a Leandro Polisano en percusión. Salvo Sebastián, que tenía 24 años, el resto no pasábamos de los 19.

- ¿Cómo fueron esos inicios?

- Yo ya percibía que lo que hacíamos tenía otro vuelo. Su forma de tocar se emparentaba mucho mejor con mi manera de cantar, que no era tradicional. Yo estaba más influenciada por el sonido del rock, aunque nunca lo hubiera cantado.

- Esto sucede en un momento en el que el rock se vuelve más conservador y el folclore más rupturista.

- Sí, tal vez después el folclore se abre por demás, toma mucho más vuelo, y creo que está bien que así sea. Nosotros seguimos con lo nuestro, y al poco tiempo ganamos el festival pre Jesús María, en Córdoba y también fui revelación en el festival de La Sierra, en Tandil. Todo fue muy junto, tenía 21 años.

- O sea que tu profesora te anima a que te pongas a dar clases y vos vas y le ganás un festival…

- Se ve que me motivó bien… (risas)


Existe un registro discográfico de ese entonces, en formato casero. Fueron tiempos de tocar y tocar, de mostrarse, de hacerse oír. En medio de una entrevista que le estaban haciendo en la trasnoche de Radio Nacional, suena el teléfono de la emisora. Era una agente de prensa que manejaba a varios otros artistas del género, y que buscaba contactarlos. Corría el año 2001.

- Tuvimos una relación un tiempo con esa representante que nos implicó hacer una pausa en los recitales para grabar un disco en el estudio de León Gieco, que contó con la producción de Tilín Orozco, con invitados como Tomás Lipán, Franco Luciani y Raúl Carnota. Fue un encuentro con referentes. Vincularse con músicos que tienen trayectoria y carrera no te da otra cosa que aprendizajes.

Julieta es muy cuidadosa con los nombres propios.

- Nunca fue lo mío hacer amistades por conveniencia, nunca me hubiera acercado a nadie pensando que me convenía. Sí me pasaron cosas hermosísimas con estos artistas, como que por ejemplo, la intención de la productora era que Carnota tocara un día y nosotros otro, pero cuando nos encontramos con Raúl, él dijo: "No, vamos a grabar juntos. Con lo único que vos te vas a quedar de este momento es que cantemos este pedacito de canción juntos." En definitiva, siempre le di privilegio a la relación con las personas que al resultado comercial que pudiera surgir del encuentro. Nunca fui tan ambiciosa con lo comercial.

- Entiendo que en algún momento puede haber un punto de inflexión, y un artista debe hacer cálculos de qué es más lo que le conviene…

- En un momento buscamos tocar en diferentes lugares, y vimos que la gente se movilizaba para ir a vernos. Entonces paramos y dijimos: cien personas allá es lo mismo que cien personas acá, así que decidimos empezar a tocar más cerca de dónde vivíamos. Fueron momentos, lo que nunca hicimos en estos veinte años fue dejar de tocar.

- Más tarde se independizaron.

- Sí. Romper el vínculo con la productora fue un estrés importante, hay bastante papeleo mediante y pasos que cumplir. Sebastián se va de viaje a tocar con Leandro, y a su regreso en 2011, grabamos un disco de manera independiente, siempre en el estudio de León, que se llama En mí.

- ¿Cómo fue ese disco?

- Es un baúl de canciones. Hicimos con Sebastián cada uno por separado una lista de canciones que reflejaban esos 10 años juntos. En las que coincidimos son las que quedaron en el disco. En la gráfica hay un baúl con objetos que reflejaban esos diez años: un ponchito que me habían regalado en un festival, el cuadrito con el premio, y algunas fotos de nuestro hijo Santiago.

- ¿Cómo es trabajar con tu compañero de vida?

- Nos miramos y nos entendemos, tenemos mucha suerte. Pudimos atravesar la barrera de lo cotidiano, que a veces cansa, y entender que eso era simplemente convivencia. Siempre nos sentimos cómodos trabajando.

Sebastián Pacheco tiene una relación particular con su guitarra. No habla con ella, como se dice poéticamente por ahí, ni tiene un trato que pase por el lado de lo masculino-femenino. Yo me animaría a decir que él con la guitarra se pone de acuerdo. Son claramente dos almas separadas que negocian al momento de la canción el sendero a transitar. Ella pone el cuerpo sonoro, él conduce, acompaña. Y no nada mejor que tener al lado al mejor compañero.

- ¿Les gusta el estudio como un ámbito de experimentación, o van a grabar con todo el material preparado?

- Somos de ir a grabar con todo pre-producido. Es más una cuestión de presupuesto; todo lo que sea laboratorio se hace afuera. Yo disfruto más el vivo que el estudio, la adrenalina es completamente diferente, no llego a reflejar nunca en el estudio lo que me pasa en el escenario.

- ¿Entendés que la grabación estándar de un disco sigue teniendo vigencia, o el formato digital a través de las redes es lo que cuenta?

- Hoy no sé si existe el tiempo como para escuchar el progreso del primer al último tema de un disco como una idea musical general. Hay que adaptarse, a algunas cosas nos adaptamos más que a otras. Siempre fuimos independientes y autogestivos, así que vamos descubriendo por dónde hay que ir. Lo que no transamos es la curiosidad por ser libres. Nunca toleraríamos adaptar nuestro estilo a una cuestión de mandato del mercado.

Julieta, la preocupada por la independencia de las hojas de los árboles, la jefa de la libertad de sus canciones.



Hurlingham, 11 de noviembre de 2019.

Víctor Dabove

La vida se está continumente rompiendo y armando.


- ¿Fuiste a algún lado en Semana Santa?

- No, soy antiturista.

Como corresponde al hablar con un artista, la utilización de cada vocablo cuenta. Requiero algún detalle al adjetivo.

- En "Ojos imperiales", Mary Louise Pratt entrecruza aquellos relatos de viajes con la conquista del continente americano a partir de la llegada de los españoles y naturalistas, y como se tentaban viajes a las clases burguesas europeas para conocer América y sus paisajes; algo así como el prolegómeno del turismo mierdoso que existe hoy en día, del tipo sacándose una foto en la Torre de Pisa, y eso. Tengo conocidos del mundo de la cultura que viajan y me mandan una foto en una góndola…  ¡Dejate de joder, eso ya está, ya pasó! Aquí tenemos montones de aborígenes trabajando en un supermercado, y nadie jamás se ha acercado a saber algo de ellos. Es como la gente que viaja al sur para ir a ver esas reservas para sacarse una fotito con mengano; prefiero seguir viviendo en el Barrio Luna y no ir a ningún lado.

Victor Dabove ve todo. No para de mirar. Es un ojo que absorbe toda la realidad que le pasa cerca, y cuando la relata, no transita por laderas, prefiere las pendientes. Más si se lo provoca.

- ¿Hay forma de poner en foco lo latinoamericano, o tenemos que esperar que Netflix saque una serie sobre un toba?

- Es como irreversible el tema del eurocentrismo. Enrique Dussel es un filósofo argentino radicado en México que es un paladín de anti-eurocentrismo, él describe muy bien ese aspecto, lo que está haciendo Trump, por ejemplo.

La charla deambula en los desastre que (ahora) provocan los gobiernos de Estados Unidos, las intervenciones armadas en medio oriente, la fábricas de terroristas, la Europa decadente… A Dabove la maldad del poder lo enerva, no acepta con facilidad lo inaceptable. Gesticula apasionadamente, sus ojos tienen un fuego particular.

-  ¿Qué te pasó esta semana cuando viste prenderse fuego la catedral de Notre Dame? ¿Cuáles fueron tus reacciones a medida que se conocían las reacciones en todo el mundo?

- Hubo una reacción doble. Es innegable la pérdida como obra de arte, más allá que eso representa una obra del poder, para que todos allí se sintieran subyugados ante lo majestuoso. Algo similar sucedía con la cúpula de Santa Sofía en Constantinopla, antes que fuera una mezquita. El imperio de oriente se hizo más cristiano ante su sola presencia, pensá en el campesinado que vivía en chozas, cómo se sentiría viendo esa monstruosidad, seguramente nosotros sentiríamos lo mismo que ellos. Hay un cuadro de un pintor que retrató la catedral de Reims en llamas, y al poco tiempo, en 1914, los alemanes la dañaron parcialmente durante la guerra. "Un presagio, que premonitorio", dijeron en aquel momento, "este pintor pintó Reims en llamas" La gente ayudó a apagar el incendio, y la catedral se salvó. Yo aproveché la fecha y les mandé el cuadro de la iglesia en llamas a todos mis contactos. "Felices pascuas", le puse.

- Provocando un poco…

- Un poquito.

De provocar, Dabove sabe. Cada pintura suya tiene un infaltable momento de incomodidad; cuanto más indetectable, más hondo entra la aguja, y uno no termina de comprender de dónde provine la fascinación, si de lo tremendo que allí se relata, o es simplemente el asombro resultante de haber caído en la cuenta de cómo son algunas cosas.

- ¿Qué te pasa cuándo te enterás que un magnate ofrece millones de euros para su reconstrucción?

- Me da mucha bronca; esa plata usala para la gente qué está como el culo, sufriendo, sin comida, esos subsaharianos que intentan cruzar la frontera con España y quedan a mitad de camino y con la guardia civil pegando tiros. Muchos son universitarios, gente formada, que podría ser una mano de obra excelente para Europa. Eso es ser pequeño burgués. Hace muchos años hubo tremendo revuelo por uno que fue a golpear con un martillo a La PIedad de Miguel Ángel. En aquél momento yo recuerdo haber pensado: Qué mal…, casi un duelo. Hoy (uno cambia con los años), que la hagan mierda… Y si aparece uno que va a poner la guita, que se la decomisen y ayuden al más necesitado que exista.

- Como que hay una cultura que es exclusiva del poder, y es intocable, y otra que no. La antigua Babilonia, cuna de la civilización, que es lo que hoy es Irak, fue duramente bombardeado, y a nadie pareció reparar en el daño histórico.

- Allí los norteamericanos, los franceses, los españoles (porque allí estuvieron todos) pasaron con una aplanadora, destruyeron todo vestigio de la cultura de lo que fue Las Mil y Una Noches. El 80% de todo eso desapareció. En realidad, lo único que les importa son los recursos no renovables.


Le consulto por su interés por los genocidios y las grandes tragedias humanitarias, algo que aparece presente en su obra. Me acota que es algo reciente, y cuenta que una vez oyó hablar a una mujer ruandesa acerca de las matanzas ocurridas en aquel país, en el que el gobierno colonial belga estableció un esquema social de castas racistas. Y menciona que acusó el impacto del relato, e inmediatamente reflexionó:

- ¿Y si mis hijas estuvieran viviendo eso? Es para ponerse a llorar, esa es tal vez mi forma de poder sentir como ser humano.

-  Pero el artista ve otras cosas…

-  Si, pero también soy un ególatra mal, tengo cosas como todos. Pero la vez que he hecho algo bueno por alguien y pude ayudar a alguna persona, lo sentí como una especie de droga, una droga buena, "qué bárbaro, mirá lo que hice", te das cuenta que ayudaste a alguien que ni siquiera se acuerda de tu nombre.

-  ¿Sentís qué con el arte te pasa eso?

- Con el arte es más difícil. Es un núcleo más reducido. Si hacés una obra muy fuerte, además de no venderla, te genera como enemigos. "¿Cómo vas a pintar eso?… no podes", te dicen.

Un rápido repaso por la obras de Dabove denota de inmediato que no es amigo de los típicos paisajes con lagos y cerros nevados, o perros ovejeros recostados junto el fuego. Hay un deambular de criaturas espectrales, cuerpos con partes mecánicas, rostros derretidos como velas. Su pincel es una forma de cámara fotográfica que retrata de manera particular la realidad y la deja en el lienzo provista de sabores y olores novedosos.

- Para mí es mucho más familiar el dolor, la miseria y las contradicciones que el sueño de la felicidad y la lucha por el amor. Ese derecho a la felicidad que se nos supone recibido por haber cumplido con el deber social, no es lo mío. Yo me tengo que sentir feliz de vivir en el Barrio Luna.

- ¿Qué buscás lograr en el otro con tu arte?

- Me pregunto todo el tiempo por qué pinto esto. Y cada vez son más antisalonero.

Un nuevo anti… Vuelvo a pedir glosario.

- Antisalonero, me dio éxito hacer ese tipo de pinturas, hago otra chica en distinta posición, y sigo y sigo, y lo logro: "¡Ese es un Dabove!" Eso no lo soporto. Berni, Alonso, ¡basta!, ¿hasta cuándo?

-  Eso debe hacer que te lleves bien con los jóvenes.

-  Sí, claro que me llevo bien; por ahí dicen boludeces, pero me llevo bien.

Dabove es un intelectual crítico, y ese hecho lo incluye, no puede escapar a sí mismo. Se corrige, se burla, se cuestiona. Hace una caracterización grotesca de esos jóvenes que visten de negro y andan deprimidos, pone cara triste y encorva la espalda, como apesadumbrado por la realidad de la existencia: identifico que se refiere a los adherentes de la movida gótica. La charla se bifurca por senderos variopintos; va, vuelve, retoma. Ahora el tema es el paso del tiempo.

-  A veces hago como la máquina del tiempo, y digo: "Me gustaba más el Morón de antes, todo empedrado, con el Club Morón en la calle Rivadavia, el bar de Volpi… Todo eso me gusta con los ojos de hoy. Pero a la vez vivía con una angustia espantosa, había una cuestión muy reaccionaria. La homosexualidad era vista como un tabú, el maricón es un enfermo, se decía.

- ¿Cómo ves este transitar qué están haciendo las mujeres con la reivindicación de sus derechos?

- Uno que es grande viene con el harén mental del machismo pelotudo, uno se ve en una situación que a veces resulta abrumadora, a veces por querer aportar, uno termina sin querer del lado patriarcal. Lo que pasa que escuchar mansamente a la mujer también es una forma de subestimarla. Pero el cambio es valioso. Mirá los modelos vivos: antes había 100 mujeres por cada hombre, hoy hay muchos más tipos. En una muestra que hicimos en Ituzaingó junto con Menza, Bertani y otros, se armó un despelote lindo porque el que organizó no convocó a ninguna mujer. En cuanto comienza la charla, saltan dos mujeres: "¿Por qué no hay ninguna mujer? Encima había un montón de cuadros con desnudos de mujeres en todas las posiciones. El autor dice: "Yo respeto a la mujer". "¿Cómo es que la respeta, pintándola siempre desnuda?". "Sí, justamente la pinto así porque la respeto.". Chau, se armó una buenísima. Ojalá hubiera pasado en el renacimiento.

En El Triquio hay partituras, un atril y un violín.


- Fue mi padre quién me mandó a estudiar violín, a los diez, once años. Estudié seis años, luego empecé a sentirme incómodo, la enseñanza era muy rígida, muy facha; demasiada presión, no había que equivocarse… así que abandoné. Retomé después de muchos años, me metí en un lugar con gente joven. Me gusta improvisar, puedo desafinar, equivocarme… Siempre me gustó la música.

- ¿Y dónde aparece la música en tus pinturas?

- Me dicta, la música es un dictado. Me dice, va este color, ahora este otro. Es un efecto sinestésico, es muy complejo. No uso la música de fondo. Me transmite color, clima. Coincido con lo que decía Schopenhauer, que la música es la más espiritual de las artes. Vos te podés comunicar con una persona que no comparte tu idioma con la música, golpeando un tambor, más no sea. Mucho más que con la pintura.

En la pintura de Dabove no hay sensaciones sencillas o directas, todo lo contrario. Aparecen cuestiones primarias pero complejas, casi la vida misma.

- ¿Cómo se conjuga toda la complejidad de tu mirada con la cotidianeidad que te rodea?

- Mi viejo, y mi tío. Con él de chiquito hablábamos de los presocráticos; yo era muy chico y él me decía: "Mirá, esto es la filosofía, estos son los realistas…" Para mí fue maravilloso. Ahora veo gente por la calle y me hacen acordar a un cuadro. Mi viejo me decía: "Mirá, ahí pasan los Brueghels, porque Brueghel pintaba todos campesinos. "Mirá, aquí aparece un Greco".

Se cuela el tema de la muerte.

- Observar esas cosas me da un alivio, pues el único problema que tenemos es que nos vamos a morir en algún momento.

- ¿Te angustia eso?

- El más normal de todos es el estado de inanidad, de cierto vacío o angustia existencial. Hay momentos de auto hipnosis, mientras estoy pintando, y por otros feos, cuando hay que ir a pagar la luz, por ejemplo. Pero si somos honestos con nosotros mismos, entendemos que lo que le pasa a uno, le pasa a todo el mundo, sólo que uno lo barniza de chocolate hidrogenado para que parezca bonito, pero el huevo de pascua dentro tiene veneno. De ahí que cada tanto te aparezca un grano horrible o un cáncer. La vida se está continuamente rompiendo y armando. Esa belleza idílica, esa arcadia, me parece una pelotudez, como el desodorante avainillado del inodoro para tapar el olor a caca.

La actualidad de Victor Dabove hoy se centra en trabajos en pincel de trazo muy delicado, que mi ojo poco hábil para el lienzo confundió con plumín. Algunas obras acompañan este texto. También anda con ganas de viajar, más desde que gente del interior descubrió su obra por internet y lo invitó a darse una vuelta. Y sigue con el violín, se anima a tocar un rato, y El Triquio ahora brilla más. Y organiza proyecciones de cine, libre y gratuito, para todos y todas.

Cuesta irse, Víctor sigue comentando obras y proyectos hasta la salida. Nos quedamos con ganas de más, de más Dabove, de más El Triquio, y eso es bueno. Nos deja la certeza de que vamos a volver.

Hurlingham, 25 de abril de 2019

 

Norma Lares

Mis cosas son las cosas de la gente.


Norma Lares nació en Hurlingham cuando todavía se llamaba Morón. "Nací acá", dice, y señala el piso y las paredes. "Acá, en mi casa".

- Era un barrio de 49 casas. El colectivo llegaba hasta Gaona y Vergara y la única que llegó a atender a mamá fue una partera. Siempre fuimos una familia grande, y la casa tomó las dimensiones de la familia. Vi cómo los cambios del lugar sucedían a mi alrededor. De pronto perdimos la intimidad del encuentro, porque nosotros hacíamos reuniones con los vecinos para cualquier fiesta en la calle, o en las casitas de los costados. Antes había una plaza redonda y se hacían quermeses y los bailongos. Ahora hay rejas por todos lados.

- ¿Venís de una familia de músicos?

- No, yo vengo de una familia obrera. Mamá era enfermera. Tuve un tío cantor, el negro, que cantaba tangos. Él me dijo que nunca cantara tangos, porque decía que yo tenía un ritmo interno que llevaba a toda la canción más lenta, un tono como más decidor.

- Capaz que hubieras sido una versión femenina de Goyeneche anterior a Adriana Varela…

- Quién te dice… Toda la vida canté, desde muy niñita. Mi intención era cantar ópera, me encantaba la ópera. Una docente músico del colegio me sugirió hacer algo más con la voz y vino a hablar con mis papás para ver si podía ir al Colón, incluso ella se ofrecía a llevarme. Mi padre, que era de otra cultura, pensaba que todas las que cantaban vivían de otras cosas, así que no me dejaron. Después siempre estuve con la música nacional y latinoamericana.

Si se moja mi guitarra
que mi llanto le sea ajeno 

Hermanos Núñez

Hay mucho para hablar de música con Lares, pero ella no puede evitar transmitir lo que le duele en el pecho. Eso lo iré aprendiendo a lo largo de la charla: hay artistas que interpretan canciones sobre el escenario y hay personas que cuando cantan le explican a la gente con canciones lo que le pasa a la gente.

- Tenés un transcurrir extenso con esa canción, lo cual te valió de un importante respeto en el ambiente.

- Creo que tiene que ver con la coherencia. No se trata de ser obcecada, sino que cuando te duele tanto como va el país o el continente, buscás identificarte con esas voces que están acalladas y tomás lo que te dejan de su cultura para nombrarlos, que es lo único que se puede hacer desde un escenario. Mi parte militante normalmente está sobre el escenario. Un recital que armamos en las épocas más duras tenían que ver con aquellos poetas que peleaban por la libertad: Gelman, Alberti, Atahualpa, Armando. Íbamos a escenarios que podían ser muy grandes pero normalmente eran pequeños y peligrosos, porque no te permitían cantar. Era la forma de tomar conciencia de lo maravilloso que es ser libre. 


Le consulto si eso sucede cuando los artistas se parecen a las personas que llevan dentro, aunque haya algunos que construyen personajes en el escenario que no se corresponden con la cotidiana. Replica:

- Eso yo lo siento como otra cosa.

- ¿Por eso lo de cantora y no cantante?

- Justamente. Yo canto con lo que tengo. Y a veces se trata de mucha tristeza o de mucha alegría. O estas cosas que tiene que ver con reconstruirnos para poder seguir buscando. Tomo muy en cuenta las palabras de nuestros viejos pensadores que decían que un pueblo triste no vence. Yo no soy un cascabel que anda llevando la alegría, pero sí podemos reconstruir la alegría mirándonos en el otro. Ni que hablar la esperanza que me dio el escenario donde el otro día apareció Cristina, aunque sea presentando un libro. Lo sentí como un acto de reconstrucción. Ahora tenemos a nuestros hijos que aún son jóvenes, o nietos; la duda de qué país le estamos dejando. Escucharla a la señora que ha pensado tanto en su pueblo, me dan muchas ganas de seguir.

- Que notable que un libro, que es un objeto de cultura sea tomado como un hecho político, justamente en ese templo de significado que es La Rural, y que sea una bandera, pues hoy ir en el subte con ese libro en la mano es una bandera.

- Es maravilloso. Su templanza también te va marcando un camino sin odios, sino de pura reflexión. Tené en cuenta que mi generación pasó por todos los odios y por todas las esperanzas que nos trajeron hasta acá. Cuándo pensamos que habíamos vencido, y de pronto aparece este gobierno, y vos decís: "¿qué pasó, dónde quedó todo el trabajo?"

 Palomas lleguen volando y díganle a mi pago
Que la lluvia que lo moja soy yo que lo estoy llorando 

Los Carabajal

Hay un momento particular de la historia reciente que aún le duele. 

- Cuándo se sancionaron las leyes de impunidad, allí por fines de los '80, me pregunté: "¿Adónde fue mi canto?" No pude cantar por un tiempo, no me hallaba.

- Se argumentaba que en aquél entonces los militares seguían constituyendo un peligro para la democracia, y que esas leyes de algún modo eran la única manera de seguir adelante. ¿Cuál es tu mirada hoy de ese momento?

- Tal vez haya sido necesario, pero me quedaban muertos. Nunca pude entender que fuera justo, no me quedé conforme. Nosotros seguíamos buscando a nuestra gente y estos tipos andaban por la calle diciendo que si pudieran volver el tiempo atrás, lo volverían a hacer. A mí la falta de ese juicio me provocó una oquedad.

- Se mencionan los costos que implican o implicaron a esta democracia. Por suerte, hoy hay generaciones enteras que nacieron y se criaron en democracia. De todos modos, ¿tenés heridas más recientes de la democracia?

- Yo siento este estado de cosas como un fracaso. Me provoca todo un cuestionamiento. ¿Qué hice yo para que esto pase? ¿Fue un problema de la militancia? ¿Nos dormimos en los laureles? A veces pienso que cuando este gobiernos se vaya, nos vamos a encontrar con la mitad del país y que el resto está vendido.

- ¿Vos te hacés cargo de eso? ¿Te recriminás a vos misma no haber hecho algo?

- Sí, y en alguna mesa de cultura pedí esa autocrítica, creo que es necesaria; por eso cuando la escucho a Cristina hoy mencionar sus errores, me da cierta calma, aunque yo me refiero más a la militancia. En un tiempo me pidieron militar en la calle, para la ciudad de Buenos Aires. Pero en realidad me convocaban para participar en eventos. Y yo quería ir a hablar con la gente, participar casa por casa.

- Entiendo el lugar del militante, pero vos sos una representante de la cultura. ¿Cómo es la militancia desde la cultura?

- Cuando subí al escenario les dije que más allá del resultado a la gente hay que ir a buscarla a la casa.

- ¿Porqué la autocrítica es algo que siempre se le pide al progresismo y no a la derecha?

- Creo que veníamos de una ausencia de cuadros políticos. Ahora por suerte han resurgido, veo muchos jóvenes que vienen a mi casa y entonces digo: "Este va pintando como cuadro político, está preocupado por la realidad, qué bueno." Eso yo antes no lo veía. Es una construcción en telaraña. Ahora, ¿por qué tenemos que ser impolutos? No lo sé, la verdad. A Horacio Guarany le criticaban no sé cuántas cosas, y él contestaba: "Yo soy comunista, no soy boludo." 

Cuando sientas en tu hilado
que mi tiempo se ha vencido
dibujame un sol gastado
con las hebras del olvido.

Jorge Fandermole

A Lares la sigue mortificando la situación actual.

- ¿No ves el presente como algún tipo de tránsito por el que esta sociedad necesitaba, algo así como una enseñanza por la que había que pasar?

- No, esto ya estaba escrito. Lo hablé en una oportunidad con Jozami: cuando un pueblo está bien, vota mal. Cuándo un pueblo está mal, vota bien. Y había una parte de mí que me decía que esto iba a pasar. Los espejitos de colores son una construcción cultural.

- ¿Y cómo se destraba eso?

- Me hago siempre esa pregunta: ¿cómo deconstruyo esto, que parece ser un legado? ¿Cómo era que yo sabía que iba a pasar. Porque siempre pasó.

- Este país también tuvo anomalías…

- Ya, pero ahí es dónde mi canto es más flojo. ¿Cómo construyo para decirle a este: "mirá que vas a perder todo…"? Me entra un poco de bronca con esa gente. Gente que antes tenía algo y hoy no tiene nada, producto de la gran falta de clase. Gente laburante de toda la vida, ¿cómo no pudo darse cuenta cómo iban a ser las cosas? Ahí te das cuenta como operaron los medios en la cabeza de las personas. Por eso creo que el trabajo es netamente cultural. Pero no se trata solamente de ir a cantar y decir: no, esto no es así. No, es una reeducación completa del hombre, pero ¿cómo lo hacés?


Y entre mate y chipá, de pronto aparece el tema de la batalla cultural.

- García Linera cita a Gramsci cuando decía que la victoria política requiere de una victoria cultural previa, y esa batalla se da en todos los espacios: en el trabajo, en los medios, en la forma de expresarnos, en las series que miramos, etc. ¿Cómo ves instalado este discurso hegemónico en la comunidad artística?

- Vos fijate los repertorios que se manejan: todo de fiesta. Hoy ya no tanto, gracias a Dios. Hay algunos cantantes que dónde podemos, convocamos y decimos nuestras cosas. Por eso me encanta hacer cantar a la gente. Abajo del escenario soy de perfil bajo, trato de desaparecer. Arriba del escenario es mi casa, y en mi casa trato de convocar las miradas y de pensar juntos; esto dura lo que dura una canción, tres minutos. Un viejo conocido pensador del partido comunista un día me dijo: "Subiste al escenario y me hiciste replantear por qué dejé la lucha." Está bueno eso.

- Algo habrás puesto para eso…

- Es el convencimiento, me encantaría poder llevarlo a lo cotidiano. Pero deconstruir para volver a armar, ni la Diosa Kali lo logra así de fácil. Porque hay que romper para volver a armar, culturalmente hablando, porque son años y años de estar formada así.

Ese día que Lares le hizo cosquillas al alma de un intelectual, defendió con éxito su tesis para doctorarse en artista popular. Sonó un par de veces el término deconstuir. 

- ¿Cómo ves el momento que están llevando adelante las mujeres?

- Yo creo que este momento tenía que llegar, aquella que pudo sobrevivir ha logrado un lugar importante en la historia. ¿Cómo me siento? A veces debo vencer la costumbre, hay cosas que parecen fuertes, yo no sé si las diría. ¿Pero están mal? No, para nada están mal. Todo eso es necesario, necesario y urgente.

Volvemos a la música, ese lugar donde Norma Lares brilla con luz única. Yo la conocí hace unos años de la mejor manera: sobre un escenario en una peña en club de barrio. Me impactó fuertemente su profundidad interpretativa. Ahora, tras la charla, y sabiendo más de su vida y de su historia, percibo en sus canciones esa traza, como así también el porqué de cada cadencia, silencio o ronquido de su voz.

- Vos cantás canciones cuya letra ya está dada, al igual que su partitura. Pero la interpretación es lo que la hace única. Eso no se enseña en ninguna academia…

- Eso es dejar ser. Es que la palabra cobre su sentido. No elijo cualquier tema, elijo aquellos con los que me voy identificando en cada momento. Yo no sé si yo busco al tema, o nos encontramos así por accidente y nos pertenecemos. Y la palabra va cobrando otra cadencia, y se mete en esa grieta que te ha dejado la vida, y ese tema viene y te habla. Pero sin duda la palabra es distinta. 

- ¿Te ha pasado de canciones pensaste que serían buenas de cantar, pero cuando llegó el momento, no pudiste hacerlo?

- Si, de hecho hay temas que quedaron grabados en el disco, pero que no los canto más, porque ya no me dicen nada. Hay algunos en los que quisiera profundizar. Ahora quiero trabajar el tema de la mujer, puntualizar en algunas, como la Juana Azurduy o la Rosario Vera. Estoy con un proyecto para el cual hablé con algunos compañeros en las provincias para ver si hay material para recuperar. A veces quiero hacer un tema y no lo puedo terminar, porque me emociono. Para mí la canción es eso. Yo no quiero entristecer a la gente con mis cosas, pero ocurre que mis cosas son las cosas de la gente, también. 

- Si hay canciones que grabaste pero que hoy no podés hacer, ¿será que la canción está viva?

- Me gusta eso, la canción está viva… 

La emoción es un sentimiento casi constante en Norma Lares. La arrebata todo el tiempo, su voz cambia ante cada reflexión, ante cada recuerdo. Empiezo a pensar que cuando está sobre el escenario lo que hace no es solamente interpretar una canción, es proyectar la forma que tiene de entender el mundo que la rodea y cedérnosla como si se tratara de un arroyito de pasión, lento, pequeño, perpetuo. 

- ¿Qué hubiera pasado si hubieses sido esa cantante de ópera? 

Se ríe. 

- Creo que estaría cantando canción popular sobre lo lírico. Mirá Miguel Ángel Estrella, que lleva a las villas obras universales. Sí, se puede hacer. Tal vez estaría allí. Recuerdo un señor que estaba armando breves historias de los cantores, me había conocido en un teatro, y en una nota me preguntaba dónde me sentía mejor cantando. Yo le contesté que había cantado mucho en las villas, en las escuelas. "¿Cómo en las villas?", me dijo. "Yo te estoy hablando del teatro." "Eso vino después", le dije. Esto es lo de siempre, la militancia. Íbamos a cantar a la carpas de los ex combatientes, era una forma de compartir su tristeza y decirles que no están solos. 

Es preferible vivir un amor, aunque esté herido,
a tener que llorar por aquél que ya se ha muerto.

Alfredo Ábalos
 

- Yo no creo en la fama, creo en el trabajo, la alegría de poder transmitir algo. Yo no voy a la casa de nadie con guitarra, yo voy a escuchar a la persona. Si da para armar algo, después arreglamos y nos juntamos. Mis lugares más sensibles no fueron los teatros. Cuando era piba laburaba con grupos de teatros, nunca pisé el Colon, aunque llegué hasta el Cervantes. Una trabajo hermosísimo que hice con la obra de Armando Tejada Gómez que lo pude hacer recorrer por las provincias. ¿Qué es el arte? Es la voz del pueblo, y normalmente del pueblo trabajador. Pero este señor que me entrevistaba en el teatro me apagó el grabador, no le gustó lo de las villas. 

No se recuerda el nombre del señor este, y poco importa hoy día, por suerte. Hay lados para todos y todas; para los lugares y para los recuerdos. La suerte para todos nosotros es que Norma Lares está del lado de los buenos. 

Hurlingham, 16 de mayo de 2019

Macalma

Lo importante es la canción.


Macalma toca desde el 2014. Salvo el bajista, la formación se mantiene. Se conocen desde antes de tocar juntos; cada uno tenía su banda, y por esas cosas de Hurlingham, se cruzaban en cada recital punk que pintaba.

Damián Alin Oviedo toca la batería desde los 18; ahora tiene 40. Cuenta la leyenda que de pibe, él quería una moto, pero una batería se cruzó por su camino. Cuando cumplió 18, le cambió a su viejo el pedido, y en vez de la moto eligió la batería.

Pablo Acosta es guitarrista, y a diferencia del resto, Macalma es su primer banda estable. Orgulloso autodidacta, recibe su amor por el instrumento de manos de un pariente eventual que era disc jockey de Pinar de Rocha, y ya a los 12 años no sólo le hacía escuchar música, sino que le compró su primer guitarra.

Matías Vargas también toca la guitarra, y él arrancó a los 8 años en el conservatorio de Morón. Como la madre era folclorista, la educación musical era casi obligatoria. Resistió un año; la disciplina fue demasiado para el gen rockero que ya a esa edad se hacía dominante por sobre el resto. Años después tuvo su primera guitarra eléctrica; cuenta que acudió a un compra-venta y consiguió dos guitarras muy truchas, luego fue de un amigo y de ambas hizo una buena. Lo importante era que hiciera ruido. Del conservatorio rescata que al menos entendía lo necesario como para hacer sonar el instrumento. El resto lo aportaron las revistas que traían las canciones con los tonos como para tocarlas en casa. Salió a tocar con su primer banda a los 14 años de punk rock.

Alejandro De Luca es el vocalista de Macalma. Su impronta denota una presencia intensa. Si el rock tuviera ángeles, Sokol y Prodan hicieron de las suyas con el nombre de este cantante. No puede fallar.

Cuenta Matías que el quiebre lo hizo Nirvana.

- Nunca vas a poder ser Slash si no estudiás. Nirvana hizo las cosas más fáciles.
- ¿No sentís que hay un techo si no estudiás?

- Si no estudiás, sí. Quizás un techo técnico, no tal vez creativo. El método te da caminos más fáciles, tal vez tardes menos.

Macalma no conoce de frontera de estilos. Cuenta Alin:

- El primer disco fue una cosa, el segundo es otra, y yo quiero que el tercero sea otra diferente.

El primer disco es Colores de la oscuridad, es del 2014 y se grabó con la formación actual. Intriga el nombre de la banda. Cuenta Matías:

- Es un juego de letras: las tres primeras son las iniciales de Martín Ariel Canevari, un amigo nuestro, primo de Alejandro,  que lo mataron para robarle la moto y que había tocado antes con ellos. Muchos nos juntábamos a tocar a partir de estar con él, él estaba bien económicamente, era muy generoso y nos ayudaba muchísimo. El resto de las letras son Al de Alejandro, Ma de Mariano y Matías. En esas pocas letras quedó resumida el alma de MAC.


Alin reflexiona sobre lo que fue la experiencia del primer disco, a propósito de un comentario acerca de su color sonoro.

- Está bueno porque dice la verdad.  Cuándo hacés un tema, esta bueno que haya allí alguna vivencia tuya. A mí al menos no me da de contar algo que no pasé o no viví.

En Macalma componen todos. En el primer disco la mayoría de los temas compuestos por Matías y Alejandro; Alin aportó un par de canciones, pero en este segundo trabajo, la idea es componerlo entre todos.

(Matías) - A veces uno trae un pedazo de un tema, otro le agrega alguna parte… Entre todos armamos el resto. Con las letras pasa algo parecido.

(Alin) - Las letras tienen que contar algo, pero no de modo tan directo.

Alejandro menciona a Acido Profundo, su banda anterior, que funcionó durante quince años. Cuando llegó su fin, se juntó con Matías, que venía de Infractora, y armaron Macalma, a los que se unieron Alin y Pablo. El último integrarse en unirse fue Mincho, Fermín Sokol, que comparte formación con La caja del Polaco.

La relación de Alejandro con Fermín insume la vida misma del bajista.  Amigo de Alejandro Sokol (padre de Fermín), lo conoce desde que nació, y desde que su padre falleció en 2009, la relación se hizo más intensa.

(Alejandro) - Lo conozco desde la panza de la madre. Jamás imaginé en verlo con un instrumento colgado tocando al lado mío. Pensé que yo iba a ser mucho más viejo para cuando él creciera, pero no. Con Acido Profundo fuimos teloneros de Las Pelotas varias veces. Incluso alguna vez fui invitado a cantar con ellos.

La muerte de Sokol fue un evento que pudo a prueba el temple del cantante.

- Yo no sabía si iba a seguir tocando tras la partida de Alejandro. Las cosas con Acido Profundo no estaban bien, pero la banda levantó gracias a que en el momento en que él empieza a tocar sólo con El Vuelto, me pide que le haga la gamba. Yo por supuesto acepté, y junto con otras bandas íbamos de teloneros. Eso nos mantuvo a flote durante un tiempo.

Pero la realidad era que la situación puertas adentro de Acido Profundo ya no era lo que antes. Cuándo no está más Sokol, ya nada sostuvo a la banda.

La realidad de las finanzas de Macalma no es diferente a las del resto de las bandas de su tipo.

- ¿Alguno de ustedes vive de la música?
(Pablo) - No.
(Alin) - Neeee…
(Matías) - Olvidate, ni cerca estuvimos.
(Alejandro) - Yo siempre pucherié.

- Pero estaría bueno vivir de la música, ¿o no?

(Alejandro) - Es lo que quisiéramos todos. Yo hace más de 30 años que estoy en la música, imaginate que yo quisiera vivir de esto.

- ¿Entienden que si ustedes vivieran de esto cambiarían algunas cosas? Por el hecho de tomarse esta actividad como un sustento, quiero decir.

(Alejandro) - Si yo viviera de la música, no dependería tanto de mi trabajo. Tendríamos más tiempo para tocar, para componer. Calculo que a todos nos pasaría lo mismo.

- Y eso les plantearía obligaciones…

- Y gustoso las aceptaría.

(Pablo) - Yo me levanto para trabajar a las cuatro de la mañana, en un rato. A veces vengo a ensayar  con una cara súper larga, pero en cuanto comenzamos a enchufar, se me olvida todo.

- ¿No tienen miedo que de alguna forma eso les haga perder frescura?

(Alejandro) - ¿Sabés con qué se pierde la frescura? Con Macri se pierde la frescura.

La charla deviene en un sendero que al instante de la entrevista podría replicarse indistintamente en una cola de un negocio, en un ascensor cualquiera, o en un vagón de tren yendo al trabajo.

- Hoy me cortaron la luz de mi local, mañana tengo que pagar 10 lucas que no tengo, y tengo que ir a rogarle a Edenor que me hagan un plan y ver cómo hago para conseguir de entre mis amigos algo de plata para pagar. Ahora estoy acá ensayando pensando en todo eso. Eso sí hace perder frescura.

Es espacio creativo tiene un lugar especial en el estudio de grabación. Cuenta Matías:

- Cuándo vamos a grabar, tratamos que sea lo más espontáneo y fresco posible. Ensayamos fuerte antes y vamos.

(Alejandro) - Matías es el que más entiende del tema, se pone con el operador y entran en cada uno de los detalles, el tema de los efectos y todo eso.

- ¿Y tienen algún parámetro en términos de sonido, alguna banda como la que les gustaría sonar?

(Alejandro) - Nosotros queremos sonar como Macalma.

No sé si estos muchachos finalmente van a lograr la trascendencia que desean; ni si van a hacer dinero con su obra, descarto que vayan a hacerse millonarios, ojalá que sí. Pero hay una honestidad y transparencia en cada cosa que dicen, en cada gesto y en cada mirada, que hace que uno que ya ha pasado por unas cuantas y descree de casi todo, vuelva a tener esperanzas en la pervivencia de la raza humana. Algo así como llenar el estadio de mis ilusiones.


Alin repasa sus inicios.

- Yo arranqué tocando temas de Sepultura, doble bombo, doble pedal, todo eso. Empecé con una banda punk, luego una banda hardcore, y ahora estoy en una banda que es más tranqui. Y tengo un par de amigos que arrancaron conmigo que me dicen: "Eeee negro, ¿qué onda, estás tocando rock" Y yo les contesto, que más vale, que la onda es tocar todo.

Influencias.

(Alejandro) - Yo escucho de todo. Música electrónica, hardcore, rock, Metallica, INXS… ¿me entendés? Lo hago porque me gusta, no por ejercicio, y hay un montón que no te nombré.

(Pablo) - Tengo millones de guitarristas que me gustan, y trato de sacar de cada uno lo que más me gusta.

(Matías) - Por eso siempre menciono para mí lo importante que fue Nirvana. Cobain tomó esa desprolijidad y la hizo música. Entonces, en vez de Slash, ahora quería ser Cobain. Un solo acorde llenaba todo, en vez de un súper punteo.

- Exigía menos…

- ¿Andá a hacer un tema de Spinetta? Tenés que tener los dedos más largos del mundo. A la vez, cada uno también tiene sus gustos. Yo no escucho música electrónica. O Bunbury, cómo escucha Ale.

(Alejandro) - Bunbury solista. Y todos los días escucho a los Sex Pistols.

(Matías) - Alin hacía punk y cumbia, como Los Ramones.

(Pablo) - A mí me gusta el post-punk, todo lo que vino después, Joy Division, New Order, la movida Manchester.

- ¿Y cómo se arreglan con las letras?

(Alejandro) - Yo tomo la obra de quién la escribió y así la canto; por ahí ajusto algunas palabras para poder meterlas, pero no cambio nada. No estamos de acuerdo que el cantante tenga que ser el que escriba las letras.

(Alin) - Y si hay algo que a uno no le gusta, listo, afuera. Y a no enojarse.

(Matías) - Es algo que aprendimos con los años de estar juntos, que lo importante es la canción.

- ¿Qué imaginan que les falta, qué les gustaría que sucediera?

(Alejandro) - Vivir de esto, eso sería fantástico.

(Alin) - Yo quisiera estar con mis amigos, prender la radio, y que suene mi tema.

(Alejandro) - Eso a mí ya me pasó, el asunto sería que te lo paguen…

(Matías) - A mí me encantaría estar grabando constantemente, tener mi estudio propio.

Macalma prepara el ensayo. Casi nada les impide comenzar, salvo el sujeto que está en el medio haciendo preguntas. Recuerda Alejandro.

- En el único momento en el cual pudimos hacer algo fue en el 2014, que logramos sacar dos créditos, con los que nos compramos los equipos y grabamos el disco. Es la primera vez en mi vida que alguien me da un crédito, nunca logré la formalidad necesaria como para acceder a uno. Pero durante el segundo gobierno de Cristina pudimos hacerlo.

(Matías) - Antes te llamaban e ibas a tocar, ahora te fijás dónde queda, por el tema de la nafta.

(Pablo) - También había movidas de hacer tours con bandas por todo el país. Eso se hacía, y se sostenía en el tiempo.

(Matías) - Las bandas giraban y tocaban con artistas locales. Había políticas públicas destinadas a la cultura. Hoy ni siquiera tenemos ministerio.

Hoy que en La Argentina se reducen planes de vacunación al punto que los estudiantes de medicina puede volver a ver en persona casos de sarampión que hace años sólo veían en filmaciones o fotografías color sepia. Hasta hace pocos años, existían pasajes subsidiados para  que las bandas de rock pudieran tocar en el interior.

(Matías) - El otro día estuvimos en un festival que tocaron seis bandas; la noche fue espectacular y con lo recaudado alcanzó para pagar todo, hasta los afiches, y no tuvimos que poner ni un mango.

(Alejandro) - Claro, pero hubo como 300 personas, la noche fue espectacular, pero ningún músico gana plata. Yo tengo 30 años en esto, debería haber alguna manera de que se reconozca esa trayectoria, la mía y la de muchos que estábamos ahí.

- ¿Qué te hubiera gustado?

- No tener que mendigar una birra en la barra. Viví en Brasil; no había iva para los músicos; los músicos no tienen que encargarse del sonido y cobran por tocar. Es mínimo pero digno. Acá cuando la noche sale perfecta, el bolichero cobra, el del sonido cobra, el que hizo la transa cobra, el de los afiches y la publicidad ya cobró anticipado. Pero el músico no cobra.

- Y si ustedes no van a tocar, ¿qué le pasa al dueño del boliche? ¿La gente va igual?

- No. Sabemos que es así. Si ese día en vez de 300 personas había 25, la barra no le da. Y si vos le vas a cuestionar eso al bolichero, te contesta que tiene 50 bandas esperando para tocar.

- ¿No será que ustedes tienen tantas ganas de tocar que se bancan todo eso?

- Sí, en parte también pasa eso. Deberíamos ponernos todos de acuerdo, pero no es fácil. En Hurlingham tocan cerca de 30 bandas por fin de semanas. Andá a coordinar a toda esa gente. Sin voluntad política es difícil revertir todo esto.

Macalma es un estado de situación, es un reclamo urgente. Quien busque disonancias y tensiones, las encontrará, pero no en la partitura, sino en cada grito, en cada golpe de bombo, en cada filoso acorde. Macalma es una banda que viene a dejar en claro que la soberanía musical de esta parte del conurbano no es pieza de mercancía, es más bien una indeleble marca de pertenencia.




Hurlingham, 6 de octubre de 2019

Desorbitados

 Los mensajeros vamos a ser siempre nosotros.


Desorbitado es algo que escapa de sus límites normales, de su órbita. Órbita es un término más ligado a la ciencia física, pero ampliamente utilizado en su acepción que define el área que abarca la actividad o influencia de alguien o algo. Siendo los físicos y astrónomos una clara minoría en la sociedad, el uso de este término fluye más en su sentido alegórico que taxativo, a menos existan muchos planetas que se hayan escapado de su órbita, anden por ahí y uno no se haya enterado.

Los Desorbitados están como fuera de su rango de alcance. Su definición indica que están en tierras ajenas a las suyas, que se han metido en otro lugar que no es el propio, que navegan en mares por fuera de la carta. Eso sí, con la misma soltura con la que se mueven por el barrio.

(Pedro Carballo - Batería) - Con Eric y con Fran nos hicimos amigos después de tocar. Eric lo vio a Fran tocar en un bar con otro grupo, y al otro día me dijo: "Encontré al bajista de la banda."

- ¿Desarmaste una banda?

(Eric Villalba -Voz) - Exactamente (risas). La banda arrancó con un mejor amigo mío y de Pedro, y fue más un proyecto de amigos que profesional. En algún momento con Pedro nos dimos cuenta que podíamos proyectar a futuro, pero nuestro amigo, que tocaba el bajo, no estaba en las mejores condiciones como para acompañarnos, no por limitantes musicales, sino por otros compromisos. Fue un momento medio incómodo: él no le podía poner a la banda la misma energía que le poníamos nosotros, así que tuvimos una charla y le pedimos que dejara la banda. Por suerte lo resolvimos bien.

- ¿Y mantienen la amistad al día de hoy?

(Pedro) - Sí, por supuesto.

- Eso tal vez habla de dos cosas: que la amistad era sólida, y que la apuesta de ustedes en el proyecto era seria.

(Pedro) - Un tiempo estuvo tocando el bajo Pedro Villalba, que es el padre de Eric.

(Eric) - Un tiempo. Un día le dije a Pedro: mi papá es mi papá, no va en este camino. Y ese mismo día fue que lo conocimos a Fran, el bajista.

- Qué presión, Fran, mirá el espacio que te toca ocupar.

(Francisco Giunta - Bajo) - Sí, hacer de papá (risas). La banda en la que estaba tocando no era la adecuada para mi perfil musical. En una fecha coincidimos las dos bandas, y yo a los chicos los había escuchado antes. Ellos hacían la música que yo quería hacer. Un jueves estaba en una improvisación y Eric me escuchó. Al finalizar, me preguntó si estaba para tocar en una banda. Más perfecto no pudo ser. Ya en el primer ensayo salió un tema.

La anécdota construye la historia de la banda, la de la química pendiente de juntarse que le dio al grupo el impulso necesario como para sacarlo de la órbita. Física y química.

Fran está estudiando música, Pedro y Eric son meticulosos autodidactas.


(Fran) - En los arreglos de las voces Eric sabe mucho porque viene de tocar folclore. También la música que escuchamos nos enseña mucho.

(Eric) - Cada uno tiene una influencia distinta. Yo vengo del folclore, pero más que nada, de entre los Beatles y los Beach Boys, todo por vía de mi viejo. Ahí hay una cuestión vocal que siempre me gustó aprender, a mi me encanta hacer coros. Terminé cantando yo la mayoría de los temas más porque fui el que me animé a hacerlo, pero la banda no tiene un cantante fijo.

Desorbitados es una banda de rock del conurbano bonaerense que hace canciones con arreglos vocales a tres voces. Encontrar alguna otra requerirá hacer varias estaciones en cualquiera de las líneas ferroviarias que cruzan la provincia.

(Fran) - Le dedicamos tiempo a eso, para nosotros la voz es un instrumento más. Para hablar de rock, hay que reconocer que hay una crisis en la identidad del género, hay otros que están predominando, y hay que renovarlo un poco, fortalecerlo. Está un poco contra las cuerdas. La fusión es la clave.

- ¿Qué pasa en general con el rock y las voces? ¿Es más importante la actitud arriba del escenario, cómo vestirse, la onda que se le pone, que cualquier otra cosa?

(Fran) - Hoy la atención va por otro lado, no sólo por la actitud. Si hacés algo muy básico, la gente se lo olvida. Por eso es tan importante el hecho de trabajar las voces. Pero hoy hay que captar la atención mucho más rápido.

(Eric) - Hoy compartimos escenario con Julieta Sosa, alguien que vio justamente eso, la importancia que nosotros le damos a las voces. En general en las bandas de rock, se pone mucha energía en tocar, y se deja la voz para el final. Era algo que nosotros lo veníamos trabajando con Pedro desde antes de la llegada de Fran. Y hoy todos coincidimos en que es un aspecto fundamental de la banda.

(Pedro) - En nuestro caso define un estilo. Nos gusta dedicarle tiempo. Somos tres, y los tres cantamos. A nosotros nos cierra.

En el trío son fanáticos de Spinetta, e incluyen en sus recitales algunas de sus canciones, pero a diferencia de otros grupos que en algún tributo se esfuerzan en rescatar y replicar hasta el más mínimo detalle, ellos han osado versionar piezas tales como Cantata de Puentes Amarillos (Artaud - 1973), que con sus más de nueve minutos, incluye tres movimientos y un sinfín de imágenes imposibles de comentar en una sola nota.

(Fran) - Es una versión, y es un tema nuestro.

(Eric) - No vamos por un lugar de marcar un estilo, vamos por este camino en este primer cd, y el segundo va por otro camino, y así vamos, inadaptándonos.

(Pedro) - Buscamos conectar nuestras diferencias. Si terminan cerrando, pasan estas cosas, lo de juntar nuestros mundos en algo.

(Eric) - Nos pasa con las vivencias. Si yo me siento mal, o mal por el otro, lo hablamos entre los tres, y ese mal por el otro lo solucionamos entre los tres. Y por suerte eso se traslada a una canción, por eso hicimos Historia de un Hombre, que la hicimos entre los tres. Somos viajantes de otro planeta.


- Es como una gran terapia de grupo.

- Exactamente.

- ¿Qué otra influencia tienen, además de Spinetta?

- Yo soy amante de Los Beatles, pero a Fran no le gustan.  En realidad no es que no le gustan, es un amor mal formado. Como que le gustan, pero a la vez no le gustan.

- Vos no te bancás que no le gusten Los Beatles…

- De eso se trata la malformación del amor. A Pedro le gustaba el metal, y a mí no me gustaba, pero era un amor mal formado, y yo lo seguía aceptando. Así nos fuimos formando los tres, por eso digo que somos tres inadaptados.

(Pedro) - Yo venía tocando un estilo de metal muy derecho, muy rápido. Con Eric empecé a escuchar otras cosas que me interesaron. Tenemos gustos musicales similares y a la vez muy distintos.

(Fran) - Otras de mis influencias es Pink Floyd. En general mi relación con la música atravesó dos etapas: una fue lo que escuché de mis viejos, y la otra, cuando empecé a estudiar, porque me metí en música clásica, contemporánea, popular, y ahí se abrió mucho el abanico. Lo bueno es no tomar decisiones extremistas, no hay géneros feos, tomar cosas de cada uno. Toda esa información trato de transpolarla siempre a lo que vamos haciendo en la banda. Porque también sucede que, hay un punto en el que, si uno es músico de verdad, ya no le basta con escuchar música, necesita hacerla, transmitir algo. Es una decisión fuerte en la vida de todo músico, la de querer hacer su propia música.

- Pienso en intérpretes, si bien componer es interesante, también, el que interpreta, de alguna manera compone.

- Son maneras de abordar la música. Un ejemplo puede ser Pedro Aznar, que interpreta canciones buenísimas de manera genial.

- ¿Y qué te parece que perdura más de Pedro Aznar, el intérprete o el autor?

- Creo que el intérprete.

- Y estudió un montón, ¿no?

Existe un debate no del todo planteado en el ambiente de la música, casi tan antiguo como la corchea misma: si el músico se constituye como tal a partir de una epifanía compositiva, o lo es a partir de la interpretación de piezas de otro. Los neófitos o iniciados en el arte también suelen preguntar: “¿Se enseña a componer, o hay que esperar la luz divina?” Del valor de los compositores nadie lo duda, pero a la hora de evaluar al intérprete, suele percibirse la tendencia a bajar la vara, como si los cantantes de ópera, músicos clásicos, cantoras ancestrales, músicos populares e incluso los directores de orquesta fueran sujetos con capacidades algo menores que aquel logró componer un tema. Y todavía quedan afuera los letristas.

- ¿Con las letras cómo hacen?

(Pedro) - Las hacemos entre los tres. Y está bueno, porque cerramos una idea trayendo cosas diferentes cada uno.

(Fran) - También está bueno porque tenemos una química musical diferente. Eso nos obliga a laburar las cosas hasta que salen.

(Eric) - Además, al tocar Pedro y yo instrumentos de cuerda, muchas veces nos pasamos partes del otro, eso también nos une.

(Pedro) - Fran suele traerme bases para batería, y él no es batero. Eso también pasa.

Por suerte la música es trabajo, pero también es magia, y la prepotencia de trabajo puede garantizar resultados más vinculados a la parte muscular de la música que a lo creativo. Componer la Cantata de Puentes Amarillos puede a uno no salirle por más que lo intente durante años varias horas por día.

(Fran) - Hace poquito tocamos en el show Primavera Cero en El Galpón, y hubo vientos y cuerdas, y los vientos los hizo Pedro. Somos tres compositores.

- Las letras que componen, ¿son vivencias propias, o cosas que escuchan por ahí?

(Fran) - Las dos cosas. Son temas personales más la idea de lo que nos gustaría que pase. Historia de un Hombre habla de un mundo para nosotros ideal, no existe. La letra, habla de un hombre que vive en otro mundo, y viene a La Tierra a contarlo. Y dice: "En mi planeta no hay armas, las aves sólo le cantan a la Luna y los mares no son para navegar".

(Eric) - Entendemos que cada uno de nosotros somos una gota de amor en ese mar.

- ¿Les parece que con el amor alcanza? Pienso en quienes la pasan mal, quienes no tienen trabajo o pasan necesidades. ¿Cómo se paran frente a eso?

- Sí somos conscientes de la realidad, más allá de que tocamos temas más abstractos. Justo en relación a eso estamos pensando en hacer alguna fecha con algún fin solidario.

Y si no lo hicieran, ¿habría algún problema? En épocas donde el desapego y el individualismo marcan la tendencia, se le exige tal vez a los artistas que hagan el trabajo sucio de llenar esos huecos que dejan las instituciones que brillan por su ausencia bajo el pretexto de dar oportunidades para que cada uno emerja en base a su propio mérito. Desorbitados se permite retratar la belleza, y la belleza permanece, y eso no es poca cosa.

- El cine parece ser un lugar desde el cual reciben inspiración para sus trabajos.

(Fran) - Hay temas nuevos que salen de Un mundo feliz, de Huxley. Y a nosotros nos gusta expresarnos en términos más elípticos.

(Eric) - Hace poco Fran me hizo ver Evangelion.

(Fran) - Tiene una simbología religiosa y musicales impresionantes. Suena mucho Bach, porque él decía que toda la música se la tiraba Dios. También está Schönberg, la cábala judía, mucho simbolismo.

La historia de Evangelion gira en torno a un momento en el que la tierra es atacada por unos seres de origen desconocido, llamados Ángeles. Si bien no se conoce de dónde vienen estas criaturas, algo se sospecha. El hombre de esta sociedad ha alcanzado un grado tan elevado de perfeccionamiento, que ya casi se parece a Dios. El nombre de las criaturas no es casual: se sabe que a Dios no les gustan las imitaciones.

(Eric) - Creo que los Ángeles somos nosotros, vos sos un mensaje para mí. Y ahí me cae la ficha: no puedo ver más Evangelion, es mucha información para mí. Los mensajeros vamos a ser siempre nosotros. Si el otro nos puede dejar un mensaje aún mayor, mejor. Por eso somos desorbitados: estamos tan desconcertados que el mundo nos viene a decir quiénes somos.


Hurlingham, 16 de octubre de 2019