viernes, 18 de octubre de 2024

Damián Calle

Componer es una forma de conocerse a sí mismo.


Manteca está empecinada en ser el centro de atención de la jornada. Se cruza todo el tiempo en la conversación, refriega su pescuezo en mi mano, se me complica tomar notas así. Pero es hermosa, una de las gatas más hermosas que recuerde. 

- Tocás la guitarra y el piano…

- Toco mejor la guitarra, desde los doce años; piano estudié posteriormente por un interés de composición, llegué hasta los primeros años del superior, en San Martín. Es un instrumento que para componer da mayores facilidades, dominás mejor el sonido, hay más simultaneidad, mejor movilidad. También es mejor para componer para otros instrumentos.  Pero como sonido me gusta más la guitarra, aunque también toco otros instrumentos, como la batería y el bajo. 

Menor de 3 hermanos, con uno de ellos que tocaba la guitarra, ya de niño le atrajo ese instrumento, que comenzó a tocar con un amigo. Por parte de su madre, varios miembros de la familia son músicos, incluyendo al distinguido barítono Leonardo López Linares, primo segundo de Damián, que llegó a cantar con Luciano Pavarotti y Plácido Domingo. 

- Tenés un par de discos en los cuales ejecutás todos los instrumentos, incluso cantás.

- No es una formación que prefiera…

- ¿Te gusta más la banda?

- Me gustaría. Suele ser muy difícil hoy en día, tal vez por los tiempos de las personas. Esa música yo se la presenté a otros músicos ya grabada, y de alguna forma, eso les quitó libertad, no es muy interesante realmente. Si bien yo soy bastante abierto con respecto a mi música, noté que los músicos preferían respetar puntualmente lo hecho, porque era más fácil y sonaba bien, aunque eso yo lo leyera como un no conectarse o comprometerse con un proyecto colectivo. Eso tal vez le reste potencia, por más que el resultado final sea el deseado. No es lo mismo cuando vos te involucrás con la obra, metés notas o tu forma de hacer las cosas en la obra de otro.

Entiendo el punto, y también al músico que recibe una pieza cerrada y acabada como las que logra Damián; un vértigo tal vez  similar al de querer mejorar un atardecer con una fotografía o una pintura.

 - Yo preferiría que la composición fuera un gesto colectivo, entiendo que de ese modo el otro se compromete con la idea musical, pues también es propia. En cambio de este modo, yo tengo que poner toda la fuerza y el otro se aburre. Me gustaría que cada uno metiera lo suyo, porque eso le da vida a la música. Si no es como tocar Chopin, ya está muerto.

- ¿Y no probaste de hacerte solista, vos con tu instrumento?

- Me suena a poco nivel de instrumentación, le faltarían capas, y mi música aprovecha mucho de esa situación.

 - También con otros músicos grabaste Siete Noches (2012-2013), que es instrumental.

- Fue algo parecido. Salvo con mi novia que es la flautista, con el resto de los músicos nos encontramos en el estudio para grabarlo, fue más o menos igual que el anterior, en este caso lo llevé escrito.

- ¿No hicieron ningún ensayo antes?

- No, no tuve ningún contacto previo. Incluso sucedió que al bajista no fue, grabó en su casa, es mi amigo Damián Vernis, un groso. Después pasó por el estudio a llevar la pista, ni lo vi.

- ¿Y te gusta que sea así?

- Parezco condenado a que así sea.


 La charla con Damián deviene en tonos más grises. No parece del todo a gusto del transcurrir del proceso, aunque el resultado le satisfaga.

 - ¿Y con Dos Esquinas cómo hiciste?

- Eso sí funcionó más como grupo.  Yo me junté con el cantante, él cantaba tangos y yo tocaba flamenco, resultó una fusión buenísima. La idea inicial era hacerlo nosotros dos, pero luego incorporamos tres instrumentos de cuerdas. Yo quería llamarlos únicamente para grabar, pero se engancharon y terminamos funcionando como grupo. Es probable que yo solamente quiera grabar discos…

- ¿Te gusta la dinámica de la sala, el estrés de la grabación?

- La verdad es que tampoco tanto no. Es muy estresante. A mí lo que me gusta es componer.

- Y querés ver ese resultado materializado en un disco.

- Claro.

- Así como hay otros músicos que les encanta salir a tocar, viven tocando en dónde sea, si ligan un mango bien, pero disfrutan eso.

- Yo no soy mucho de tocar en vivo, soy bastante encerrado, me gusta más componer. Es una forma de conocerse a sí mismo. Yo estudié filosofía, estoy trabajando en un libro, y esa parte me interesa mucho.

 Damián cuenta de un proyecto en el que quiere participar, en el que la filosofía será la protagonista.

- Está esa veta mía de la filosofía presente en las letras, y también en la música.

- Lo de las letras lo entiendo, pero… ¿cómo explicarías la influencia de la filosofía en la música?

- Eso es lo que estoy averiguando. Fijate que la forma de conocimiento que adquirimos en la modernidad, hace 300 años, está totalmente agarrada de la ciencia, es decir, los científicos son los capaces de generar un producto que es posible vender e intercambiar. En la Antigüedad o el Medioevo, había otras formas de acceder al conocimiento, y una de esas formas era la música. Era una manera de entender directamente el universo. Los griegos establecían maquetas que indicaban mediante disonancias musicales las distancias entre los planetas, del mismo modo que había distancias entre las cuerdas y que daban distintos intervalos.

- Sí, hay modelos matemáticos que explican la relación entre los armónicos…

- Así es. El libro que traduje tiene mucho de eso. Lo que pienso es que la música, o el arte en general, es una forma diferente de acceder al conocimiento. Pero eso lo estoy elaborando hoy, es demasiado nuevo, pero tiene que ver con que en la modernidad le dejamos todo el conocimiento a la ciencia, es decir, se establece una teoría y a través de la empírea la contrastamos o refutamos; eso lo que produce es una tecnología que a través de un capitalismo es vendible. Pero un conocimiento que se logra a través del arte, o de la filosofía, o de la religión incluso, es de otro tipo y también permiten acceder a la realidad sin producir mercancías. Tal vez por eso la modernidad haya dejado de lado todo lo que no sea científico como base de conocimiento.

 Manteca pasa de la mesa a las rodillas de Damián. Yo le hago algún mimo, y ella responde con lo que sabe. Se da un instante de franela high-cost.

 - Pero a vos te gusta la música y te gusta componer, y justo allí es dónde reside la parte más científica de la música: las cadencias, la armonía, las tensiones…

- La composición que hago de los discos están pensadas como de principios del siglo XX, con rítmica y armonía compleja.

 Los discos de Damián Calle no son una música complaciente que se metaboliza rápido. Requieren un esfuerzo por parte del oyente, una parte del trato con el artista que viene dejada de lado de un tiempo a esta parte.  Frank Zappa decía que la cultura oficial sale a tu encuentro, en cambio a la cultura subterránea debés acercarte vos.

 - Para mí ese desarrollo armónico que hay en mi último disco (Madrugadas - 2017) refleja más la actualidad. Es ese estar en nada, no saber adónde ir. Uno puede tomar un camino u otro, es una situación muy posmoderna. Eso para mí lo hace un disco mejor logrado, una armonía dura y un ritmo duro, que intenta expresar el sinsentido de algunas cosas de la actualidad, que en realidad ya lleva 100 años.

 - ¿Hay algún hito que puedas poner?

- El principio de la segunda guerra mundial, tal vez. Antes de ese momento, la humanidad pensaba que iba hacia la felicidad. La aparición de Hitler y la barbarie que se produce con la razón. En los campos de concentración de la Alemania nazi, y en los de la dictadura de aquí también, uno encuentra una racionalidad tenebrosa. Con Descartes en el 1600, se pensaba que la razón nos llevaría a la felicidad. Al final, la razón se aplicó para llevar adelante la barbarie absoluta.

 - Hoy día se escuchan expresiones de actores políticos que parecerían normalizar esa barbarie, viendo a la policía actuar de la manera que lo hace y de cómo se reflexiona sobre eso.

- El momento actual es muy parecido a los '30, no solamente en Argentina, sino en todo el mundo, tal vez porque la comunicación moderna implementa un uso muy manipulador del lenguaje. Tras la II guerra mundial, el capitalismo debió necesariamente crear cierta estabilidad en el mundo; ese caos no le servía ni siquiera a los que tenían el poder. Allí nace el estado de bienestar, eso incluye al peronismo aquí, desde el '50 hasta fines del '70, cuando se desregula todo el sistema financiero.  Del '70 en adelante el caos se agudiza, y ahora directamente se trata de una comedia, con Trump, Bolsonaro, Macri… Es una vuelta a todos esos personajes como Mussolini o Hitler.

 - Allí es donde vos pensás en dar pelea con la música.

- Si, pero es una situación complicada, pero en algún punto me siento desesperanzado. No sé hasta dónde uno puede transformar algo, de momento no estoy con ánimo para eso, tomo al arte más como un refugio. Tal vez sea más una esperanza para las generaciones venideras.

 - Hay artistas que se refugian y otros que dejan testimonio, generan conciencia…

- Te tiene que dar el cuero para eso. A mí me resultó raro que en estos años no se haya generado una contracultura, como sí se generó en la dictadura. No vi que en estos cuatro años (me incluyo) se haya escrito música contando lo que pasó.

 - Pero lo que tenemos ahora es un gobierno democrático, elegido por la gente. También es una expresión cultural actual, que tal vez durante la dictadura era más fácil de expresarse en contra, justamente por eso, porque no era democrático. Esto nos desacomoda a todos.

- Justamente por eso funciona mejor. ¿Cómo se puede hacer para difundir otra cultura cuando todos los medios reproducen lo mismo?

 - ¿Crees que antes era distinto? ¿Ahora no hay más posibilidades, con las nuevas tecnologías, de hacerse conocer, o de expresarse, con las radios en internet, los blogs, los podcast?

- Si, pero viene Phil Collins, por ejemplo, y tenés que ir a un estadio junto a otros tantos miles, y lo terminás viendo chiquito, a la distancia y en una pantalla.

 El paso del tiempo tiene sus costos. Manteca persiste en lo suyo sin importarle el resto. La gata y su dueño comparten ineludibles similitudes.

 - Te pasa algo con el flamenco…

- Escuchaba mucho a The Doors, que  tenían un guitarrista flamenco. En Caravana Española hace una introducción flamenca, que después la pega con Asturias, de Albéniz.  Yo en su momento la saqué de oído, porque no sabía leer música. Luego mi madre me hizo conocer a Paco de Lucía, y también saqué de oído sus temas.

 - Eso no es fácil de hacer.

- No, era muy chico, y aprendí todo solo. Recién a los 23 fui a estudiar con un profesor de flamenco, pero a los cuatro meses me dijo que no fuera más, porque ya había aprendido mucho yo solo. En el año 97 accedemos a la televisión por cable, y ahí me di cuenta que el canal de la televisión española (TVE), en la madrugada de su país transmitía recitales de flamenco. Yo los grababa en VHS, y al otro día al volver de la escuela, los ponía en velocidad  lenta e iba sacando las posiciones y las técnicas para tocar flamenco. Yo no tenía acceso a otra información, no había bibliografía, todo lo aprendí viendo videos en plan play-pausa.

- Heroico lo tuyo…

- Una locura. Después apareció un libro, de los pocos que había; ahí completé algunas cosas, y cuando llegué al profesor, tenía mucho aprendido. En realidad, siempre supe cómo estudiar solo. Más tarde completé mucho la formación tocando para la gente que bailaba flamenco, laburé mucho con eso un par de años. Pero todo fue experiencia de tocar. También conocí a unos gitanos de Villa Bosch que me enseñaron de la forma que se aprende la música popular, que es tocando con otros.

 El tango.

 - Yo no podía conseguir a nadie que cantara flamenco, al menos que a mí me guste. En ese momento conocí a Ariel, que cantaba tango de un modo muy auténtico. Pensé en tocar flamenco con alguien que cantara tango. Yo le dije: "Vos cantá tango, yo voy a tocar flamenco."

- Son dos géneros que maridan bien.

 - Encajaron cosas increíbles. En "Desencuentro", hay una mezcla de ritmos, una armonía muy compleja flamenca, muy destruida, y sin embargo, quedó todo muy bien. Ahí comprendí que se puede enganchar cualquier cosa. La mejor fusión fue esa: como si fuéramos las únicas dos personas en el mundo, y nos encontramos a tocar.

 - ¿Qué escuchás cuando escuchás música?

- Me imagino situaciones, historias. Me engancho en una imagen, y quizás estoy una hora escuchando la misma canción, porque mi historia sigue, y la canción se acaba, entonces la vuelvo a poner.

- ¿Y te va bien en esas historias, o terminan mal?

- Tengo cierto descrédito con el poder de la música, eso de que "la música puede cambiar el mundo", no me lo creo.

- Pero la música es un arte muy colaborativo, acompaña muy bien a otras disciplinas: el teatro, el cine, etc.

- En el cine es muy notorio; vos ponés una imagen y es una cosa, y si le ponés una música es otra cosa, y si le ponés otra música diferente, es otra cosa. Me gustaría saber porqué pasa eso.

- Seguramente haya una memoria sonora así como hay una memoria emotiva. Es como el gol de Maradona a los ingleses; si no estuviera el relato de Víctor Hugo, tal vez ese gol no estaría tan bueno. Como si el gol fuera mitad de Diego y mitad de Víctor Hugo.

- O si escuchás el relato sólo, y la imagen se aparece de repente.

Otra interesante faceta de Damian es la de traductor de libros de armonía antigua.


 - ¿Podés contar un poco cómo fue esa historia?

- Un amigo me dice que parece que tengo más de 80 años, por todas las cosas que hice… Yo enseñaba armonía en un terciario de 3 de Febrero, y me di cuenta que todo lo que estaba explicando no lo sabía, y que había mucha de la armonía que los músicos aplican de manera casi escolar, no sabían por qué sucedía aquello. Y cuanto más investigaba, menos sabía. Y así llegué a viejos tratados de armonía, el de Rameau específicamente, uno de los fundadores de la teoría armónica. Pero estaba en francés, encima francés antiguo, de 1722. Lo empecé a leer, que yo sabía bastante francés de filosofía. Y mientras lo leía lo pasaba al castellano. A las semanas salió la opción de una beca, me tiré a mandar el proyecto de traducción, y a los tres meses me lo dan. Así que me tuve que poner a trabajar duro, y en un año y medio lo terminé, trabajando 10 horas por día.

- Estamos hablando de una obra de dominio público.

- Claro. Rameau es en Francia un músico muy valorado. Es el tipo que inventó la dominante, el que organizó todo. Y todo desde un punto de vista filosófico, así que me interesó doblemente. Pero me enfermó bastante la cantidad de trabajo. Tuvo muy buen recibimiento, sobre todo en las capas populares. Me gusta que lo pidan músicos de Latinoamérica más que de la Academia. Ahora estoy traduciendo el 2do tratado, en donde funda la subdominante.

 A Damián se le ilumina la cara cuando se da cuenta que lo que hizo al traducir ese libro fue generar conocimiento. Y desde allí sí se anima a cambiar el mundo.

 - Lo tuyo fue un aporte importante.

- Es un libro que da muchas respuestas. Y hay muy poca bibliografía en nuestro idioma. Un día pensé en juntar mucha gente que quisiera traducir, para traducir todo lo que hay de teoría musical. Pero acá es muy difícil conseguir becas y financiamiento para eso. Pero hay que hacerlo igual. Yo lo hice en una época en la que me habían echado del trabajo; estaba de licencia por enfermedad, y al regresar, no me renovaron el contrato. Pero seguí, y lo terminé. Me di cuenta que el logro, cuando hacés lo que te gusta, es doble.

 - Hace un rato dijiste que estabas desesperanzado, ahora te escucho hablando así, y no sé si creerte. Creo que todo tiene un valor, hagamos lo que hagamos, sino a un médico que salva vidas en una sala de guardia no hay con qué darle…

- (se ríe) Tengo mucha fuerza, y creo mucho en mí. Tengo un alumno que es cirujano, en el hospital de Merlo, atiende gente que llega en las últimas. El tipo salva vidas, y me dice a mí que después de cada clase, sale renovado, que él viene acá a hacer terapia. Yo le alivio el alma al médico que después va a salvar vidas.

Hurlingham, 6 de septiembre de 2019

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