jueves, 24 de octubre de 2024

Laura Ros

 Nunca tuve problemas con las jefaturas.


El último trabajo discográfico de Laura Ros salió en 2016, con ella embarazada de siete meses; el disco se llamó Atar, su hija Violeta. Para los músicos, sacar un disco tiene algo de parto, así que para ella, el momento se recuerda como algo único, más bien preciso.

- A mi me sirve bastante trabajar bajo presión. Soy de esas personas que necesitan la fecha tope. Cuando supe que estaba embarazada dije: "Bueno, tengo tres meses para terminar el disco." Todavía no habíamos empezado a grabar, estábamos en la pre-producción. Estaba trabajando con la gente de Guauchos, con los que nos tuvimos que poner a laburar ya. En tres meses se preprodujo, se grabó, se mezcló y se masterizó.

- ¿Cómo se elige un colaborador para un disco?

- Tiene que ver con las búsquedas estéticas de ciertos momentos. Para mi primer disco lo llamé a Lolo Micucci, un talentosísimo compositor, además de pianista y productor de gran trayectoria. Él tiene una veta más pop, y trabaja muy bien todo lo relacionado a la electrónica muy fina, lo que acá en su momento se conoció de ese estilo lo hacía Jorge Drexler, eso de la electrónica de los detalles. Mi segundo disco tenía una impronta más pop-rock, así que lo armé directamente con la banda; el tercero es súper acústico, así que lo produje yo. Y el último, Atar, lo produje con los chicos de Guauchos, una banda formoseña de primera. Yo los había escuchado hacía algunos años, y me volaron la cabeza. Ellos manejan muy bien la combinación del rock con el folklore, además de laburar muy bien lo electrónico. Ese era el sonido que buscaba, y a ellos también les gustaba lo que yo venía haciendo, así que fue un encuentro muy lindo. Encima, en la mitad del camino, con uno de los productores nos pusimos a componer. Había algunos temas que yo tenía que no entraban mucho en la onda que estaba tomando el disco. Con algunas ideas que yo había compuesto, juntos logramos terminar tres de los temas del disco, que además son mis tres temas favoritos.

A Laura Ros el folklore que viene dado naturalmente, por su familia y por su entorno, y es algo que en el ritmo de sus canciones aparece de manera ineludible. Pero su voz es netamente rockera, potente y expresiva, apta tanto para el blues como para el canto popular más identificado con el folklore, pero del más moderno y alternativo. Y ya son algunas las decenas de años que presencio el debate acerca de si el verdadero canto argentino se encuentra en el rock, el tango o el folklore. Vaya a saber el cielo si, como en alguna otra vez, es en Hurlingham que está la llave del tesoro.

- Hay varios antecedentes de ese maridaje entre el rock y el folklore, empezando tal vez por Santaolalla con Arco Iris. Ahora se está dando mucho; yo formo parte de una generación en la que por ahí no sucedía tanto, aunque yo tuve mucho acceso al folklore, no sólo por mi padre, sino también por mi madre, que es productora. El tema del rock es generacional, yo de adolescente escuchaba a Nirvana. Los chicos que hoy tienen veinticinco años tienen esos mundos completamente ensamblados, no es una cosa forzada, como pasaba al principio. La primera banda que escuché en la que la combinación del rock y el folklore no sonaba forzado fue Semilla, de mi amiga Bárbara Palacios. Allí también estaba Camilo Carabajal y en su momento los produjo Gustavo Santaolalla, que conoce mucho de ese género. Esto fue hace algo más de quince años, y ya en aquel entonces funcionaba como algo orgánico, no pasaba esa situación típica de alguien del folklore quería tocar una guitarra eléctrica, y aunque sabía hacerlo no sabía hacerla sonar, porque no elegía bien los pedales o le faltaba ese lenguaje; o al revés, gente del rock que descubría el folklore, pero no tenía el groove como para poder tocarlo. Ahora por suerte los chicos ya tienen incorporados ambos géneros de manera más natural.

La triada perfecta para aprender folklore es saber tocar la guitarra, el bombo y bailar. Yo tengo alumnos de canto que quieren aprender a cantar folklore, entonces los hago bailar. Es la manera correcta deentender el latido del género.



- Llegás muy rápido de las vidalas al blues.

- Se me juntan… Siempre habrá bandas que intenten cosas nuevas. Yo no tengo ninguna búsqueda, yo hago lo que me sale. Tengo una formación musical que se me viene dada por mi lugar de crianza, tal vez menos académica, pero formación al fin. Esa gente que dice: "Yo aprendí sólo a tocar la guitarra". No, pará: si ves a tu viejo todo el día tocar la guitarra, no aprendiste solo, aprendiste de tu viejo.

- Que interesante tu devenir con Federico (Gil Solá, su pareja y padre de su hija), ambos cruzaron caminos, del rock al folklore y viceversa.

- Él supo ver el lugar en dónde el rock hecho en Argentina se puede poner interesante y personal. Un tema como "¿Qué ves?" sólo puede haberse hecho en Argentina. Tal vez en algún lugar de África, ponele. No es como llevar cualquier otra banda de rock al extranjero para que la escuchen y opinen. Aún no sabiendo nada de ese país, eso te suena como distinto, a nada que haya escuchado antes.

No es casualidad que a Federico Gil Solá se le hayan ocurrido tales cosas. Él escribió: "¿Qué ves cuando me ves?  Cuando la mentira es la verdad." en 1993; de la posverdad se empieza a hablar recién en 2010.

- Lo que hoy se ve como folklore tradicional en los '70 fue revolución, como cuando aparecieron las cuatro voces. Hoy eso es lo tradicional. Es como el lenguaje, las lenguas que permanecen vivas son aquellas que cambian todo el tiempo, todo lo que se habla se transforma. Por eso durante mucho tiempo se sostuvo que el tango estaba muerto, y sucedía que era tal la resistencia que había a las nuevas generaciones que eso dejó afuera a la nuevas transformaciones que venían a darse.

Nos paseamos por aquel momento en el que a Piazzolla se lo ataca diciendo que lo que él hacía no era tango, que era alguna variante de jazz, y que eso de alguna forma edificó una grieta que hizo a mucha gente ponerse de un lado y del otro. Y no sólo eso: que los que bancaban a Piazzolla, hacían música muy similar a la suya, más por reacción que por empatía.

Laura no duda.

- Esa grieta la van a zanjar las nuevas generaciones, no tengas ninguna duda. Hay tangos tradicionales que son fantásticos, el nivel de los compositores es tan alto… Además había un músico y un letrista, no era un tipo que hacía todo, eran dos de excelencia. Se han hecho cosas que son muy difíciles de alcanzar. Pues no intenten alcanzarlas, hagan otra cosa. En el folklore hay mucha más apertura, y el espectro es mucho más amplio, con más provincias, más ritmos. El tango es un solo género, el folklore son varios.

Hace bien Laura en aclarar, su voz tiene autoridad no sólo sobre el escenario. La pasión no es parte del maquillaje para subir a escena, es parte de su genética, y se nota cuando se habla con ella.

En su último disco Atar hay un tema que se llama Antitelesita, una respuesta al machismo que naturalmente se desprende de la historia de una mujer que aparece muerta carbonizada por quedarse bailando toda la noche en una fiesta en el monte. La Antitelesita de Laura Ros, "brilla y no se quema, no se apaga su fuego. Baila y no se queda, no se queda en silencio." En épocas en las que las mujeres ocupan lugares de vanguardia y marcan el camino, mencionar que este trabajo tiene más de tres años, le da un valor extra, no sólo desde lo simbólico.

- En casa somos feministas desde siempre. Mi madre es una matriarca, Federico se crió en San Francisco, una ciudad en dónde en los años '80 se discutían algunas cosas que estamos comenzando a hablar hoy aquí. En nuestra relación es un tema fundamental. Yo siempre tuve una mirada muy crítica con respecto al lugar que tiene que la mujer en la sociedad. Mi madre ha sido una de las primeras productoras de músicos en Argentina, y recuerdo las que ha pasado, como que cada vez que tenía que ir a una compañía a defender un contrato tenía que conseguirse una pilcha nueva, para que vean que le iba bien. O ir con hombreras enormes y el pelito cortado bien corto, todo muy masculino, por decirlo de algún modo, como para generar respeto. Yo siempre fui líder de bandas, nunca tuve problemas con las jefaturas. Soy bastante mandona, y no tengo problemas para ejercer la autoridad. En 2010 estuvimos con Federico en el Salamanca Rock, y en una de las notas que me hicieron en Santiago del Estero, mencioné que estaba muy contenta de estar acá, pero que me daba pena ser la única mujer cabeza de banda de todo el festival que dura tres días. Año 2010.

Laura no es Laurita.

- Un año estuve nominada en la entrega de los premios Gardel; la presentaban Petinatto y Sandra Mihanovich. En un momento suben tres tipos a tocar algo al escenario y lo invitan a Pettinato a improvisar… y la dejan a Sandra parada al costado haciendo palmas, cuando ahí el músico es ella. Me agarró tal nivel de indignación, ver a todos disfrutando con tanta naturalidad esa escena… estaba también el negro Rada tocando. Me acuerdo que nos miramos con Fede y sin palabras nos dimos cuenta que estábamos sintiendo lo mismo.

- ¿Cuánto faltará para que esas miradas sean más naturales?

- Hay que laburarlo. Es lo que empieza a pasar ahora, aunque también tengo mis peros con el movimiento, calculo que tendrá que ver con la propia maduración que está atravesando.



Laura tiene a su hija que se llama Violeta, un nombre cuya croma atraviesa un sinfín de significados. Imaginarla a su edad.

- Más que imaginar, uno como madre desea para sus hijos, y yo le deseo la fuerza que creo que tiene; que tenga un contexto mejor que el que yo tuve, que creo que tiene. Ella juega con los autitos, con la pelota y con las muñecas. Juega a barrer, porque me ve barrer a mí y lo ve barrer al padre. Con el carácter que tenemos todos en esta familia, nunca imaginamos tener a Ghandi como hija.

Laura se divierte imitando a su hija, que si no quiere darte un beso no te lo da, porque cuando Violeta dice no, es no, simple y natural. Esa naturaleza que rebalsa la música de Laura y, en particular, su último trabajo Atar. Allí convive un sonido urbano moderno con ritmos de clara procedencia folklórica. Y en sus letras aparecen muchas referencias a elementos que se pueden entender como parte del paisaje rural. Pero fundamentalmente lo que dejan claras sus letras es esta cuestión del carácter, eso que Violeta no heredó del Espíritu Santo. Los personajes de las letras de Laura van hacia el fuego, tienen un hacha en su voz, recuerdan que no olvidan.

- Por mi forma de ser he tenido que pagar costos, básicamente por el contexto social en el que me tocó crecer, y los pagué, y los sigo pagando gustosa. En mi disco Tres, hay un tema que se llama "Con los lobos", inspirado en el libro "Mujeres que corren con los lobos". El libro sostiene que los cuentos puede sanar y reparar. El que más me impactó fue el de Barba Azul: allí están todos los arquetipos de la psique humana, y básicamente las mujeres como víctimas, ya sea de un hombre o de la sociedad.

Laura Ros es fanática de Charly García. Hay bellísimas versiones de temas suyos para deleitarse. Y también tiene grabado Madreselva, de Luis Alberto Spinetta.

- Me llamaron para un proyecto que se llamaba Raíz Spinetta, que hicieron unos chicos que tenían un programa en Radio Nacional. Pude elegir, de los que quedaban que pudieran pasarse al folklore, Madreselva, y quedó una versión que a mí me gustó mucho, bien arreglada y natural. La pasé muy bien haciéndolo, y nunca se me hubiera ocurrido grabar un tema del flaco, fue muy divertido y muy inesperado para mí.

Atar es un disco de canciones cortas, de alto impacto. No da tiempo a acomodarse, la sorpresa arriba a los pocos compases, hay sonidos de instrumentos acústicos, cálidos, y cálidos sonidos electrónicos; cuando la melodía empieza a dejar huella, (cosa que uno busca reconfirmar en la próxima vuelta), la canción termina, y la sensación vuelve a empezar con la próxima. El disco concluye y el registro corporal es el de haber estado en un recital saltando y cantando durante dos horas, por más que uno no se haya movido de la silla. Y es que todo fue emoción, testimonio y registro. En Atar no hay pasajes superfluos, no hay  relleno; no se conoce allí la relajación o el precalentamiento, es la orden de salir a jugar ya, y quedan dos minutos. Es un disco que se consume junto con quien lo escucha, que deja raya, que permanece.

 - En un momento en el cual tejer puentes parece ser la única manera de salir de esta coyuntura tan terrible, ¿qué valor tiene esto de atar?

- La canción Atar está bien vinculada a la política, y viene de un momento en que yo estaba muy rayada con los cuestionamientos que se le hicieron a las madres y las abuelas. Yo estaba con un veneno terrible, pues las considero estandartes de lo que es ser mujer. De allí el estribillo:

En algún recodo quedará
lo que estás tratando de tapar
cuando emerja fuerte el grito de la verdad. 

- El sentido de Atar es una contraposición a esa cosa tan new age del soltar. ¿Qué es soltar? ¿Soltar qué? Si soltás no sos nada, agarrá, agarrate, atate. Eso es atar.

- Hay un mensaje individualista propio de estas sociedades líquidas, de andar con mochilas ligeras para poder cambiarse rápido de lugar sin sufrir demasiado…

- Si, y algo de la nueva ola gobernante también. Si bien el tema está compuesto en 2014, después vino el 2015, 2016… y de alguna manera la canción se resignifica.

- El 25 de mayo de 2014 vos cantaste el himno en plaza de mayo frente a 300 mil personas, en una de las últimas fiestas patrias populares que se recuerdan en este país, antes de enterarnos que nuestros patriotas sintieron angustia de declararse independientes. ¿Cómo fue estar ahí, frente a tanta gente?

- Hubo dos factores, y la multitud no fue uno de ellos. Uno era que estaba en cadena nacional, y el otro, que estaba Cristina y todos los ministros al lado mío, con la fanfarria Alto Perú y todos los bombos de Metabombo, de Camilo Carabajal. Ellos estaban en plataformas a 20 metros, yo escuchaba únicamente por monitoreo. La semana anterior padecí el estrés correspondiente, aunque sabía que iba a poder cantar. Encima, el día del evento, el momento del himno se adelantó a lo previsto, así que ese tiempo que se supone que iba a tener para peinarme, aclimatarme… y asustarme, no lo pude tener. Vino uno corriendo y dijo: "¡Ya, al escenario!" Subí cuando la fanfarria ya estaba tocando la intro; de seguridad no me querían dejar pasar, por suerte el sonidista me conoció y gritó desde la otra punta: "¡Déjenla pasar, tiene que cantar el himno!" De tanto nivel de estrés pasé a un estado zen como nunca antes, al punto tal que mi corazón casi dejó de latir. Me colocaron los monitoreos, empiezo a cantar, y veo enfrente mío a la multitud que alcanzo a divisar, mirándome, cantando conmigo y llorando. Me dije: "No, no puedo estar viviendo esto…" Fue muy emocionante, muy fuerte. Además yo estaba muy contenta de estar ahí; eso fue algo que me pasó tanto con Néstor como con Cristina, sentía que esa casa rosada era mía, era del pueblo. Esa gente lloraba ahí porque tenía patria, eso significaban esas lágrimas. No fue cantar el himno en cualquier situación, antes de un partido. Fue muy intenso.



Laura Ros cuenta que cuando terminó de cantar le escribió una nota a Cristina y se la dio a Teresa Parodi, quién se la hizo llegar junto con un cd y un dvd que habían hecho con Federico. A las dos semanas le llegó un sobre lacrado de Presidencia, en el que Cristina le contaba que había escuchado el disco y que había visto el DVD en Rio Gallegos.

- Fue la satisfacción individual. Ese día tuvo el goce colectivo de cantar con toda esa gente, y luego vino ese reconocimiento personal con esa carta, que termina diciendo: "…Y con mensajes como el tuyo, uno se da cuenta que el amor siempre vence al odio."

El himno nacional tuvo en las últimas décadas interesantes intervenciones de la realidad. De ser "el himno", a secas, pero con todo el significado que merece un símbolo patrio, a partir de la versión de Charly García adquirió sutiles toques de irreverencia, ya sea porque fue justamente García, el que salta del balcón y se baja los pantalones, y no otro el que hizo, o bien porque estadios repletos de jóvenes cuyo platillo predilecto era abjurar contra las instituciones ahora cantaban la canción patria. Y más adelante, su particular forma musical, con esa extensa introducción instrumental, impactó de lleno en la ansiedad de las masas que esperaban impacientes el inicio del partido de fútbol, reconvirtiendo ese momento en un ritual casi tribal, en el que miles de gargantas producen un estado de situación en el adversario que deja al Haka de los All Blacks a la altura de El Elefante Trompita.

- En tu caso, ¿cómo hacés poesía cuando ves que un jubilado tiene que elegir entre comprar comida, comprar remedios o pagar el gas?

- Desde el año 2015 que no compongo una canción, básicamente. Ahora estoy haciendo otra cosa. Cuando yo era más chica vi sufrir a mis padres por esto mismo. A mí me tocó ser mamá ahora, me cambió el lugar en el mundo, y no puedo dejarme ganar por el abatimiento, pues debo darle a ella otra cosa. De todos modos, es imposible no angustiarse, tengo casos cercanos complicados. Pero veo que esto termina, aunque lamento que no se le pueda devolver la salud a la gente que la perdió. Tengo la madre de un amigo que murió de un acv, y tuvo que ver con el contexto, no es que lo iba a tener igual un acv…

- Nadie se muere de un acv por la cadena nacional…

- Seguramente. Y a la vez, como te decía, fue el momento de tener a mi hija, algo que deseamos mucho tiempo, nos costó mucho lograrlo, y que la tenemos gracias a la ley de fertilización asistida, así que Cristina también tiene que ver con que Violeta esté aquí.

Laura Ros está en un proyecto que es un homenaje a Joni Mitchell, el cual la exige al 100% por el nivel de complejidad que revisten las canciones de la artista canadiense. Muestra las guitarras que utiliza, el público presente para esta charla, las cuales están todas afinadas en tonalidades distintas. Eso la obliga a aprenderse posiciones nuevas para acordes conocidos en cada una de ellas. Y es que el sonido de la afinación cambia la apertura de las notas, y eso hace que acordes idénticos suenen diferentes; cuestiones técnicas que para la mayoría se traducen como magia. Comenta Laura que el cancionero de Mitchell cuenta con más de 50 (cincuenta) afinaciones, en parte por haber contraído polio de niña, lo cual le impedía algunos movimientos con su mano izquierda, y un poco por búsqueda estética. La inquieta Joni, ahora en manos de la inquieta Laura, nunca en mejores manos. Una artista a la que no le han faltado homenajes en vida, los que valen, tendrá seguramente el más hermoso de todos en la Ciudad de Hurlingham.

Tranquila Joni, ve tranquila por la vida. Aquí hay una hada que cuida tu suerte.

Hurlingham, 22 de junio de 2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario