viernes, 18 de octubre de 2024

Víctor Dabove

La vida se está continumente rompiendo y armando.


- ¿Fuiste a algún lado en Semana Santa?

- No, soy antiturista.

Como corresponde al hablar con un artista, la utilización de cada vocablo cuenta. Requiero algún detalle al adjetivo.

- En "Ojos imperiales", Mary Louise Pratt entrecruza aquellos relatos de viajes con la conquista del continente americano a partir de la llegada de los españoles y naturalistas, y como se tentaban viajes a las clases burguesas europeas para conocer América y sus paisajes; algo así como el prolegómeno del turismo mierdoso que existe hoy en día, del tipo sacándose una foto en la Torre de Pisa, y eso. Tengo conocidos del mundo de la cultura que viajan y me mandan una foto en una góndola…  ¡Dejate de joder, eso ya está, ya pasó! Aquí tenemos montones de aborígenes trabajando en un supermercado, y nadie jamás se ha acercado a saber algo de ellos. Es como la gente que viaja al sur para ir a ver esas reservas para sacarse una fotito con mengano; prefiero seguir viviendo en el Barrio Luna y no ir a ningún lado.

Victor Dabove ve todo. No para de mirar. Es un ojo que absorbe toda la realidad que le pasa cerca, y cuando la relata, no transita por laderas, prefiere las pendientes. Más si se lo provoca.

- ¿Hay forma de poner en foco lo latinoamericano, o tenemos que esperar que Netflix saque una serie sobre un toba?

- Es como irreversible el tema del eurocentrismo. Enrique Dussel es un filósofo argentino radicado en México que es un paladín de anti-eurocentrismo, él describe muy bien ese aspecto, lo que está haciendo Trump, por ejemplo.

La charla deambula en los desastre que (ahora) provocan los gobiernos de Estados Unidos, las intervenciones armadas en medio oriente, la fábricas de terroristas, la Europa decadente… A Dabove la maldad del poder lo enerva, no acepta con facilidad lo inaceptable. Gesticula apasionadamente, sus ojos tienen un fuego particular.

-  ¿Qué te pasó esta semana cuando viste prenderse fuego la catedral de Notre Dame? ¿Cuáles fueron tus reacciones a medida que se conocían las reacciones en todo el mundo?

- Hubo una reacción doble. Es innegable la pérdida como obra de arte, más allá que eso representa una obra del poder, para que todos allí se sintieran subyugados ante lo majestuoso. Algo similar sucedía con la cúpula de Santa Sofía en Constantinopla, antes que fuera una mezquita. El imperio de oriente se hizo más cristiano ante su sola presencia, pensá en el campesinado que vivía en chozas, cómo se sentiría viendo esa monstruosidad, seguramente nosotros sentiríamos lo mismo que ellos. Hay un cuadro de un pintor que retrató la catedral de Reims en llamas, y al poco tiempo, en 1914, los alemanes la dañaron parcialmente durante la guerra. "Un presagio, que premonitorio", dijeron en aquel momento, "este pintor pintó Reims en llamas" La gente ayudó a apagar el incendio, y la catedral se salvó. Yo aproveché la fecha y les mandé el cuadro de la iglesia en llamas a todos mis contactos. "Felices pascuas", le puse.

- Provocando un poco…

- Un poquito.

De provocar, Dabove sabe. Cada pintura suya tiene un infaltable momento de incomodidad; cuanto más indetectable, más hondo entra la aguja, y uno no termina de comprender de dónde provine la fascinación, si de lo tremendo que allí se relata, o es simplemente el asombro resultante de haber caído en la cuenta de cómo son algunas cosas.

- ¿Qué te pasa cuándo te enterás que un magnate ofrece millones de euros para su reconstrucción?

- Me da mucha bronca; esa plata usala para la gente qué está como el culo, sufriendo, sin comida, esos subsaharianos que intentan cruzar la frontera con España y quedan a mitad de camino y con la guardia civil pegando tiros. Muchos son universitarios, gente formada, que podría ser una mano de obra excelente para Europa. Eso es ser pequeño burgués. Hace muchos años hubo tremendo revuelo por uno que fue a golpear con un martillo a La PIedad de Miguel Ángel. En aquél momento yo recuerdo haber pensado: Qué mal…, casi un duelo. Hoy (uno cambia con los años), que la hagan mierda… Y si aparece uno que va a poner la guita, que se la decomisen y ayuden al más necesitado que exista.

- Como que hay una cultura que es exclusiva del poder, y es intocable, y otra que no. La antigua Babilonia, cuna de la civilización, que es lo que hoy es Irak, fue duramente bombardeado, y a nadie pareció reparar en el daño histórico.

- Allí los norteamericanos, los franceses, los españoles (porque allí estuvieron todos) pasaron con una aplanadora, destruyeron todo vestigio de la cultura de lo que fue Las Mil y Una Noches. El 80% de todo eso desapareció. En realidad, lo único que les importa son los recursos no renovables.


Le consulto por su interés por los genocidios y las grandes tragedias humanitarias, algo que aparece presente en su obra. Me acota que es algo reciente, y cuenta que una vez oyó hablar a una mujer ruandesa acerca de las matanzas ocurridas en aquel país, en el que el gobierno colonial belga estableció un esquema social de castas racistas. Y menciona que acusó el impacto del relato, e inmediatamente reflexionó:

- ¿Y si mis hijas estuvieran viviendo eso? Es para ponerse a llorar, esa es tal vez mi forma de poder sentir como ser humano.

-  Pero el artista ve otras cosas…

-  Si, pero también soy un ególatra mal, tengo cosas como todos. Pero la vez que he hecho algo bueno por alguien y pude ayudar a alguna persona, lo sentí como una especie de droga, una droga buena, "qué bárbaro, mirá lo que hice", te das cuenta que ayudaste a alguien que ni siquiera se acuerda de tu nombre.

-  ¿Sentís qué con el arte te pasa eso?

- Con el arte es más difícil. Es un núcleo más reducido. Si hacés una obra muy fuerte, además de no venderla, te genera como enemigos. "¿Cómo vas a pintar eso?… no podes", te dicen.

Un rápido repaso por la obras de Dabove denota de inmediato que no es amigo de los típicos paisajes con lagos y cerros nevados, o perros ovejeros recostados junto el fuego. Hay un deambular de criaturas espectrales, cuerpos con partes mecánicas, rostros derretidos como velas. Su pincel es una forma de cámara fotográfica que retrata de manera particular la realidad y la deja en el lienzo provista de sabores y olores novedosos.

- Para mí es mucho más familiar el dolor, la miseria y las contradicciones que el sueño de la felicidad y la lucha por el amor. Ese derecho a la felicidad que se nos supone recibido por haber cumplido con el deber social, no es lo mío. Yo me tengo que sentir feliz de vivir en el Barrio Luna.

- ¿Qué buscás lograr en el otro con tu arte?

- Me pregunto todo el tiempo por qué pinto esto. Y cada vez son más antisalonero.

Un nuevo anti… Vuelvo a pedir glosario.

- Antisalonero, me dio éxito hacer ese tipo de pinturas, hago otra chica en distinta posición, y sigo y sigo, y lo logro: "¡Ese es un Dabove!" Eso no lo soporto. Berni, Alonso, ¡basta!, ¿hasta cuándo?

-  Eso debe hacer que te lleves bien con los jóvenes.

-  Sí, claro que me llevo bien; por ahí dicen boludeces, pero me llevo bien.

Dabove es un intelectual crítico, y ese hecho lo incluye, no puede escapar a sí mismo. Se corrige, se burla, se cuestiona. Hace una caracterización grotesca de esos jóvenes que visten de negro y andan deprimidos, pone cara triste y encorva la espalda, como apesadumbrado por la realidad de la existencia: identifico que se refiere a los adherentes de la movida gótica. La charla se bifurca por senderos variopintos; va, vuelve, retoma. Ahora el tema es el paso del tiempo.

-  A veces hago como la máquina del tiempo, y digo: "Me gustaba más el Morón de antes, todo empedrado, con el Club Morón en la calle Rivadavia, el bar de Volpi… Todo eso me gusta con los ojos de hoy. Pero a la vez vivía con una angustia espantosa, había una cuestión muy reaccionaria. La homosexualidad era vista como un tabú, el maricón es un enfermo, se decía.

- ¿Cómo ves este transitar qué están haciendo las mujeres con la reivindicación de sus derechos?

- Uno que es grande viene con el harén mental del machismo pelotudo, uno se ve en una situación que a veces resulta abrumadora, a veces por querer aportar, uno termina sin querer del lado patriarcal. Lo que pasa que escuchar mansamente a la mujer también es una forma de subestimarla. Pero el cambio es valioso. Mirá los modelos vivos: antes había 100 mujeres por cada hombre, hoy hay muchos más tipos. En una muestra que hicimos en Ituzaingó junto con Menza, Bertani y otros, se armó un despelote lindo porque el que organizó no convocó a ninguna mujer. En cuanto comienza la charla, saltan dos mujeres: "¿Por qué no hay ninguna mujer? Encima había un montón de cuadros con desnudos de mujeres en todas las posiciones. El autor dice: "Yo respeto a la mujer". "¿Cómo es que la respeta, pintándola siempre desnuda?". "Sí, justamente la pinto así porque la respeto.". Chau, se armó una buenísima. Ojalá hubiera pasado en el renacimiento.

En El Triquio hay partituras, un atril y un violín.


- Fue mi padre quién me mandó a estudiar violín, a los diez, once años. Estudié seis años, luego empecé a sentirme incómodo, la enseñanza era muy rígida, muy facha; demasiada presión, no había que equivocarse… así que abandoné. Retomé después de muchos años, me metí en un lugar con gente joven. Me gusta improvisar, puedo desafinar, equivocarme… Siempre me gustó la música.

- ¿Y dónde aparece la música en tus pinturas?

- Me dicta, la música es un dictado. Me dice, va este color, ahora este otro. Es un efecto sinestésico, es muy complejo. No uso la música de fondo. Me transmite color, clima. Coincido con lo que decía Schopenhauer, que la música es la más espiritual de las artes. Vos te podés comunicar con una persona que no comparte tu idioma con la música, golpeando un tambor, más no sea. Mucho más que con la pintura.

En la pintura de Dabove no hay sensaciones sencillas o directas, todo lo contrario. Aparecen cuestiones primarias pero complejas, casi la vida misma.

- ¿Cómo se conjuga toda la complejidad de tu mirada con la cotidianeidad que te rodea?

- Mi viejo, y mi tío. Con él de chiquito hablábamos de los presocráticos; yo era muy chico y él me decía: "Mirá, esto es la filosofía, estos son los realistas…" Para mí fue maravilloso. Ahora veo gente por la calle y me hacen acordar a un cuadro. Mi viejo me decía: "Mirá, ahí pasan los Brueghels, porque Brueghel pintaba todos campesinos. "Mirá, aquí aparece un Greco".

Se cuela el tema de la muerte.

- Observar esas cosas me da un alivio, pues el único problema que tenemos es que nos vamos a morir en algún momento.

- ¿Te angustia eso?

- El más normal de todos es el estado de inanidad, de cierto vacío o angustia existencial. Hay momentos de auto hipnosis, mientras estoy pintando, y por otros feos, cuando hay que ir a pagar la luz, por ejemplo. Pero si somos honestos con nosotros mismos, entendemos que lo que le pasa a uno, le pasa a todo el mundo, sólo que uno lo barniza de chocolate hidrogenado para que parezca bonito, pero el huevo de pascua dentro tiene veneno. De ahí que cada tanto te aparezca un grano horrible o un cáncer. La vida se está continuamente rompiendo y armando. Esa belleza idílica, esa arcadia, me parece una pelotudez, como el desodorante avainillado del inodoro para tapar el olor a caca.

La actualidad de Victor Dabove hoy se centra en trabajos en pincel de trazo muy delicado, que mi ojo poco hábil para el lienzo confundió con plumín. Algunas obras acompañan este texto. También anda con ganas de viajar, más desde que gente del interior descubrió su obra por internet y lo invitó a darse una vuelta. Y sigue con el violín, se anima a tocar un rato, y El Triquio ahora brilla más. Y organiza proyecciones de cine, libre y gratuito, para todos y todas.

Cuesta irse, Víctor sigue comentando obras y proyectos hasta la salida. Nos quedamos con ganas de más, de más Dabove, de más El Triquio, y eso es bueno. Nos deja la certeza de que vamos a volver.

Hurlingham, 25 de abril de 2019

 

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